Alejandra Cáceres Márquez escucha música variada casi desde la cuna, se crió en una casa de compositores y melómanos y habla sobre cultura popular en diversos medios, pero descubrió que su Santiago del Estero natal tenía bandas de rock propias recién en 2012, después de una reunión con compañeros de facultad. “Estábamos hablando sobre letras y canciones del rock en general y surgió ese dato. Automáticamente me pareció una gran idea estudiar ese contenido”, reconoce. Ese día fue el inicio de la tesina con la que se licenció como socióloga de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, texto que este año devino en el libro Rock del Estero. Trayectorias de sus bandas.

Su primo Pil Márquez (a quien define como “licenciado en Comunicación Social pero también coleccionista y seguidor de bandas locales”) la llevó por un camino que hasta entonces ignoraba: “Fue mi informante clave, ayudándome con nombres, sitios, historias, canciones y discos, la mayoría grabados de forma casera”. ¿Cómo puede ser que una investigadora de la cultura popular haya ignorado la existencia de una escena rockera pequeña pero cercana? Esa pregunta obvia se responde con una contestación menos lineal. “Santiago tiene una fuerte imagen vinculada a sus tradiciones, como la chacarera y el bombo e incluso la guaracha, que es nuestra cumbia popular, pero eso se debe principalmente a la gestión cultural del Estado, que explota ese ideario y lo muestra”, arremete la investigadora. “En esa agenda, el rock está ausente salvo por bandas tributo incluidas en eventos públicos gracias a su poder de convocatoria.“

Alejandra indica que esto ocurre porque “se parte de que el rock es algo extranjero y, por lo tanto, impropio de la tradición santiagueña“. La idea de su libro justamente es ir en contra de eso: “Las bandas que describo también forman parte de nuestra identidad, ya que sus letras hablan de Santiago, la música y el sonido están influenciados por nuestros ritmos folclóricos y los propios folcloristas se han acercado al rock. Si hay una tensión entre estilos, es más bien por la gestión estatal de la cultura que por la producción y creación de los mismos músicos”.

 

Rock del Estero propone un relato cronológico dentro de un marco teórico en el que se lucen el sociólogo francés Pierre Bourdieu y nociones tales como el capital simbólico y el campo de las identidades sociales. La autora explora especialmente el camino de Mary Jane, Avemanthra y La 1000 Mother FACA, tres bandas fundamentales de la escena santiagueña que se formaron en un contexto muy similar al que originó el rock en Argentina: todos hijos de empleados, comerciantes o laburantes que llegan a la clase media gracias a una movilidad ascendente que los encuentra también a ellos como la primera generación familiar que llega a estudiar en una universidad.

Otro detalle común --y al mismo tiempo enlazado con la génesis porteña-- es que las tres bandas provienen de La Banda, el conurbano de Santiago ciudad. Territorio obrero, sobrepoblado y con info que siempre llegaba recién después de haber pasado por la capital argentina y luego por la provincial. “Hoy el escenario cambió y hay una proliferación importante de bandas”, dice Alejandra, quien contabiliza al menos media centena de artistas dedicados al rock en toda la provincia.

El libro fue publicado por la editorial de la Universidad de Santiago del Estero y presentado el mes pasado en la feria provincial del libro, con el cierre en vivo de estos músicos en el Centro de Convenciones. Un coqueto lugar en el centro cívico de la capital santiagueña al que hasta entonces jamás había accedido el rock local como expresión cultural. “Para los músicos fue todo un logro, casi que una conquista”, asegura Alejandra. “Falta mucho para que puedan ocupar un lugar dentro de la agenda cultural oficial, aunque ese pequeño gran pasito alienta y entusiasma a quienes buscan mostrar una forma alternativa de expresar la identidad santiagueña.”