Chicas con pelos de colores, mujeres llevando bebés a cuestas, pañuelos verdes, travestis adolescentes, grupos de amigas que entraban abrazadas y empapadas por la lluvia, despeinadas por el viento y sobre todo conmocionadas por saberse parte de la monumental ola feminista; el taller “cuestionar la monogamia”, que se realizó por primera vez en un Encuentro fue multitudinario.

¿Cómo hacer temblar la institución de la monogamia? La estrategia fue compartir experiencias y poner sobre la mesa otras alternativas. Entre mates, facturas y cafés que intentaban entibiar los cuerpos mojados se abrió la discusión. Para Julieta Menéndez, 34 años, feminista militante y practicante del poliamor, las relaciones tradicionales “borran relaciones y emociones: ponen siempre a las relaciones monógamas en un nivel más alto que las otras y hace que los sujetos olviden sus metas personales”. Hubo aplausos y alguien planteó un ejemplo concreto: “Cuando dejé a mi novio, le pregunté ‘¿Cuáles son tus metas personales?’ y él me respondió ‘Sos vos mi meta: la pareja, mi proyecto de vida es esto’”, contó una estudiante universitaria, Luciana Paredes, decepcionada por la estrechez de miras de su ex.

Camila Gutierrez, de 38, contó que cuando terminó la relación (poliamorosa) con su “vínculo”, sus amigas le dijeron: “En el poliamor no importa, es de esperar que terminen, esas relaciones tienen mucho menos compromiso”. Pero, en cambio, ella compartía mucha intimidad con su vínculo, conocía a sus hijes, conocía a la mujer de su vínculo y al vínculo de la mujer de su vínculo. Se trataba, al contrario, de una red de relaciones amorosas que eligen nombrarse así, como “vínculos”.

“En el poliamor y el amor libre uno de los estandartes más importantes es la libertad, ¿por qué me voy a enojar si mi compañero es amado y ama?” reflexionaba una compañera de Córdoba que está en una relación monógama hace más de siete años y comenzó a charlar con su pareja sobre otras alternativas de relación.

 

“El amor libre puedo entenderlo racionalmente pero a la hora de aplicarlo siguen saliendo sentimientos monógamos”, se lamentó una chica secundaria, Lucía Ordoñez, de diecisiete años, secretaria general del Centro de Estudiantes Secundarios del Lenguas Vivas. Le contestó una compañera de treinta y dos de Rosario: “El poliamor puede ser pensado como una elección en la que hay libertad para encontrar amor. Es un intento de esquivar la hegemonía aceptando las diversidades de cada une, instalando la no propiedad de las personas y los cuerpos.” El taller se planteó como un espacio para deconstruir conceptos pero resultó, sobre todo, un espacio donde la risa, el deseo y el placer se mostraron como alternativas para quienes mostraron su voluntad de cambiar la historia.