En forma concomitante al vaciamiento de contenidos y de recursos educativos se produce la tan anhelada (por Cambiemos) privatización y tercerización también en materia de educación sexual. Como suele ocurrir cuando el Estado no brinda un derecho, éste se transforma en un privilegio. Los riesgos se multiplican no solo porque las capacitaciones en Educación Sexual son únicamente para los docentes que puedan pagarlas sino también porque no hay garantía de que los enfoques que se seleccionan para abordar la sexualidad se correspondan con la Ley 26150. Más bien suele suceder todo lo contrario porque: ¿A qué no saben quiénes intentan entonces monopolizar el tema y hacia qué sectores se terceriza? Por supuesto aparecen viejos y nuevos rostros que siempre pretendieron monopolizar la sexualidad humana en toda su integralidad y que relegados y dormidos en naftalina (aunque no tanto ya que siempre aparecían) bajo el interregno kirchnerista ahora vuelven a recuperar el protagonismo. Son los tiempos de restauración ultramontana de Aguer con sus críticas al petting, al vicio de la fornicación y a todo lo que huela a sexualidades diversas o a identidades trans. 

Ese es el marco que posibilita, entre tantos ejemplos, el resurgimiento de la ONG <http://www.protegetucorazon.com/>Protege tu corazón que, fundada en los años noventa y con sede central en Colombia tiene referentes en Argentina provenientes mayoritariamente de la Universidad Austral, la Universidad Católica y escuelas privadas. El problema es que, al menos desde el año pasado, sus representantes imparten talleres de educación sexual en escuelas públicas en la Ciudad de Buenos Aires y en varias provincias de Argentina. Imbuidos de un espíritu fuertemente cristiano, preconizan la abstinencia al menos hasta los dieciocho años y el no uso del preservativo (porque no es cien por ciento seguro, justifican). “Ni ‘tabú’ ni condón, es decir, ni deficiente, ni simplista. La mejor alternativa, mirada con pragmatismo, es una educación que aliente la capacidad de autocontrol. En pocas palabras, una educación que desarrolle el carácter”, sostienen en sus frases rimbombantes de irresponsable terquedad.

Asimismo, en un contexto en donde se habilita a las ONG a hacer parte del trabajo que le corresponde al Estado se multiplican los cursos en las redes sociales. “Diplomado argentino del Bicentenario en Educación sexual y conductas de riesgo” se anuncia tan alegre como banalmente desde afiches y desde la página web del grupo Congreso. La oferta educativa se incluye entre un conjunto de seminarios y diplomaturas de corto plazo, generalmente a distancia y por supuesto todos arancelados, que abarcan un arco tan amplio (una bolsa de gatos digamos) que va desde “Diplomatura en Neurociencias y Educación”, en “Educación Urbano marginal”, en “Maltrato y Abuso Sexual Infantil”, en “Auxiliar socio terapéutico en adicciones”, en “Bullying homofóbico”, entre alrededor de cuarenta opciones con títulos más o menos preocupantes, algunos de ellos ideológicamente riesgosos, por decirlo delicadamente. La organización corre a cargo de una autodenominada entidad educativa llamada grupo Congreso cuya misión principal parece ser la organización anual de un Congreso Internacional de Educación auspiciado por algunas embajadas, una serie de universidades muchas de ellas privadas, organismos internacionales y por el Ministerio de Educación de la Nación.

El mero título de la diplomatura “Educación sexual y conductas de riesgo” echa por tierra una larga lucha que culminó en la sanción de la ley 26150. La Educación Sexual a secas aparece históricamente asociada con el paradigma biologicista y -esa ha sido la experiencia de generaciones de estudiantes secundarios y docentes- venía de la mano de fotografías más o menos espeluznantes sobre las consecuencias de las conductas de riesgo: genitales chorreando la pus de la gonorrea, bocas en descomposición por la sífilis, cuerpos a punto de desintegrarse por complicaciones producto del sida. En un mismo plano parecían ponerse las ETS, el abuso y los embarazos adolescentes. Por supuesto que el fin último de la ESI es la prevención de las ETS, el abuso y las relaciones violentas en noviazgos pero también es sabido que no es a través del miedo y el terror como se construyen conductas preventivas a largo plazo. Otro aspecto preocupante ya adentrados en el programa es el uso del término adicciones que remite a un paradigma esencialista que convierte a la persona en un adicto toda la vida. Frente a este paradigma se había impuesto en los últimos años el de “Consumo problemático de sustancias” que hace hincapié en la relación conflictiva que un sujeto podía establecer con una sustancia durante un tiempo determinado.

En este espectro tan delirante uno añora y esperaría la palabra y las enseñanzas de Peperino Pómoro, aquel mártir perseguido por degenerado y homosexual generalmente bajo la acusación de “¡Peperino se la come!”.