Esteban Cadoche es un apasionado de la historia y es docente. Cuando daba clases de Historia Argentina en la Universidad del Litoral, en Santa Fe, utilizaba mucho los textos de Rodolfo Walsh. Y los estudiantes se lo agradecían al final de cada cursada. Desde entonces, siempre quiso hacer un film que rescatara la figura del autor de Operación Masacre. Y lo concretó: hoy a las 20.30 se estrenará Rodolfo Walsh, el documental, en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), con entrada gratuita. A lo largo de una hora hay testimonios de Eduardo Galeano, Rogelio García Lupo, Roberto Baschetti y la hija del escritor, Patricia Walsh, entre otros, que entrelazan recuerdos personales y abordan la dimensión de su figura pública. La voz en off de un Walsh ficcional leyendo sus textos complementa la narración.

“Rodolfo tuvo siempre y sigue teniendo la virtud de sacar lo mejor de nosotros. Yo creo que la belleza impacta en el alma y la belleza nos cambia. A cualquiera le ha pasado miles de veces de ver una película o leer un libro maravilloso. Con Rodolfo nos pasa lo mismo, no sólo con sus obras, con sus trabajos de investigación periodística, con sus novelas de no ficción sino que nos pasa con su vida. Asomarnos a su vida saca el héroe que ‘hay en mí’ de cada uno de nosotros. O por lo menos puede hacerlo. El resto depende de nosotros”, confiesa Cadoche, definición que permite comprender la idea de su homenaje al hombre que marcó un antes y un después en la manera de hacer periodismo.

Uno de los momentos más emotivos del film es cuando Patricia Walsh narra episodios de su infancia y dice que el golpeteo de las teclas de la máquina de escribir de su padre la arrullaba cuando era bebé y que es el sonido de su infancia. El documental muestra toda la faceta periodística de Walsh desde Prensa Latina –la agencia de noticias, con sede en La Habana-, hasta sus experiencias en Ancla y Cadena Informativa. Patricia Walsh también recuerda el acercamiento de su padre con Juan Perón allá por 1968 y el comienzo de un periódico que hizo historia: el Semanario de la CGT de los Argentinos. García Lupo narra las dos investigaciones en paralelo que hubo para el caso Satanowsky: una parlamentaria, y una periodística de Walsh que hoy es uno de sus textos clásicos. Galeano cuenta cuando se encontró con Walsh en Cuba, ambos como jurados de Casa de las Américas. Los dos estaban interesados en ir a una fábrica de tabaco para saber cómo se hacían los habanos. Un hombre les leía un libro a los obreros mientras trabajaban y el día que fueron estos dos grandes escritores  –causalidad o no-, ese hombre les estaba leyendo Operación Masacre a los trabajadores. Más adelante Galeano explica que Walsh y el Che se parecían en la identidad entre la palabra y el acto. “La literatura de Rodolfo despierta a los muertos. Por eso no hay que leerlo en voz alta en alta en los cementerios porque se arma un lío tremendo”, afirmaba Galeano.

“Todos quisiéramos tener la valentía y la consecuencia de ser fieles a lo que queremos y de ser fieles a los que queremos. Y de ser capaces de pelear por nuestras convicciones desde los 14 hasta los 95 años”, afirma Cadoche. “Yo estoy convencido. Claro que hay gente que por ahí bajó los brazos. La adversidad, las presiones o los infortunios son tan tremendos que terminan doblegándolos y agotando la capacidad de lucha o de continuar. A veces, es entendible, pero nosotros quisiéramos poder ser fieles a lo que pensamos y a lo que, de verdad, creemos”, plantea el documentalista. 

-¿Recordás cuál fue tu primer contacto con la obra de Rodolfo Walsh?

-No lo recuerdo fielmente, pero seguramente fue Operación Masacre, que cuenta los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 de la llamada Revolución Libertadora. Fijate que ahí Walsh se plantó solo, con su imperativo moral categórico que no lo dejaba hacer otra cosa. Y en Operación Masacre misma decía: “No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato”. Después, su vida cambió. Pero ahí estaba solo, desguarnecido. Ni siquiera tenía simpatía personal ni política con las víctimas. Lo hizo porque no podía dejar de hacerlo. Salió, denunció, pasó a la clandestinidad, soportó situaciones tremendas sólo en pos de la verdad y de luchar contra la injusticia.

-¿Qué descubriste de la vida y obra de Walsh haciendo el documental?

-Varias cosas. Descubrí que un héroe puede ser uno más de nosotros, aunque sea de los mejores de nosotros. Un héroe no es un santo que no tiene ningún tipo de debilidad. Por el contrario, Walsh, en su vida de relaciones, fue como cualquiera de los mortales, pero fue un padre amoroso. Y vivió contradicciones muy grandes. Incluso, recibió el golpe del 55 con cierto alivio. Pero inmediatamente, a los seis u ocho meses, cuando vio de lo que se trataba –como les pasa a muchos argentinos hoy mismo que esa promesa de libertad, transparencia,  democracia son mentiras-, el tipo pasó a la acción. No es que se refugió en el escritorio. El no era un héroe de escritorio, de papel. El tipo pasó a jugarse parte del pellejo en esa especie de cruzada que libró contra la injusticia.

-¿El Walsh escritor es indisociable del Walsh militante?

-Creo que una cosa lleva a la otra porque el eje conductor es la búsqueda incesante a cualquier precio de la verdad. Si no, no se explicaría lo de Operación Masacre, tampoco El caso Satanowsky, o ¿Quién mató a Rosendo? Siempre contra la corriente: contra el sindicalismo oficial propatronal o progobierno, peleando contra los servicios de inteligencia de la Libertadora. Creo que una cosa lleva a la otra. A partir de la CGT de los Argentinos, Walsh se sumergió en un proceso colectivo, hubo un tránsito de él por las distintas organizaciones político-revolucionarias. Recién apareció de manera individual y con su firma al final de su vida en la ya muy conocida Carta Abierta a la Junta Militar.        

¿Cuál debe ser la función del intelectual en la coyuntura política?

-Están aquellos intelectuales que sólo preservan ese lugar para sí mismos de analistas reflexivos de una realidad determinada, que son valiosos porque obviamente hablamos de una mirada crítica a contracorriente de lo que se conoce en el peor sentido como el sentido común: aquello que se repite sin pensar en lo que se dice. Esto ha sido muy común en estos últimos tiempos. Pero hay otros, como fue el caso de Rodolfo Walsh y también de Paco Urondo, que no encuentran ninguna frontera y naturalmente pasan a la acción en la práctica política porque entienden que no hay forma de separar una cosa de la otra.  Y Rodolfo fue el mejor ejemplo de todo eso. Sigue siendo una cuestión de hoy y de mañana: dedicar tu vida para luchar contra la injusticia, pero básicamente contra la mentira, por la verdad, implica que estás en contra de las falsas promesas electorales que defraudan a la gente, de las falsas noticias que se publican en distintos medios de todo tipo, de los mentirosos procesos judiciales que provocan un enchastre.