Poner a la Argentina de pie, decía el eslogan de campaña del presidente Alberto Fernández. Encender la economía. Volver a crecer. Hay que ponerla de pie porque la entregaron de rodillas, podría leerse como reverso de la frase que se escuchó repetidamente en la Cámara Alta y en la Cámara Baja, donde esta semana se aprobó la ley que autoriza al Poder Ejecutivo a iniciar un proceso de reestructuración de la deuda externa.

La deuda externa es un asunto central de la vida política de nuestro país desde siempre. Desde aquel primer préstamo con la Baring Bothers en 1820, que se suponía que iba a ser para el desarrollo ferroviario y por el que recibimos apenas la mitad de lo solicitado cuando se pagaron adelantos y comisiones. Siempre estamos tomando deuda, renegociando deudas, al borde de caernos del mapa por deudas. Primero pedimos dólares, después piedad, luego perdón.

Escribo el plural y dudo: “¿Tomamos deuda?” ¿Quiénes? Esa naturalización que nos involucra a todxs como acreedores involuntarixs es la que necesitamos desandar. Si nuestras deudas no son públicas, que la deuda pública no sea nuestra. Pero el macrismo ni siquiera se limitó a empapelar las arcas públicas con promesas de pago de acá a cien años. También gobernó para plantar en los hogares mini bombas de tiempo que suenan al ritmo de cada vencimiento y ponen clima de suspenso a cada fin de mes. Cuotas de tarjetas impagas, créditos por las nubes y cartas documento.

Si hoy el Congreso pareciera asumir por consenso la insustentabilidad de la deuda externa, es el momento indicado para revisar la insustentabilidad de la deuda que dejaron a los hogares.

El manual del buen neoliberal del siglo veintiuno trae instrucciones precisas: endeudar todo lo que pueda ser endeudado. En un mundo en el que las personas con trabajos fijos son un porcentaje cada vez menor, ya no sólo son sujetxs de crédito lxs trabajadorxs asalariadxs. Si la jubilación no alcanza, endéudese. Si el salario no alcanza, endéudese. Si las prestaciones sociales no alcanzan, endéudese.

Ya sea que estén sentados en la gerencia de un banco, firmando decretos en algún ministerio o manejando un negocio de préstamos no bancarios, los empresarios saben bien que las tasas de interés son un mecanismo para sacarle a cada quien lo máximo que se pueda. Los que prestan duermen tranquilos. Gozan del anonimato. La mayoría de las veces no sabemos ni dónde viven ni cómo se llaman mientras ellxs conocen cada movimiento de sus deudorxs. Y la información es poder (de cobro). Tienen además el acompañamiento de la Justicia para ejecutar, expropiar y quedarse con lo ajeno. Con todas las de la ley.

Empezar por lxs últimxs

El gobierno anterior empezó por lxs últimxs (a la hora de endeudar). El ex titular de la ANSES, Emilio Basavilbaso, festejaba los logros de su gestión como si lo que presidiera no fuese la Agencia Nacional de Seguridad Social sino la gerencia de alguna financiera. Los ex créditos Argenta devinieron Créditos ANSES en 2017 con una novedad importante: incorporaron a beneficiarias de la Asignación Universal por Hijx y por Embarazo (el femenino es adrede ya que el 97% de quienes la cobran, asumiendo por ello la responsabilidad de los condicionamientos de la asignación, son mujeres) y a beneficarixs de pensiones no contributivas (por invalidez o por ser madre de siete hijxs). La otra novedad fue el ajuste de la tasa de interés que pasó a ser mucho más alta que la inflación.

Antes de las elecciones del 2017 y a sólo un click de distancia, cientos de miles de beneficiarixs quedaron habiltadxs para endeudarse a doce, veinticuatro y sesenta cuotas. En ese momento, entregaron más de un millón y medio de créditos a beneficiaras de AUH y otros ochocientos mil para jubiladxs y empleadxs en relación de dependencia con ingresos cercanos a una canasta básica. En 2019, hubo otro relanzamiento. Timing electoral.

Mientras tanto, la inflación y el desmantelamiento de programas como REMEDIAR hacían invivibles las vidas de quienes acudieron a esos créditos para llegar a fin de mes. La respuesta estatal a la situación humillante de tener que apagar la estufa en invierno por los tarifazos, reducir el consumo de alimentos o la ingesta de un medicamento porque la plata no alcanzaba para comprar todas las dosis, fue endeudar. Combo explosivo (o mejor dicho, implosivo): caída de los salarios, de las jubilaciones, de las prestaciones sociales y aumento de la deuda.

A la fecha, según información de la ANSES, hay cinco millones y medio de endeudadxs. El 34 por ciento (1,9 millones) son beneficarixs de la AUH. Se trata de personas que pertenecen a los deciles de ingresos más bajos, que consumen y pagan sus impuestos, pero cuyo trabajo no es reconocido como debería. No tienen aportes patronales, ni vacaciones pagas, ni derechos laborales. Entre las beneficiarias de la asignación, un gran porcentaje son trabajadoras de casas particulares, de los trabajos más sacrificados y peores pagos de mercado laboral, en el que se emplean una de cada cinco de las mujeres que trabajan fuera de sus casas. Es evidente que la sociedad entera (y sobre todo sus patrones que no pagan lo que la ley indica) está en deuda con ellxs y no al revés.

En el mes de diciembre se anunció una reducción de las tasas y la suspensión del cobro de tres cuotas (con alargamiento de los plazos). Para alguien con crédito AUH (pueden solicitar como máximo $12.000) la cuota que no podía superar el 30% de la prestación, se redujo en un 21% y ahora no puede superar el 20%. Un jubiladx con un crédito de $50.000 (sin importar cuanto cobran, pueden solicitar hasta $200.000) que pagaba $3100, ahora pagará $1990 (-36%).

El esquema de tasas y montos máximos de los préstamos sigue siendo contrario a la mejora en la distribución del ingreso. La ANSES cobra tasas más altas y presta menos a beneficiarixs con ingresos más bajos.

Algo similar ocurre con quienes adquirieron créditos UVA. Hasta ahora, sólo tuvieron respuestas (aunque parciales) lxs que tomaron créditos hipotecarios, que al menos pueden reclamar una propiedad. Quienes sacaron esos mismos créditos en su modalidad de préstamos personales (en general lo hicieron para pagar viejas deudas o gastos urgentes como intervenciones quirúrgicas y compra de insumos para la salud), no tuvieron hasta ahora ninguna respuesta.

En el Congreso hubo más de diez proyectos con soluciones para lxs deudores hipotecarios UVA y sólo uno para quienes poseen deudas con la ANSES. Se trata de un proyecto de la Senadora Nancy González, que propone eliminar el pago de intereses para lxs beneficiarios de pensiones, asignaciones y jubiladxs que cobren menos de dos canastas básicas.

También el feminismo nos ha enseñado que no hay vida sin libertad ni libertad con deuda y así llegamos a que nos deben una vida. Y nos la vamos a cobrar. "Vivas, libres y desendeudas" no es solo una consigna, sino que es un plan de acción colectivo, gestado al calor de paros y asambleas.

En este momento de avanzadas conservadoras, es clave correr la deuda del plano moral en la que se la quiere ubicar. Como dijeran Gago y Cavallero en “Una lectura feminista de la deuda” (2019), de lo que se trata primero es de sacarla del closet. Y como aquellos mandatos que no elegimos, dejar de tener vergüenza y culpa por no sostenerlas. Hay deudas que no se honran, se odian.