Reformular un sistema impositivo regresivo y crear una fiscalidad centrada en la progresividad es una de las vías a través de las cuales el gobierno de Alberto Fernández aspira a poner de pie una economía devastada y atacar la pobreza y las inequidades sociales que dejó la gestión macrista.

En principio, ese rumbo recibió algunos guiños tan favorables como inesperados. La nueva Directora del FMI, Kristalina Georgieva, afirmó que “subir el impuesto a los más ricos reducirá la desigualdad sin sacrificar el crecimiento”. Y encontraría apoyo en Bill Gates, para quien los ricos deben pagar más impuestos “para la posterior redistribución de las ganancias y así reducir la brecha entre estadounidenses ricos y pobres”.

Apoyos menos estridentes, pero sólidos, encuentra esa política en nuestro pasado, pues políticas fiscales progresistas fueron realizadas con éxito por el primer peronismo. A esta certeza hemos arribado estudiando el sistema impositivo en Tucumán entre 1940 y 1955 para dilucidar si el Estado peronista cimentó un sistema fiscal con predominio de los impuestos progresivos, o si por el contrario continuó prevaleciendo la imposición regresiva sin romper con la etapa conservadora.

Hemos trabajado en dos dimensiones analíticas (una teórica-legal, la evolución de las normativas fiscales y otra empírica-real, el impacto de éstas en la recaudación impositiva), considerando el impuesto inmobiliario y algunos gravámenes incluidos en la coparticipación federal: réditos (como se denominaba a ganancias) y otros impuestos a la riqueza (ganancias eventuales y beneficios extraordinarios).

En 1947, los gobiernos provinciales reformaron el impuesto inmobiliario. En los casos estudiados, Tucumán, Buenos Aires y Santa Fe, la nueva ley superaba el problema de la inequidad a partir de la creación de las nuevas alícuotas escalonadas de 15 grados o más, lo que obedecía a un criterio más progresivo. En Buenos Aires, la normativa impactó de tal manera que la tasa se triplicó respecto al año anterior para las propiedades más valiosas pertenecientes a la última categoría de contribuyentes.

Un aspecto de tinte social de la ley en Tucumán fue el avance sobre el ausentismo, ya que definía qué hacer con los terrenos baldíos y las propiedades rurales no productivas. Si no se pagaba una multa establecida, las tierras quedaban sujetas a expropiación, se procedía a remate y los beneficios se destinaban a la construcción de viviendas económicas.

¿Cuáles fueron los efectos de la reforma en la recaudación fiscal? Sólo el impuesto inmobiliario duplicó los ingresos para el fisco de Tucumán en el primer año y los triplicó en el segundo. En el análisis comparativo con los demás gravámenes, el impuesto territorial llegó a aportar el 44 por ciento de la recaudación total en 1948, lo que representó un significativo avance en la fiscalidad progresiva respecto del 28 por ciento en 1942.

Hay quienes afirman que la política económica peronista giró hacia una fiscalidad regresiva a partir de la crisis de 1949. Por el contrario, la sanción de una nueva la Ley Impositiva en 1954 selló el compromiso del peronismo con la redistribución de los ingresos porque profundizó la progresividad y la proporcionalidad del impuesto inmobiliario de 1947. La reformulación del gravamen benefició a los contribuyentes más humildes con la rebaja de las tasas en un 50 por ciento, mientras que para la última categoría, los contribuyentes más ricos, el impuesto se incrementó en un 39 por ciento.

Respecto de la percepción de impuestos coparticipables, se distinguen dos etapas en la provincia y esa división está marcada por el ascenso del peronismo. El promedio de ingresos totales en el período 1940-1946 rondaba los 10.500 millones de pesos, mientras que entre 1947 y 1954 se incrementó de manera notable hasta alcanzar los 21.900 millones. Esto significa que en 1951 la recaudación en Tucumán había crecido un 88 por ciento respecto a 1941.

En 1950, la percepción de todos los gravámenes descendió de manera considerable por efecto de la crisis económica, excepto el impuesto a las ganancias, que se incrementó en los dos años siguientes hasta alcanzar el nivel más alto de todo el período.

Ahora bien, si por ley se había reducido el porcentaje de coparticipación en las provincias más pobladas -Tucumán entre ellas- y además, la recaudación impositiva había disminuido, entonces ¿cómo se explica el fabuloso aumento de la recaudación de impuestos de coparticipación en la provincia?

La clave está en el impuesto a las ganancias, gravamen directo y progresivo por antonomasia, que se convirtió en el elemento dinamizador de la recaudación y –a su vez- en el multiplicador de la coparticipación en su conjunto. Si además, en épocas de crisis los impuestos directos son más difíciles de cobrar que los indirectos, entonces se puede deducir que el peronismo ejerció una fuerte presión sobre los sectores más poderosos. A esto hay que añadir los ingresos de Ganancias Eventuales y Beneficios Extraordinarios -impuestos directos y progresivos- que también afectaban a la misma franja de contribuyentes. La recaudación de los impuestos directos se elevó del 10 al 36 por ciento frente al marcado descenso de los indirectos, que se redujo del 90 al 51 ciento.

Así, el peronismo cristalizó la idea de distribución más equitativa de los recursos, en el sentido que expresara Perón: “una política económica que lleve el bienestar a toda la masa del pueblo que antes era explotada por la oligarquía… No nos importa que sus bienes sigan produciéndoles renta, nos basta con que la riqueza del país llegue al más apartado rincón y al más humilde de los ciudadanos para hacer realidad el anhelo de la nueva Argentina con menos pobres y menos ricos”.

* CONICET-ISES - UNT Facultad Ciencias Económicas