El economista Miguel Pesce asumirá al frente del Banco Central a partir de la próxima semana. Las cuentas del organismo se encuentran en una situación de fuerte deterioro por las políticas conservadoras aplicadas en los últimos años. La caída de las reservas, las tasas de interés elevadas que hacen inviable la producción industrial, las deudas de corto plazo como las Leliq y los Pases a 24 horas y el derrumbe de los depósitos en moneda extranjera son algunos de los principales problemas con los que deberá lidiar.

La lectura de Pesce sobre el manejo de la política monetaria es un espejo invertido de la que se aplicó entre 2016 y 2019. El economista formado en la Universidad de Buenos considera que el Banco Central no puede tener un solo objetivo vinculado a estabilizar los precios. Desde una perspectiva estructuralista, plantea que la política monetaria tiene un rol importante para colaborar en el crecimiento de la economía y la generación de empleo.

Esta fue la posición que defendió mientras fue vicepresidente del Central hasta 2015 y por la que impulsó, junto a Mercedes Marcó del Pont, la reforma de la carta orgánica de la entidad en los primeros meses de 2012. Esta medida fue un elemento clave para devolverle capacidad de acción a la autoridad monetaria para potenciar la actividad productiva y contener el avance de negocios financieros especulativos de corto plazo.

Pesce tiene claro que la fuga de capitales es uno de los principales problemas para la economía argentina acostumbrada a caer una y otra vez en trampas de restricción externa (faltante de divisas para sostener la expansión del mercado interno). El control cambiario no es un problema sino una necesidad desde esta lectura. El economista considera que una de las prioridades para el país es ampliar las exportaciones y el Central debe ocuparse en garantizar instrumentos que permitan financiar a los exportadores.

La tasa de interés en pesos por encima del 60 por ciento es un resabio de estos años que deberá enfrentar la próxima gestión del Central. Las industrias que destinan su producción al mercado interno tienen un fuerte problema por el alto costo de los créditos. Esto hace necesario recuperar una estrategia de préstamos productivos. Puesto en otras palabras: garantizar el acceso al financiamiento a tasas razonables a los sectores y empresas estratégicas para poner nuevamente en marcha la economía local.

La política crediticia hasta 2015 aplicaba subsidios a distintas líneas de préstamo, reorientaba recursos del sistema financiero hacia sectores manufactureros y regulaba el spread de tasas de interés que manejaban los bancos con sus clientes. También habían comenzado a tomar forma algunos instrumentos de inversión en pesos para el ahorrista con el objetivo de dar alternativa a la compra de dólares billete. El Banco Central tendrá entre sus desafíos relanzar esta estrategia de ahorro en moneda local con activos innovadores como el dollar-linked (bono que se compra en presos, replica el precio del tipo de cambio y se paga en pesos al vencimiento).

El timing para avanzar en estas medidas es ideal por la expansión acelerada de las billeteras digitales. El diseño de una política de medios de pago inteligente para aprovechar el potencial de estas nuevas tecnologías es clave para acelerar el cambio de los patrones de ahorro de la población. La clase media y segmentos vulnerables de la población son los sectores a resguardar.