¿Qué ocurre cuando en una pareja se quiebra el pacto de intimidad que la funda? Lo que debería permanecer al resguardo de la mirada pública, de pronto es tema de debate y escarnio ajeno.

En la película El diario de una princesa el protagonista, un cirujano de quien se enamora Diana, le dice: No puedo estar contigo y con las 5 millones de personas que te aman”, a lo que ella responde; “Todos ellos me aman, ¿pero acaso hay alguno, en alguna parte del mundo, que quiera quedarse a mi lado?”.

Me pareció sumamente representativa esa frase acerca de la intimidad que el amor requiere, la creación de un código, siempre cerrado entre dos amantes, y hasta la invención de una lengua propia, a veces con modos de nombrar al otro como “bichi”, “gordi”, nombres que condensan, a la vez, el agalma y el desecho, lo que eres y lo que puedes perder, ese objeto preciado, elevado que hace de cada uno un ser especial.

Al renunciar a la realeza, Harry dice "Mi mayor temor es que la historia se repita. He visto lo que sucede cuando alguien que amo es tratado como mercancía''.

El amor cuando está pluralizado puede devenir mortal. El líder amado es también presa del odio. Pertenecer a la realeza mató a su madre. ¿No es acaso hacer otra cosa con la muerte, el trauma y el horror de haber tenido que acompañar el féretro de su madre con tan solo 12 años? Renunciar a los títulos nobiliarios y nombrarse a través de una mujer es lo que hace de Harry, ya no el hijo de una madre muerta, sino un h(n)ombre. Su decisión muestra que para que el amor no muera, la mirada del Otro tiene que estar siempre un poco ausente. Harry sabe que el amor tiene su trasfondo de horror, renunciar a la realeza hace de su amor, un amor más real.

Es frecuente que cuando una pareja se encuentra con otras, ese pacto en que los goces de cada uno de los amantes se encuentran al resguardo, de pronto es puesto sobre la mesa. Ellos suelen dispensarse del cuidado de los niños en la escena pública, dejando claro que entre hombres nadie es capaz de feminizarse, como sí podrían hacerlo en la intimidad donde consienten a feminizarse por el amor de una mujer.

La intimidad se ve amenazada cuando la terceridad aparece, y entonces, se generan complicidades, se dicen cosas que en privado no se dirían o que resonarían diferente, sin el amplificador social. Lo social es deserotizante per sé. Para que el lazo social se funde, lo sexual debe quedar de algún modo resguardado, sublimado. Cuando se trata de la sociabilidad, los goces quedan desparejados, el síntoma que los contiene trastabilla y la escena es proclive a deshacerse, es decir, socialmente los pactos entre los amantes se ponen a prueba, son forzados a semblantearse.

En tanto estamos aparejados al síntoma del otro (como partenaire del sujeto) cuando hay Otro, es decir, cuando hay lazo social – entendiendo por éste aquello que preserva al sujeto de la pulsión de muerte - se desgrana la ilusión que sostenía a los amantes en un pendular de dos, en una sincronía casi perfecta.

Primero está pulsión de muerte, como dice Freud, “lo que no pertenece al Yo es rechazado y puesto en el exterior”, sólo después el amor da la ilusión de plenitud con ese objeto ajeno, ahora devenido como parte suya, como lo más propio, íntimo y éxtimo.

Cuando la intimidad se quiebra, todo lo que estaba amparado bajo el amor se vuelve extraño, Otro absoluto. Quienes se separan y tienen que sostener económicamente a los hijos, suelen retacear lo que aportan, “es ella la que me quiere sacar plata”. Porque lo que se da, y más bajo la figura del dinero, como representante fálico por excelencia, encubre el deseo y el amor. Querer dar menos o no darlo en absoluto da cuenta de todo lo que ese sujeto perdió con la separación. “No puedo seguir perdiéndote”, podría encubrir ese no querer dar más a esa mujer que amó.

 

*Psicoanalista. Texto completo en Blog Extremidades.