El 8 de diciembre de 2018, El Mató a un Policía Motorizado se consagró como el nuevo gran grupo del rock argentino al organizar su primer recital en un estadio. Siguiendo la tradición que impuso la escena en Buenos Aires, podrían haberlo hecho en Obras, pero los decibeles que maneja el quinteto hubieran despertado nuevamente las quejas de los vecinos; o en el Luna Park, lo que de entrada se descartó cuando se enteraron de que la Iglesia (dueña del predio de Bouchard) no quería saber nada con un artista que se llamara de esa manera. Toda una paradoja, si se repasan las letras que apologizan la violencia de algunas de las figuras que se subieron a ese escenario. Entonces la agrupación insignia del indie puso sus fichas en el recinto techado de Tecnópolis, lugar en el que había tocado un año antes, aunque entre los actos del festival BUE. Una vez que se anunció el show, la devolución del público se tradujo en una convocatoria masiva que superó todas las expectativas. Así que los platenses finalmente se salieron con la suya.

Justo a un año y una semana de su bautismo de fuego en la elite de la escena nacional, los liderados por el bajista y cantante Santiago Barrionuevo, más conocido por su alias, Santiago Motorizado, regresaron a un estadio. Esta vez fue el Microestadio Malvinas Argentinas, donde en la noche del sábado, uno de verano (a razón del calor que hizo durante la tarde) y soñado, como bien señaló el frontman antes de despedirse de la audiencia, El Mató a un Policía Motorizado volvió a demostrar que su propuesta, al igual que el imaginario que la contiene, fluye con solvencia dentro de esa cantidad de metros cuadrados. A manera de resistencia contra la pirotecnia impulsada por la cultura del entretenimiento masivo, el grupo comulga básicamente con la tradición del rock. Especialmente con aquella que emprende batallas épicas, a partir del poder de la canción. Por eso no es fortuito que la tapa de su álbum La síntesis O’konor (2017) tenga a dos mujeres bellas y fuertes (parafraseando el título de uno de sus temas) empuñando sendas espadas. Saga que continúa en su más reciente disco.

Lanzado el pasado 6 de diciembre, La otra dimensión es lo nuevo de la agrupación. Pero más que un álbum de estudio, los nueve tracks que lo moldean son un compendio de lados B de La síntesis O’konor, canciones inéditas y versiones especiales. Por lo que este recital se comportó asimismo como la presentación formal del disco, al punto de que la banda inauguró su performance con el tema que abre ese repertorio: “Buscando más allá”, vals sideral que a medida que avanza se torna en terrenal. No obstante, una vez que aterrizó, el quinteto tomó impulso para despegar con uno de esos clásicos sólo apto para fans: “Viejo ebrio y perdido”, incluido en el EP Navidad de reserva (2005) y preludio krautrockero de lo que estaba por venir una década más tarde. Luego de que Santiago Motorizado, cantautor ducho en la economía efectiva de la palabra, lo que evidencian sus composiciones (podría ser un gran pupilo de Mies Van der Rohe), saludara a la muchedumbre y agradeciera su asistencia, desenvainaron el instrumental (casi onomatopéyico) “La síntesis O’konor”.

En esa ida y vuelta de etapas, apareció la oda noise “Nuevos discos”, que forma parte del álbum que internacionalizó al grupo: La Dinastía Scorpio (2012). Aunque antes hicieron la novel encarnación de “Las luces”, tema partícipe originalmente de La síntesis O’konor y que en esta ocasión cuenta con la colaboración de Ani Cartolano. De hecho, la frontwoman de la banda argentina Las Ligas Menores fue la única invitada del recital. Aparte de “La casa fantasmal” y “Excálibur”, el otro track de La otra dimensión que estuvo entre las canciones que sonaron el sábado fue “El perro”, primer single de su flamante trabajo y cuya proyección de su video en tiempo real fue la novedad visual de su puesta en escena. Y es que El Mató a un Policía Motorizado estableció la atemporalidad como GPS. Por eso, y desde hace algunos años, respalda su relato musical (cada vez más cósmico, raudo y a un tris del pop) en imágenes que versan sobre el espacio exterior. Lo que recayó también en el protagonismo que ganaron los sintetizadores, instrumento que condensa el sonido del universo.

Tras el guiño decembrino con “Navidad en reserva” y “Navidad de los santos”, los platenses tocaron “La celebración”, antecedido (casualmente) por el nuevo hit de las arengas recitaleras: “¡Alberto, presidente!”. Acto seguido, tal cual tsunami, brotaron en el horizonte canciones devenidas nuevos clásicos de la música popular contemporánea local como “Chica rutera”, “El tesoro” (Fito Páez invitó a Santiago a cantarla en vivo en su show de agosto), “Yoni B”, “El mundo extraño” y “Sábado”. Al terminar “El fuego que hemos construido”, la banda abandonó el escenario dejando a sus espaldas un loop ruidista. A su vuelta, Santiago se colgó la guitarra eléctrica, y, en complicidad con el violero Gustavo Monslavo, quien tomó la acústica, reversionó “El día del huracán” y “El último sereno”. Ya con la formación completa, el pogo se prendió con “Ahora imagino”, “Más o menos bien” y “Chica de oro”. Mientras que “Mi próximo movimiento” sirvió para consumar un nuevo hito en la carrera de un grupo que a punta de autogestión se atrevió a cambiar la historia.