“Para mí todo empezó así, en la víspera de Reyes. Los 5 de enero, cuando era chica, me sentaba en un medidor de agua que había en la puerta de mi casa acá en Tigre. Yo siempre tuve sueños y por eso pedía. Lo que yo le pedía a los reyes era que cuando fuera grande pudiera ser madre, tener un hijo y llamarme Julieta. Todos sueños de literatura”

Julieta González hoy tiene 64 años y hace 26 que es mamá. Como ella, hay muchas mujeres trans que son madres y sin embargo no es fácil dar con el testimonio de quienes puedan o quieran contarlo. A pesar de la lucha legal y política iniciada en los 90 por Mariela Muñoz -que crió a una veintena de hijxs tendiendo que pagar por ello un año de prisión en suspenso- la maternidad trans sigue siendo al día de hoy, un vínculo de amor a puertas cerradas. Julieta reconoce que su historia no es moneda corriente entre lo que se conoce sobre las mujeres trans, que ella siempre fue aceptada por su familia y por el barrio donde nació y se crió. Pero esa aceptación no le ahorró en arrestos ni en persecución policial, llegando a estar detenida en el Pozo de Banfield durante la dictadura. Años más tarde y gracias al testimonio de Jacobo Timerman, Julieta cree reconocerse entre las “mujeres de la calle” que eran obligadas a hacer la limpieza del centro clandestino de detención, la casa SIN, donde él estuvo detenido. Ni el amor de su familia, ni el respeto del barrio le evitaron tener que declarar cualquier lazo vincular menos el de madre ante el temor de las burlas y el maltrato hacia su hijo.

EL ENCUENTRO

Julieta conoció a su hijo, Gastón, en una esquina y lo recuerda como amor a primera vista. “Tenía 2 años y estaba con su papá, Dani. Los dos parados mirando el tránsito. Yo iba acompañada de otra amiga que lo conocía a Dani. Me los presenta. Le digo: Mirá, yo voy a comprar. ¿Lo dejás que vaya conmigo, que lo lleve al almacén? Es acá enfrente. Sí, me dice. Gastón inmediatamente me tira los brazos y yo lo alzo, lo abrazo. No sé, fue una conexión inexplicable. Ellos iban al cumpleaños de Estrellita, una amiga en común que vivía justo enfrente de ellos. ”. 

Julieta cuenta que volvieron charlando de la mano, con las bolsas de los mandados. Ese día, no sabe por qué, ella llevaba la cámara de fotos en la cartera. Entonces ella lo sentó y le sacó un foto. “Es la que todavía tengo en mi mesita de luz, la del día en que nos conocimos.”

Esa misma semana, el papá de Gastón, Dani, cumplía 22 años, invitó a Julieta a su fiesta y comenzó una amistad que pronto se convertiría en amor. “Yo todo ese tiempo me quedé pensando en Gastón. En su historia, en que lo había abandonado su mamá. Yo iba a la casa de mi amiga pero para ver a Gastón, no por Dani. Lo pasaba a buscar con mi mamá. Siempre le compraba alguna ropita para que fuera lindo a los cumpleaños de mis sobrinos, que tenían la misma edad que él. Hay fotos que se me perdieron en las inundaciones. Íbamos a hacer las compras, tomábamos mate, llevaba de la mano por la calle. Todos los 23 de abril íbamos a la Basílica de San Jorge y de ahí al zoológico. Nos quedábamos todo el día en el centro y volvíamos a la nochecita. Al mes empezamos a salir con Dani, a ser una pareja”.

PRIMEROS PROBLEMAS

Julieta recuerda que los conflictos comenzaron cuando la madre biológica de Gastón, volvió a aparecer. “Ella era muy joven, iba y venía de la casa dejando a Gastón solo cuando Dani salía a trabajar. Por eso decidimos vivir juntos, para que estuviera más cuidado. Pero ella venía, me lo sacaba. Y yo tenía un miedo de no verlo más… Entonces aceptaba las reglas que ella ponía. Me decía por ejemplo que tenía que darle la plata para pagar la luz y yo le daba. Una vez le pegó al nene con un zapato y yo fui y la denuncié. La policía me contestó  que ella era la madre y podía hacerlo." 

