"Plata quemada nos llama la atención porque, a pesar de sus años, es increíble la permanencia de los grandes temas que plantea. Como sociedades, si no avanzamos, va a ser siempre una vuelta al círculo vicioso de violencia, corrupción y destrucción de la esencia humana”, dice a Página/12 Juan Carlos Zagal, de la compañía chilena Teatrocinema, que trae al Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) su versión teatral de la novela de Ricardo Piglia. Uno de los pilares del grupo es la fusión de lenguajes. En este caso, las ideas de Piglia se mezclan con elementos del cine, el cómic y la música. “Queremos que el espectador viaje con nosotros a nivel sensorial, intelectual y también lúdico: jugamos mucho en el escenario”, agrega el director del espectáculo.
Teatrocinema es un devenir de la compañía La Troppa, de los ochenta, conformada por Laura Pizarro, Zagal y Jaime Lorca. En 2005, el grupo fue refundado con su nombre actual. Se ha presentado en más de 20 países. Plata quemada es una adaptación de la novela que recorre sucesos reales ocurridos en la provincia de Buenos Aires en 1965, en los que un grupo de políticos, policías y maleantes se unen para realizar un atraco a gran escala a un camión de valores. Los asaltantes deciden traicionar a sus socios y escapar con el dinero. Zagal cuenta que optó por no ver la película de 2000, porque no quería verse influido por ella. La compañía, que ha presentado espectáculos como Sin sangre (2007) y El hombre que daba de beber a las mariposas (2010), experimenta con la tecnología. “Usamos mucha pantalla y etcétera. Queremos hacer teatro hoy. No nos interesa ser una pieza de museo”, argumenta.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo?
-Hemos hecho varias veces adaptaciones de novelas. Nos gustan los cuentos, narrar historias. Invitar al espectador a un viaje en el tiempo y el espacio, a salirse de lo cotidiano. La novela, aparte de lo poderosas que son la psicología de los personajes y la trama, está hecha como una crónica policial de diario. En el teatro aparecen la síntesis, la elipsis; elementos que maneja bien el cine. Nos divertimos mucho por momentos. La puesta en escena muestra a actores que están intentando hacer la obra. Por momentos todo se interrumpe por la torpeza de nosotros de no saber cómo hacerlo, nos tropezamos, se nos olvida… hay un juego muy fino. Un distanciamiento que ya lo plantea Piglia con Emilio Renzi. Tomamos eso para que la gente descanse un poco, porque la historia es ruda, violenta. Aparentemente desesperanzadora, pero creo que no: que plantea que si queremos resolver algo tenemos que enfrentarlo. Mirar a la cara el miedo, la corrupción, la violencia.
-Narrar historias no es tendencia mundial en el teatro. ¿Sienten que van a contrapelo?
-El concepto de acción que está en la literatura, el cómic y el cine, muchas veces en el teatro se sacrifica. Nosotros hablamos de la poesía de la acción: si son bien elegidas pueden generar un viaje, un túnel caleidoscópico, en un mundo onírico, surealista, lleno de imágenes. Como en un sueño. Cargar la acción a la palabra me agota.
-¿La situación actual chilena implica para los artistas una reformulación de sus poéticas?
-Estrenamos en mayo, meses antes del estallido. Mucha gente que vio la obra, jóvenes sobre todo, después cuando estaban en plazas y manifestaciones enfrentándose a toda esa violencia desatada, se acordaban de la obra. Le dieron una lectura totalmente distinta. Y se leyó muy distinto ahora en enero en el festival "Santiago a Mil". La gente se preguntaba por qué sentía empatía por esos asesinos, lúmpenes; por tipos que no tienen piedad ni respeto por la vida ajena. Cuando se produce el estallido uno entiende que hay un grado de violencia tremenda. Y entiende de dónde viene. Por lo menos despertamos a hacernos cargo del problema: si queremos enfrentar nuestros problemas como sociedad tenemos que enfrentarnos a esa violencia. Vamos a sufrir mucho. Yo sufrí mucho este tiempo, porque también viví la dictadura. Piglia nos dice que reflexionemos sobre la violencia, el poder del dinero, la codicia, la avaricia. Y lo que genera el patriarcado, que nos agobia a todos. Es pertinente mostrar esta historia. Nuestro teatro se transformó en algo muy político.