El miércoles pasado Anahí de la Fuente volvió a su puesto de trabajo. La habían echado hace 9 meses, junto a otra compañera que prefiere no revelar su identidad, después de que las dos denunciaran por acoso sexual y laboral al entonces director del Centro Cultural San Martín y jefe de ambas, Diego Pimentel. El mismo que se aseguró de poner su firma en el acta que les rescindía el contrato, precario desde el vamos. “Lo hizo para decir mirá que larga que la tengo, te echo yo”, dice Anahí mientras celebra un logro sin precedentes.

“Fue a principios de este año cuando pude percibir que Pimentel también estaba violentando a una compañera de trabajo, ahí yo sentí el ruido de cuando rompen a alguien, sentí como ella había cambiado la postura cada vez que iba a trabajar y mi instinto fue de no, hasta acá”. La primera acción fue enviar una serie de telegramas pidiendo que se las alejara de Pimentel argumentando que no podían trabajar en esas condiciones. Como respuesta llegó la amenaza cumplida y firmada por el mismo que la perpetraba: se quedaban sin trabajo. En el acta que ponía fin al contrato –que Anahí acababa de renovar- se abría la posibilidad de apelar frente al Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en un lapso de 10 días. Pero antes de que pasara la mitad del tiempo sus puestos de trabajo estaban ocupados por otras personas.

Jimena Gibertoni, pertenece a la red de abogadas feministas y estuvo acompañando el caso desde el primer momento: “Las estructuras que precarizan a las trabajadoras ayudan a que quienes ejercen puestos de poder lo ejerzan con más fuerza, porque en realidad no tenemos garantías de estabilidad en nuestros trabajos. El Estado es el primer empleador que precariza, genera contratos basura en los cuales las trabajadoras quedan a disposición del sujeto de turno que las contrata, lo que genera un alto nivel de vulnerabilidad”.
Gibertoni considera que para que la reincorporación se hiciera efectiva confluyeron varios elementos: por un lado el impacto mediático, por otro el compromiso de las organizaciones feministas y de la cultura y el tercer elemento fue la labor jurídica: “Hicimos un trabajo integral, no solo la denuncia penal. Una vez que Pimentel las desvinculó de su puesto laboral, atacamos esa acta administrativa e interpusimos un recurso de reconsideración pidiendo que se deje sin efecto porque entendíamos que era arbitrario e ilegal y que era una respuesta y persecución a la denuncia de acosos sexual”. Luego de eso, desde el Ministerio dejaron sin efecto el acta, hicieron lugar al recurso presentado y revincularon a Anahí y a su compañera a un puesto de trabajo en el Ministerio de Cultura. Anahí aclara que tanto ella como su compañera no han podido regresar al Centro Cultural San Martín porque allí todavía permanecen cómplices de Pimentel con cargos altos, lo que haría imposible poder cumplir con la integridad laboral y personal de ambas.
La ley 1225 vigente en la Ciudad de Buenos Aires de “Regulación de violencia laboral, acoso sexual y maltrato físico de superiores jerárquicos” fue la que utilizaron las abogadas para reincorporar a las compañeras a sus lugares de trabajo: “Tienen que intervenir las autoridades y tienen que reacomodarlas en un espacio que sea libre de violencia, y luego tienen que resolver de fondo la problemática. La mayoría de las mujeres y otras identidades disidentes que vienen a denunciar acoso laboral, lo hacen cuando ya están destruidas y no pueden más psíquicamente sostener el trabajo que es su fuente de ingreso. Queda por delante el poder crear organismos que puedan intervenir ante este tipo de situaciones”.
En el ámbito privado el contexto es muy desalentador, la matriz patriarcal hace que en la mayoría de los casos las empresas sean manejadas por hombres que emplean a mujeres “hay que generar un cambio cultural en todos los ámbitos laborales que tiene que ver con modificar patrones de conducta que están históricamente arraigados. Cuando suceden este tipo de situaciones en el terreno privado, inmediatamente la trabajadora es desvinculada por lo tanto hay un largo camino para desarmar. Por eso la importancia de visibilizar casos como este que impulsen a los sindicatos y a las organizaciones con perspectiva de género dentro de las empresas a intervenir en situaciones de acoso sexual y laboral.
En el ámbito público tienen que existir protocolos que permitan reacomodar a quienes denuncian y que estos puestos que ejercen los funcionarios públicos no sean herramientas para seguir legitimando su poder” concluye Jimena que considera que el proceso judicial está teniendo un avance positivo.
Desde Marzo el derrotero de Anahí fue un calvario, no callarse implicó perder su puesto de trabajo, emprender el camino errático de la justicia patriarcal -la fecha estimativa del juicio es en Febrero del año que viene- y transformar por completo su vida cotidiana: con 28 años regresó a la casa de sus padres y se encontró con enormes dificultades a la hora de buscar trabajo: “Cada mes que pasaba sin laburo me volvía más loca, y además sos la que denuncia, eso a nivel laboral y en lo personal genera una paranoia en los tipos que todavía no saben discernir entre lo que es consensuado y lo que no”.