A los 3 años Gastón tuvo su primer DNI gracias a la insistencia de Julieta, preocupada porque el chico comenzara la escuela a término. 

¿Lo llevabas a la escuela?

26 años atrás eran otras épocas, yo no quería que nadie le hiciera daño. Las mentalidades no estaban tan abiertas como están hoy. Lo llevaba el papá, si estaba la madre lo llevaba a veces la madre. O mi hermana, que tenía a los hijos en la misma escuela. Recuerdo que una sola vez actuó, porque a él no le gustaba mucho actuar. Y a mí no me gustó porque lo pusieron de negrito para un 25 de Mayo, un vendedor de velas. Porque él es morochito y a mí no me gustó, pero tampoco le dije nada para que él no lo tomara por ese lado, el de la discriminación. Igual le hice el traje, con un palito, y las velas colgadas.

Julieta nunca se fue de Los Troncos, su barrio de toda la vida en el partido de Tigre, donde los vecinos la conocen, la quieren y la respetan. Los padres de los amigos de Gastón han sido sus compañeros de juego en la infancia. El barrio entonces funcionó como una fortaleza. Su maternidad trans nunca fue noticia ni causa de maltrato para Gastón en el recuerdo de Julieta. “Él nunca me dijo nada acerca del bullying. Charlas tenemos un montón, pero no hablamos de las cosas feas que tal vez hayan pasado. No me gustaria saber que él pudo haber sufrido esas cosas.

EL NOMBRE PROPIO:  MAMA

¿Recordás el momento en que comienza a llamarte mamá?

Me acuerdo que él tenía menos de 10 años, era chiquito y yo le había comprado una bicicleta para Reyes. Hacía calor y era de tarde, él iba de esquina a esquina. La bici era más grande que él y yo estaba sentada en la vereda, con mis vecinas, mirándolo ir y venir. Se reía él. Pero en un momento se baja de la bicicleta, se viene a sentar al lado mío y me dice: “¿Vos cómo querés que yo te llame: Trachi o mamá?” A mí me dicen La Trachi de sobrenombre por unos americanos clientes míos que me decían así, algo así como "querida".... Y yo entonces le digo: “Mirá, a mí la verdad, lo que más me hubiese gustado era haber sido tu mamá, pero vos tenés una mamá. Con que vos me quieras como si yo fuese tu madre, con eso me basta y me sobra, Gastón. Vos llamame como vos quieras”. Y ahí quedó. Me dijo Trachi y estaba bien, yo prefería que me dijera así. Porque no era como hoy que la diversidad está tan aceptada. Tal vez alguien fuera del barrio le decía algo. Pero yo sé que en los colegios él decía: “Vivo con mi mamá” y hasta hoy en sus trabajos él me nombra frente a otros como la mamá.

¿Y con el padre de Gastón qué pasó?

Con Dani estuvimos diez años juntos. Para mí Dani fue mi mejor hombre y yo para él también fui su mejor persona. Yo sé lo que él me amó, lo que nos amamos. Aunque se había acabado esa magia todavía nos queríamos como amigos. Se murió joven pobre Dani. Hasta el día de su muerte yo estuve a su lado. Cuando hablamos de separarnos, le pregunté a Dani: “¿Y Gastón?” Y él me dijo: “Es mi hijo, se va conmigo.” Entonces, cuando me siento a hablar con Gastón, le explico: “Mirá, nosotros nos vamos a separar porque nos dejamos de amar pero no de querer. Si vos querés ir a vivir con tu papá, a mí me va a gustar más. Y si vos querés ir a vivir con tu mamá, no me va a gustar mucho pero yo siempre te voy a ir a ver, te voy a estar mirando y siempre voy a estar con vos”. Y él entonces me dice: “Pero yo me quiero quedar con vos. Porque mi mamá para mí sos vos.” Ahí lo abracé y le dije: “Bueno, cuando llegue tu papá del trabajo vamos a hablar con él”. Yo re nerviosa. Igual sabía que Dani me conocía, que yo no era ninguna manipuladora, que no le había metido nada en la cabeza a Gastón. Y Dani me dijo algo que es muy verdad: “En el mundo no va a haber ninguna persona que te conozca tal cual sos como te conoce Gastón. Yo lo voy a dejar, porque no hay manos mejores para él que las tuyas. Yo sé que vas a ser una madraza.” Después pasaba todos los días a vernos, a ver al chico, llamaba para saber cómo estábamos. Se había acabado la relación de pareja pero éramos grandes amigos.

