Con su sexto libro, presentado la semana pasada por ediciones Casagrande, el narrador rosarino Federico Ferroggiaro vuelve a sorprender con sus dotes de cuentista. Los nueve relatos reunidos en Punto de fuga demuestran no sólo un punto alto de madurez en el dominio del relato breve, sino además la conquista de un universo ficcional de autor bien consistente: un mundo narrativo con leyes propias.

La experimentación, el virtuosismo, los firuletes autoficcionales y metaficcionales, se reservan para el último cuento del libro, presentado por su propio narrador in fabula como "el que faltaba" escribir para completarlo. Lo demás es un realismo satírico que pinta con tintas cargadas una sociedad feroz, corrompida moralmente por cuatro años de gobierno cuyo fundacional bailecito en el balcón se ocupó Ferrogiaro de caricaturizar en un cuento de su libro anterior, Par de seis (Baltasara, 2017), al que tituló sin remilgos "La fiesta a la que nunca te van a invitar".

Ya no queda espacio ni tiempo para inocencia ni juegos, ni de este ni de aquel lado de la pantalla; la guerra es de todos contra todos y es a muerte, parecen decir cada uno de estos personajes, habitantes de un país literario demasiado parecido al real y que sería injusto describir como pintado en blanco y negro: blanco no hay, ya todo es oscuridad. Son villanos contra villanos los de estos cuentos sin héroes. Y lo que es peor aún, todos pierden.

Desde la grotesca abuela superpoderosa, tan despreciable como cargada de desprecio hacia los suyos, de "Un asunto familiar", hasta la guerra sin cuartel entre el hijo legítimo y el entenado bastardo (un clásico de la novela inglesa moderna) a la que accedemos por vía de un narrador no confiable en "Graciano, el nuevo empleado", Ferrogiaro no escatima el trazo grueso para retratar seres poco fiables atrapados en familias o negocios donde nadie puede confiar en nadie.

El otro, para estos monstruos demasiado parecidos a cualquier rosarino con un poco de plata (o mucha), ya no es la patria sino el infierno. El otro es quien inflige la obscenidad de su riqueza prepotente a esa nueva Emma Zunz envidiosa y un poco demasiado masoquista que es la protagonista de "El incendio". La fortuna puede ser también lo que hay que salvar de las garras del depredador en ese videojuego mortal de pasillos de sanatorio que es el hipertenso "Desamor". El amor, ¿concepto obsoleto?, se diluye entre las viejas y nuevas categorías de calentura y acoso en "Humbert Humbert" (cuyo título constituye un guiño al nombre del narrador de la novela Lolita, de Vladimir Nabokov) y quizás lo redima un poquito el tipo social menos plausible de todos: la puta de buen corazón que se lo entrega generosamente a algo así como un loser, en un cuento que no puede citarse para no arruinar la frágil intriga con spoilers.

¿Estos argumentos atrasan? Sí y no. Atrasan para la cultura, no para la sociedad. Ninguno de los machos de estas historias parece haber oído hablar jamás de la deconstrucción del género, omisión que lamentablemente refleja las de la calle. Sí se representan en algunos de estos relatos las diversidades sexuales, pero no muy lejos de los lugares que ocupan en el imaginario social: el travesti en el hotel alojamiento, el lesbianismo superando las diferencias entre clases.

Se trata, como en la vida "real", de relaciones entre posiciones de superioridad o de inferioridad en lo social que los actores marcan con tanta más crueldad cuanto más precarias son sus bases, o más frágiles los límites entre un tener y un no tener aquellos bienes materiales que tan rápidamente (en un descuido) pueden cambiar de manos. Pero cuando la familia no es más que una "tribu de parásitos"; cuando la palabra "negro" es un insulto que desvía el odio asesino de un padre brotado por una nimiedad; cuando un profesor sin auto es un pobre tipo según sus amigos, ya todo está perdido, aún teniendo todo.

Federico Ferroggiaro (Rosario, 1976) también es autor de El pintor de delirios (EMR, 2009), Cuentos que soñaron con tapas (reeditado por Casagrande en 2018), La niña de mis ojos (2013) y Tetris (UNR, 2016).