En julio, a partir de una nota de este diario, el caso de Anahí de la Fuente tomó un gran vuelo mediático, se acercaron organizaciones feministas y junto a Actrices Argentinas comenzaron a reunirse en asambleas durante un mes para ver de qué manera accionar, había que mover la tierra y visibilizar el caso. Jazmín Stuart, forma parte del colectivo y afirma: “Fue fundamental poder contener a Anahí, que pudiera expresar lo que necesitaba expresar sintiéndose segura. Para nosotras es importante que se entienda que cuando acompañamos un caso consideramos que no es un caso aislado, sino que sirve como punta del iceberg para poder visibilizar todo un sistema. En este caso, al igual que en el acompañamiento a Thelma, pudimos visibilizar el acoso laboral en todos los espacios de trabajo y esto impactó y puso el tema en la agenda política y mediática y de esta manera se pudieron restituir los puestos de trabajo a las compañeras”.
A mediados de Septiembre de este año Actrices Argentinas junto a otras organizaciones feministas, de la cultura y de derechos humanos dieron una conferencia de prensa que cerró con las siguientes palabras: “Llegó la hora de la emancipación política de nuestros cuerpos, estamos unidas, somos cada vez más”. Una semana antes de la conferencia, Diego Pimentel renunció a su puesto pero sin embargo continuó al frente de una cátedra de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
“El caso de Thelma Fardin abrió un montón de ventanas, avanzaba algo en el caso de ella y a los pocos días me llamaban a mí”. Dice Anahí, sin dudas hay una conexión y un encadenamiento de experiencias que no dejan que el tiempo de espera de los procesos judiciales sea una forma de bajar la guardia. Se vislumbra una mecánica que tiene momentos en donde prevalece la sensación de triunfo y euforia y otros en donde el silencio y la soledad despliegan sus artificios: “Después del pico que hubo con la conferencia, vino un silencio que me generó miedo y ansiedad de que esto quedara en el olvido”, agrega Anahí. Hasta que se concretó la vuelta a su puesto de trabajo con un contrato y mejores condiciones que el anterior. “En un país en donde el trabajo es cada vez más inaccesible y precarizado, no podemos desoír las voces de quienes, por la necesidad imperiosa de conservar un puesto laboral, deben soportar día tras día el acoso sexual y la vulneración de sus derechos fundamentales”, dice el comunicado leído en el Hotel Bauen el 12 de Septiembre de este año.
Después de atravesar un año difícil Anahí reflexiona: “Yo nunca lo pensé como algo que generara un precedente, luché por instinto, vengo de una familia de izquierda, mis viejos se conocieron en una marcha y siempre me enseñaron a luchar. Yo iba a las marchas del 8M o de Ni Una menos, cuando todavía no había hablado, y algo me hacía ruido. Estaba viviendo una situación concreta y me estaba haciendo la boluda”. Anahí habla de desastre y de alivio, poder hablar desencadena un proceso doloroso pero también el despertar de una forma de defenderse, de poner límites.
Durante este tiempo como comunicadora, maquilladora profesional y performer, emprendió la búsqueda laboral y en ese camino se topó con secuelas producto de situaciones vividas en su anterior trabajo, como por ejemplo sensibilidades frente a alguien que eleva el tono de voz: “yo no soy una persona que haya vuelto a laburar con normalidad, me cuesta y me va a seguir costando”. De esto se desprende el poner sobre la mesa lo tremendamente difícil que es encarar un proceso de denuncia, ni por locas ni por celosas, emprender este camino endeuda, enferma y hace la vida más difícil de quienes ponen el cuerpo: “Denunciar es algo que no le deseo a nadie” concluye.
A partir de la reincorporación de Anahí de la Fuente y de su compañera a sus puestos de trabajo los llamados y el efecto “cadena” volvieron a tomar impulso. A principios de noviembre ATE y CTA se hicieron eco de los casos en los que las organizaciones feministas acompañaron a denunciantes, no solo en el proceso judicial sino también en la contención. Así fue como estos sindicatos denunciaron a Guillermo Barona, funcionario de SEGEMAR (Servicio Geológico Minero Argentino), por abuso sexual a una empleada. “La trabajadora fue acosada sexualmente durante meses por parte del funcionario y decidió denunciarlo. El sindicato acompaña el proceso y asumió el compromiso de hacer público ese recorrido como acción política. Las trabajadoras no deben tener miedo y, los acosadores, tienen que saber que terminó el tiempo de la impunidad», señaló ATE en un comunicado.
Los recorridos son arduos y requieren la creación de amarras afectivas y de empatía no solo para afrontar los procesos judiciales de estructuras patriarcales enraizadas, como la que en Córdoba condenó a Flavia Saganias a 23 años de prisión por denunciar al abusador de su hija de seis años, sino también para encarar una vida cotidiana, la rutina de todos los días, el despertarse teniendo un juicio acuestas y seguir: trabajar, amar, gozar. Seguir adelante y rearmarse. Las posibilidades están en el encuentro y la colectivización de vivencias que generan relaciones emparentadas con la amistad y la solidaridad de unir fuerzas para que pequeños triunfos como este puedan hacer mella en ese deseo de cambiarlo todo.