SOSTEN DE FAMILIA

Después de la separación, Julieta fue único sostén de familia. Según ella, “aunque Dani hubiera querido ayudar no habría podido.” Tal vez como parte del pago por el pasaporte a la tenencia, o por usos y costumbres de la paternidades irresponsables, ella tuvo que hacerse cargo sola de su hijo y eso significó volver a trabajar en la calle. Le pagaba por noche a una vecina que vivía frente a su casa y se cruzaba a cuidar a Gastón hasta que volvía de trabajar. “A veces eran las dos de la mañana y yo ya estaba en mi casa. Pero otras se ponía dura la calle y tenía que quedarme un tiempo más. Yo le compraba toda clase de juegos hasta que después apareció la play station. Es que yo a la noche tenía que sacarle provecho. Si no, no hubiera tenido nada. Si no le hubiera sacado provecho, ya me hubiera muerto o hubiera estado en la droga, o me hubiera contagiado alguna enfermedad. Fui un poquito más consciente, me cuidé mucho, tenía una responsabilidad por qué luchar, que era mi hijo. A mí me daba una vergüenza cuando tenía que pintarme o cambiarme frente a Gastón. Yo le decía: “Mirá, esto es un disfraz, el disfraz de mi trabajo”. Él sabía que yo de día era otra cosa.

¿Y cómo fue ser madre trans con un chico en plena adolescencia?

En la adolescencia, tal vez para compensar, yo le compraba de todo. Lo tenía empilchado de lo mejor. Nada de marcas truchas. Todas originales compradas en el Unicenter, en el Soleil. En esa época tenía tarjeta de crédito. Lo mejor de Armani, Yves Saint Laurent, zapatillas todas Nike, perfumes importados. Me había hecho amiga de un encargado del Unicenter, entonces él siempre me llamaba: “Mirá Julieta que están llegando los últimos modelos”. Y antes de que nadie las tuviera yo iba !y pum! Los jueves no trabajaba, porque soy devota de San Jorge. Entonces nos íbamos de compras. El andaba que era un dandy. Yo tengo buen gusto, lo vestía divino. Pero un día me di cuenta de que le había dado todo y sin embargo algo no estaba bien. Me llegaban rumores de que Gastón andaba en malas compañías, de que cuando yo salía a trabajar él se iba a callejear, de que había conocido la droga. Ya tenía 16, 17, 18 años, ya no le ponía niñera. Yo me levantaba temprano, lo dejaba dormir hasta tarde, no me daba cuenta. A veces pensaba que la gente me mentía, porque cuando yo llegaba de trabajar él estaba acá. Claro, había agarrado mis horarios. Entonces tuve que dejar la calle porque se me estaba yendo todo de las manos. Tuve miedo ¿De qué íbamos a vivir? Pasé un par de teléfonos a clientes buenos y dije: veremos, pero yo tengo que estar acá. Nos arreglábamos como podíamos. Veníamos de una vida en la que no nos faltaba nada y ahora la heladera por momentos estaba vacía.

Lo trans no quita lo patriarcal, y así como Julieta disculpa al padre de Gastón por no haberle pasado dinero a su hijo una vez separados, de alguna manera decidió también que el modelo “mujer de un solo hombre” era el más apropiado ante la mirada del hijo. “A mí hasta el día de hoy me daría no sé qué que Gastón me viera en la cama con alguien. Y eso que ya es grande, tiene 28 años, la tiene más clara que yo capaz. Jamás un tipo se quedó a dormir en mi casa. Sí ha visto tal vez cuando llegaba algún cliente, pero era eso, un cliente, un tipo que había estado media hora y chau."

¿Y te ha tocado ya el lugar de suegra? 

