Estático

“La intención de Retrotopia es contar la historia de lugares que son reliquias -conservadoras y, a la vez, radicales- del pasado de China, además de ambiguos símbolos de su presente, a menudo paradójico”, anota el fotógrafo Yangkun Shi, al referirse a su mentada serie. Una cuidada colección de imágenes de lugares que el propio artista chino entiende como “cápsulas del tiempo, que me transportan al ayer y me ayudan a entender mis orígenes”. Léase Nanjie, Huaxi y Dazhai, pueblos orientales que, mientras el resto del país abrazaba el capitalismo, nunca abandonaron la utopía revolucionaria, perseverando en el modelo que antaño propusiese Mao Zedong. “Economías colectivas, donde los gobiernos locales dan salario, compensación, vivienda a los residentes a cambio de su labor", explica el multipremiado fotoperiodista. "Empero, todas son diferentes. En Huaxi, por ejemplo, ubicaba en la provincia de Jiangsu, muchos vecinos se quejan de la existencia de una clase acomodada, rica, en el corazón de la ciudad”. Advierte además el artista que conviven en estos lugares “una generación abiertamente nostálgica, que venera la China de Mao, donde, al menos en los papeles, el estado cuidaba de los ciudadanos desde la cuna hasta la muerte. Y otra generación, más joven e individualista, que se irrita ante una realidad cotidiana que se ha quedado en el ayer”. Precisa que el año 2018 marcó el 40 aniversario de la denominada "reforma y apertura" del país, una seguidilla de cambios económicos y sociales diseñados para que pasar del maoísmo a lo que los líderes han llamado ‘socialismo de mercado’. "Pero, a diferencia de lo que ha sucedido con el resto de China, estos sitios afirman ser los últimos bastiones del pasado de antaño: nunca se descolectivizaron por completo, y son administrados aún colectivamente”, resume Yangkun Shi en el acta de Retrotopia.

La sangre habla

Un equipo de genetistas españoles ingresó el pasado año a la Biblioteca Nacional de Francia en búsqueda de una página de periódico ensangrentada, cuenta el diario El País: “En ella esperaban encontrar la respuesta a un enigma que ha rondado las mentes de médicos y científicos durante décadas: ¿qué horrible enfermedad de la piel obligó al revolucionario Jean-Paul Marat a vivir dentro de una bañera de aguas calmantes donde, en julio de 1793, fue apuñalado hasta la muerte por una mujer llamada Charlotte Corday?”. Al parecer, lo único que aliviaba el malestar (“terribles picores, doloras úlceras”) del célebre jacobino eran esos baños; y así -con el agua tibia hasta las tetillas, leyendo L'Ami du peuple, el periódico que dirigía- lo encontró la joven girondina, que pronto arremetió apuñalándolo debajo de la clavícula derecha. Herida mortal que le dio en la aorta y le perforó el pulmón; y claro, manchó los márgenes de la publicación de L’Ami du people que sostenía… Ejemplar al que, bastoncillo con punta de algodón en mano, recurrieron los científicos ibéricos, amén de tomar muestras de la hemoglobina de Marat, enviadas luego a uno de los grandes expertos en materia de recuperar ADN antiguo: Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Análisis mediante, no encontraron los investigadores ni rastro de sífilis, lepra, escrófula, candidiasis o sarna; enfermedades que, según pasadas hipótesis, podría haber padecido el histórico varón. Y aunque aclaran que es imposible determinar a ciencia cierta qué podría haber tenido, “sí señalan al principal sospechoso: Malassezia restricta, un hongo que provoca dermatitis seborreica, otra de las hipotéticas dolencias de Marat. También han hallado otros dos microbios cuyo ADN indica que pueden ser de la época: Staphylococcus aureus, que causa eczema, y la bacteria del acné, infecciones secundarias que podrían haber contribuido a la comezón”. Algo es algo. A falta de cuerpo (desaparecido en 1795), con tan poquito material biológico, no se puede pedir mucho más…

Los tuits de la frontera

Uno de los intríngulis más peliagudos que conlleva la salida de Reino Unido de la Unión Europea es el posible, potencial fortalecimiento de la frontera entre Irlanda del Norte -parte de UK- y la República de Irlanda -que permanecerá como nación miembro de la UE-. Epicentro del sangriento conflicto que mantuvo norte y sur durante décadas, básicamente fue desmantelada a partir de los Acuerdos del Viernes Santo, de 1998, que además de traer paz, planteó proteger el mercado único y evitar que hubiese una barrera física entre los territorios. Pero el pacto lleva meses en peligro de RIP al barajarse la opción de plantar una división dura, con controles que pongan estrictas trabas a la libre circulación de personas y mercancías; una controvertida opción que, dicho sea de paso, despertó en muchos el fantasma de esos oscuros años de violencia armada… Por fortuna, sin abonar a la solemnidad, fue la propia protagonista de esta contienda diplomática la que se encargó de quitarle hierro al asunto. Sí, sí, la mismísima frontera, que desde el pasado año tiene cuenta de Twitter (@BorderIrish) y opina a diestra y siniestra sobre el temilla que la compete. Canalizando -acorde a The Guardian- “el espíritu de Monty Python, la comedia brit y a Oscar Wilde”, sus mensajes son sardónicos, surrealistas, afilados; para pruebas, algunos de sus tuits: “No me gusta el Brexit pero, por mi condición de frontera, admiro su capacidad de dividir completamente un país”. O bien: “Es una ironía históricamente placentera que yo haya creado una pequeña guerra civil en el seno del partido conservador”. “Actualmente, soy lo suficientemente porosa como para permitir que dos identidades enfrentadas convivan en paz, para que haya libre circulación de bienes y personas, y soy tan hermosa como una puesta de sol. Así que no me digan que podría ser ‘inteligente’”, se indigna cuando escucha que algunas voces hablan de volverla smart. Con sus 500 kilómetros de longitud y sus casi 100 años de edad, se muestra renuente a abandonar su muy satisfactoria jubilación, encantada por la vida que llevaba pre-Brexit, cuando “todo era calmo y me pasaba los días mirando los coches y las ovejas pasar”. Al ser entrevistada vía mail, por cierto, cuenta que tuitea “golpeando con una palillo el iPad de una amiga”, y explica que “a las fronteras no se nos alienta para que tengamos pensamientos, emociones o manifestemos cualquier sensibilidad personal. Y yo hubiera seguido en silencio, de no ser por el Brexit”. Creada por un usuario anónimo, The Irish Border es tan pero tan popular que tiene más de 100 mil seguidores; entre ellos, el primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, el presentador de tevé Piers Morgan, el asesor político Alastair Campbell. Desde el 31 de octubre tiene también un libro editado por Harper Collins, I am the Border, so I am, que promocionó al son de “Este ejemplar es lo único vinculado a Brexit que sale cuando dice que va a salir”, jactándose además de ser “la única frontera en haber escrito un libro”. En todo caso, es bueno tenerla en cuenta cada vez que haya una noticia sobre el tema: pese a su naturaleza de frontera, siempre dejará pasar alguna opinión. O al menos una ironía. Muy británica, claro. O irlandesa, quién sabe.