Boca jugó casi como si fuera la última vez, por el esfuerzo en todas sus líneas y la voluntad como para pelear el partido, aunque con escasa capacidad e ingenio para llegar a situaciones de gol, a excepción de los recurrentes pelotazos a Wanchope Abila y los tiros libres de Alexis Mac Allister. Pero el que jugará la final será River. El conjunto local se fue muy aplaudido por su gente, que no se privó de lanzar insultos contra el presidente Daniel Angelici.

Lo que mejor hace Boca es defender. Gustavo Alfaro es especialista en eso de armar equipos de atrás para adelante. "Tenemos que resolver la serie en el Monumental", les había dicho a sus dirigidos. Pero por el VAR, su anemia ofensiva y lo que le propuso el rival, el local no pudo.

Tres cuartas partes de la semifinal de la Copa Libertadores se habían definido en la ida. Y, por eso, la revancha representaba para Boca un barrilete de plomo y con viento en contra: difícil de remontar.

En el espacio entre la ida y la vuelta, el técnico boquense ensayó toda clase de variantes: línea defensiva de tres, de cinco, muchos volantes, mayoría de delanteros; en definitiva, improvisó todo el tiempo buscando una fórmula ganadora.

Enfrente, River siempre supo que tenía que hacer lo que hizo siempre: jugar, traer la pelota, presionar la salida, ocupar todos los espacios. Y sobre todo tener paciencia para golpear en el momento indicado.

El único peligro era que los dirigidos por Gallardo no pudieran desarrollar el libreto que conocen de memoria, desbordados por el ambiente pesado de la Bombonera.


Precisamente en ese punto trabajó a fondo el entrenador, concientizando a sus jugadores en la necesidad de no entrar en el juego brusco, ni en responder a alguna provocación y mucho menos excederse en los reclamos al árbitro. "Once contra once, ellos no tienen ninguna chance", les debió haber dicho el técnico visitante.

Así las cosas, el local llegó poquito en jugadas de conjunto. Por momentos, Boca parecía Andrada y diez más, por la capacidad del arquero para anticipar la jugada, responder en las atajadas y sobre todo en la lucidez para abrir juego desde la salida.

El gol que marcó Salvio fue anulado en base a este reglamento moderno, que invalida situaciones cuando una mano roza la pelota en la jugada previa.

Fue tanta la presión que tuvo Boca que jugó acelerado y precisamente por apurado generó un par de contras peligrosas para River. Así y todo en el entretiempo se fue a aplaudido por la gente.

River estuvo lejos de mostrar su juego habitual y especuló con el resultado anterior. Con tranquilidad, resolvió bien su mayor debilidad: las pelotas aéreas. Aunque Armani demoró mucho en los saques, bien pudo liquidarlo con la chance de Pratto.

En el complemento Boca fue definitivamente más y llegó al gol de la mano del ingresado Hurtado, pero no le alcanzó. Los de Alfaro ganaron ocho de cada diez pelotas divididas, algo que le reconoció la gente. Al final festejaron los dos: el local porque jugó mejor. Y River porque obtuvo el pase a una nueva final.

Boca, entre la incredulidad y la resignación. (Crédito: Lucía Grossman)

1 BOCA JUNIORS: Andrada; Buffarini, L. López, Izquierdoz, Más; Almendra, Marcone; Salvio, Tevez, Mac Allister; Abila. DT: Alfaro.

0 RIVER PLATE: Armani; Montiel, Martínez Quarta, Pinola, Casco; E. Pérez, I. Fernández, Palacios, De La Cruz; Borré, Suárez. DT: Gallardo.

Estadio: Boca. Arbitro: Wilton Pereira (Brasil). Gol: 80m Hurtado (B). Cambios: 60m Zárate por Abila (B) y Hurtado por Almendra (B), 66m Pratto por Borré (R), 69m P. Díaz por Casco (R), 80m Scocco por Suárez (R) y Villa por A. Mac Allister (B).