No deja de ser sorprendente que en una ciudad como Buenos Aires, en la que se produce tanto y tan buen teatro, los espacios para pensar las artes escénicas brillen por su escasez. Claro que aún subsisten los grupos de investigación en las universidades, donde se produce un conocimiento valioso y que no trasciende sus paredes demasiado seguido. Y que aguantan, también, el periodismo y la crítica teatral en revistas y diarios, aunque vayan perdiendo poco a poco caracteres e influencia. Más difícil resulta encontrar proyectos que logren (o intenten) una síntesis de ambos mundos. Las experiencias de divulgación pensadas para llegar a un público medianamente amplio y que a su vez propongan un tiempo de reflexión más extenso, más profundo, son pocas: a esas raras excepciones, entre las que se cuentan la revista Otra parte, La llave universal o Funámbulos y algunos libros de las editoriales DocumentA/Escénicas, Libretto, Excursiones o Escénicas.Sociales, ahora se suma El tiempo es lo único que tenemos (Caja negra), una compilación de textos sobre artes performativas bajo la curaduría de las artistas Agustina Muñoz y Bárbara Hang.

Como un ramo compuesto por flores de texturas y colores muy distintos entre sí, el libro recoge distintas voces y tradiciones del pensamiento actual en torno a las artes performativas. Y ofrece, de esta forma, un abanico de textos disímiles que van desde las bitácoras de artistas a ensayos filosóficos que dialogan con muchas teorías de moda en la academia europea. Dos de ellas son el ecologismo y la ontología orientada a los objetos (OOO), que en las universidades del Reino Unido, Alemania y los países nórdicos pisan fuerte para pensar el vínculo entre lo humano y lo no humano en la escena. De esta forma, El tiempo... construye varixs destinatarixs posibles y puede abrir, según el interés que haya guiado a cada lectorx hasta sus páginas, diferentes mundos posibles. Algunos textos pueden leerse como un muestrario interesante de la producción teórica más reciente sobre “artes vivas” producida en América y Europa –la mayoría de lxs autorxs no suelen ser traducidxs al español y por ese motivo no llegan a las universidades locales–. Habrá nombres que sonarán más conocidos para quienes ya estén sumergidxs en el tema (André Lepecki, teórico brasileño que hace años enseña en la New York University; Tim Etchells, escritor y artista británico; la académica española Victoria Pérez Royo). Otros resultarán hallazgos nuevos y frescos: entre otros ensayos –una muy buena cantidad de ellos, escritos por mujeres– sobresalen el de Juan Francisco Maldonado, autor de la frase que titula este libro, con su invitación a pensar en la coreografía como un lenguaje ampliado que también sirva para analizar otros objetos del mundo, y el de Ana Vujánovic, con su propuesta a pensar en una dramaturgia del paisaje, esto es, en el espacio como una de las claves para analizar las artes escénicas –pero también otras manifestaciones– contemporáneas.

Otros textos, decíamos, son una invitación a espiar el trasfondo de la creación de diversos artistas. Las entregas de Diana Szeinblum y de Mariana Obersztern, escritas especialmente para este libro por encargo de Hang y Muñoz –sus respectivas discípulas– se pueden leer como diarios de artista que no sólo comparten anécdotas sobre un proceso de trabajo sino algo más trascendental: su mirada sobre el arte y sobre el mundo. Porque tan importantes como el tiempo invocado desde el título son los conceptos de cuerpo (poner el cuerpo, pensar desde el cuerpo) y mirada (mirar). Como dicen las compiladoras en el prólogo, “este libro es una invitación a volver al cuerpo, a pensar desde el cuerpo y con el cuerpo las relaciones con el mundo y el encuentro con lxs otrxs”.