Yo siempre le decía “el dia que conozcas a una chica y te enamores, vos hablale. Buscale las palabras, vas saber cómo decir, de una manera mejor de como te estoy hablando yo, vas a saber decirle que tu mamá es una chica trans. Te va a saber entender. Y no me traigas cualquier cachivache a casa, porque yo te la voy sacar a la calle enseguida. Traeme una chica como la gente. Nada, le he hablado como cualquier madre le habla a un hijo. Así un día me dice que me va a presentar a Sofi, mi nuera. Quedamos en que venía a almorzar un domingo. “¿Pero ya le hablaste vos? ¿Ya le explicaste quién soy yo?” “Sí”, me dijo. Y yo: “¿Y ella qué te dijo?” “Que no había problema” “Bueno, voy a preparar pollo al horno con ensalada, y hago un postre” Tenía unos nervios, yo. La noche anterior tenía todo listo. Hice el postre tomando mates con unas vecinas. Y apenas la ví a Sofi nos caímos bien. A la tardecita nos quedamos solas, Gastón salió a ver a unos amigos y charlamos de la vida.

¿Algún día de la madre que recuerdes en especial?

Una vez, cuando era chiquito le habían pedido para el día de la familia, en el colegio unas plastilinas. Y él las llevó. Hizo una tortuguita toda pintada. Con una flor de papel. Yo nunca quise apartarlo de su mamá, ni decir: sos mío y punto. Entonces, como era el día de la madre la noche anterior le dije: “Mirá, si vos querés ir a pasar el día con tu mamá, yo te mando. Vas en remís y volvés en remís pero vas y volvés temprano. A las 6 estás de vuelta y pasás todo el día con ella.” “Bueno, bueno” Me dijo él. Al otro día me despierta. Me había hecho el desayuno, me lo había llevado en una bandeja y me dijo: feliz día. Y me dio el regalito que ahí lo tengo. La florcita no, porque con las inundaciones la perdí. Pero la tortuguita ahí está. Todavia la tengo en la mesa de luz, junto a su foto.

 

Cuando le pregunto por el significado de la maternidad en una imagen, Julieta piensa un poco peros enseguida la encuentra. Recuerda la vez que Gastón se fue a quedar en lo de la abuela materna y terminó preso en Escobar. Era un fin de semana largo de Pascua, había llovido los cuatro días. Él ya tenía 18 años y ella no quería que quedara en la comisaría ni que fuera a una cárcel. Estaba desesperada, esos cuatro días se la pasó llorando. Cuando finalmente salió, ella se dio cuenta de que había estado tres días sin comer, sin dormir y sin tomar agua. “Yo siempre me parecí más a una mujer, a una chica -si no era porque estaba trabajando en la calle a mí no me sacaban trans- entonces yo le lloraba al comisario, le decía que era la hermanastra de Gastón, porque para colmo soy rubia de ojos claros y él morocho de ojos negros, y le llevaba la comida al mediodía y a la noche”. Julieta le pedía a San Jorge que protegiera a Gastón de cualquier enemigo. Ella misma había conocido al santo colgado de las paredes de las comisarías. Julieta comenzó a rezarle para que la salvara del enemigo uniformado cada vez que caía detenida. El domingo de Pascua ella venía llorando en el 60 y llovía, era todo triste. Miraba por la ventanilla mientras se preguntaba y se re preguntaba: ¿Por qué? ¿por qué? Si ella no merecía yo eso. Y él tampoco se lo merecía “¿Quizás fui yo que me crucé en su vida? Yo me echaba culpas a mí. ¿Qué hice de mal para que ahora pase esto? Capaz él extrañó a su madre. ¿En qué fallé?” En eso baja una mujer del colectivo. La mujer se saca la campera y cubre a su hijo. Empieza a caminar con él, bajo la lluvia. Entonces lo vio: ese es el amor de madre. Eso es lo que hace una madre por un hijo. Y se dijo que ella misma, tantas veces se había desabrigado, había quedado a la intemperie por Gastón. Cambió enseguida la visión y se dijo: “No, no llores más, vos sos una privilegiada. Porque Gastón despertó en vos un sentimiento que si no lo hubieras conocido, no ibas a saber jamás lo que es el amor de una madre, un amor que supera todos los amores. Porque mi hijo me hizo conocer un sentimiento más grande que yo, que nada, que nadie.