Los oficialismos ganan o pierden elecciones. Es un axioma de la política bastante extendido y en eso deben estar pensando Mauricio Macri, Miguel Lifschitz y Mónica Fein. O por lo menos, deberían estar pensándolo. De distintas formas, los tres plebiscitan sus gestiones de cara a las primarias de agosto y la generales de octubre. Macri y Fein son los que más cosas en juego ponen porque la Nación y la Municipalidad son las administraciones que más directamente impactan en la vida de la gente. La provincia, siempre de manera más indirecta, es considerada por el votante. Por eso Lifschitz cree -inteligentemente‑ que la seguridad y la obra pública deben ser el norte de su gestión.

Macri se pondrá la campaña al hombro en todos los territorios. Lo necesita y enfrenta la primera prueba electoral de su gobierno. Lifschitz y Fein tratarán de sacarle el cuerpo todo lo que puedan a la contienda. Sobre todo el gobernador socialista que aún tiene fe en el futuro. Es decir, aún confía en un escenario de reforma constitucional que pueda darle una reelección al frente de la Casa Gris. ¿Qué sucedería si el Frente Progresista hace una muy mala elección nacional en octubre? Los rivales internos de Lifschitz quizás no tendrían otra alternativa que conceder la posibilidad de una reforma para el 2018 para alimentar expectativas de sobrevida.

El caso de la intendenta Fein es diferente. Sabe que no está en su mejor momento ante el electorado, lo comprobó claramente en los comicios de 2015 cuando ganó por escaso margen, y no desconoce el desgaste de los años de gestión no sólo propia sino del socialismo en la ciudad. El socialismo sólo contra las cuerdas cedería espacios en los primeros puestos a representantes de los otros partidos del Frente. Pablo Javkin es la pieza clave en este armado también con proyección para el 2019. Pero el PS no dejará de tratar de imponer alguien del riñón para que le compita claramente en las primarias locales. Ese hombre o mujer aún no aparecen claramente, pero está siendo buscado con insistencia. No hay regalos en política y la generosidad no suele ser una virtud muy practicada.

Todo empezará con demoras. Las dificultades para el financiamiento y el escenario de saturación política del electorado son los factores que obligan a los candidatos a estirar el silencio y aguardar cautelosos en sus gateras. Nadie larga, sólo Agustín Rossi está en carrera desde hace rato para diputado nacional. Sin posibilidades de alianzas con el peronismo santafesino y recortado nítidamente en el espacio kirchnerista, su trabajo es fidelizar ese voto. No tiene otro recorrido posible. Dentro del PJ todos piensan que Rossi tiene un 10 u 11 por ciento de intención de voto, pero no aparece el que tenga al menos 12 para ganarle la interna y aglutinar el resto del peronismo provincial detrás de una candidatura a diputado nacional. Hay ensayos de todo tipo, pero el nombre todavía no aparece. Sin nadie al lado o enfrente, el ex presidente del bloque del Frente para la Victoria se queda por ahora con ese 10 u 11 por ciento claramente y pone en jaque al resto de los peronistas que tienen más claro el 2019 que el 2017.

María Eugenia Bielsa es una declarada enemiga de Rossi. Su estruendosa renuncia como diputada provincial se dio con fuertes acusaciones hacia el actual diputado del Parlasur y hacia el entonces presidente de la Cámara Luis Rubeo. En ese contexto algunos creen que la arquitecta estaría deseosa de competir directamente con Rossi en las primarias, pero en las generales ambos tendrían que compartir espacios en la misma lista y eso pone en peligro esa estrategia del armado peronista.

Desde otros sectores no dejan de enviarle mensajes al senador Omar Perotti, el gran elector de cara al 2019 y número puesto para la candidatura a gobernador. Fueron muy sintomáticas las declaraciones del senador provincial Armando Traferri -vocero y referente de ese particular polo de poder que conforman los senadores peronistas de Santa Fe‑ cuando reconoció que había contactos con el Frente Progresista, particularmente con el socialismo, para tratar de frenar la escalada del PRO en Santa Fe y apostar a alguna forma de supervivencia política. Es sabido que Perotti no podría acordar nunca con el socialismo, a quien considera también el adversario a vencer en 2019. Pero los acercamientos son mucho más que amagues. Hubo una serie de reuniones secretas entre encumbrados dirigentes del socialismo y líderes sindicales más cercanos del kirchnerismo en las que se habló de estas necesidades y posibles escenarios futuros. Que esos acercamientos tengan un resultado electoral común es muy difícil, pero las conversaciones continúan.

"Cuando los jefes no juegan la propia, apoyan de costado". Es otro viejo axioma político que posiblemente tenga algunos ejemplos en la contienda que se viene para mediados de este año. Están los que miran esta coyuntura corta, los que desean posicionarse para el 2019 y los que ya están posicionados para dentro de dos años. Los riesgos son diferentes y las ganas de asumirlos también.

Las listas cierran en junio, con lo que recién para finales de abril y principios de mayo empezarán a verse las caras, los afiches, las alianzas, los frentes y las posibilidades reales de cada uno. Los candidatos andarán con pies de plomo en la medida que saben que no hay margen para los errores y bravuconadas políticas que puedan ponerlos fuera de la grilla prematuramente.

Si bien todos avizoran campañas austeras, Cambiemos y el Frente Progresista son los que más poderío y despligue publicitario pueden llegar a tener. Más que nada por eso muchos analistas ven que la distribución de los 9 diputados en pugna para Santa Fe podrían distribuirse en tres y tres para el oficialismo nacional y el provincial; dos bancas que podrían ser para el PJ o el Frente Renovador y una última que podría ser también para alguna de estas dos fuerzas. Pero es sólo un lanzamiento de dados en base a un conjunto de datos más o menos objetivos. Se sabe, la hora de verdad sólo llega esos domingos que la gente camina hacia las urnas.