El jefe de la barrabrava de Ferroviarios se desangra debajo del paravalanchas. Alguien le dio un puntazo con una faca. Comienzan las corridas en las tribunas, el partido se suspende y la violencia se apodera de la escena. Tal es el comienzo de Puerta 7, entrega que tuvo publicidad gratuita durante los últimos fines de semana por hechos extremadamente similares en el fútbol del ascenso (lo que pasó en la cancha de Chicago es de una semejanza inquietante). La realización original de Netflix, que cuenta con la producción de Pol-Ka y la dirección de Israel Adrián Caetano, se despliega sobre ese terreno putrefacto de la realidad tan provechoso para la ficción. A partir de ese inicio frenético, se entraman varias historias y toda una gama de personajes en distintas escalas de grises. La narrativa se cuece al compás del crimen organizado, las luchas de poder, la marginalidad y (algo de) fútbol. Sus ocho episodios fueron dispuestos íntegramente el último viernes en la plataforma de streaming.
La lupa de Puerta 7 está puesta sobre un club ficticio que está peleando el campeonato de Primera División justo en un año de elecciones. Lomito (Carlos Belloso) y su ladero, Fabián (Esteban Lamothe), manejan los negocios sucios con la arenga de la tribuna de fondo. La pelea surge por un frente interno: el narcotráfico no sólo tiene interés en vender droga en la cancha sino en lavar dinero a través de la venta de jugadores. Dolores Fonzi interpreta a Diana, una abogada encargada de erradicar la violencia en la institución presidida por el personaje de Antonio Grimau. “Es una mujer metida en un ámbito muy machista y se empieza a codear con el poder, le tienta el poder, es ambiciosa. Tiene buenas ideas pero eso puede esconder un gesto de vanidad. El fútbol teje redes de poder y tiene esa impunidad. Todos están tocados y entrelazados. No es una serie de buenos y malos. El club sirve para desarrollar otras cuestiones”, explica la actriz. “Me atrajo y valoro el gesto de la serie de poner a una mujer, que tiene una novia mujer, y que cae en este club con un cargo muy caliente y que para los barras sea como una extraterrestre”, dice Fonzi. En realidad, el único rol verdaderamente empático de la ficción es el de Mario (Nacho Quesada), un pibe de barrio que busca sobrevivir en ese contexto fiero. Unos y otros, en definitiva, se revuelven en este thriller futbolero.
Si algo queda claro es que el director de Puerta 7 vio mucho fútbol desde el mismo ámbito donde cada fin de semana sucede algún hecho lastimoso. El pulso y la tensión se aprecia en las escenas de plano secuencia dentro de la cancha. Los intérpretes, sin embargo, resaltan otros aspectos de Caetano. Para Grimau se trata del segundo trabajo con el director tras Sandro de América. “Viene, te apoya la mano en el hombro y te dice por dónde va la escena. Es un sabio y tiene un gran olfato cinematográfico. Tiene una mirada muy certera de lo que quiere”, dice el actor que tuvo, además, la chance de filmar varias escenas en la cancha de Huracán, club del que es hincha. Fonzi apunta a la contundencia estética y su habilidad para desacralizar las cuestiones sociales manejando matices. “Es una serie sobre barrabravas, tema medio tabú, pero no dejás de mirar un cuento con personajes muy humanos”, resalta. En el caso de Lamothe, trabajar con el director de Un Oso Rojo y El Otro Hermano, también implicaba un plus. “Quería hacer algo con él. Sus propuestas toman un género, lo deforma y reinterpreta. Acá hago de un barra. Tengo muchas escenas de acción y con Israel flasheábamos Bruce Willis en Duro de Matar. Mi personaje puede torturar a alguien pero después tiene otro costado. Aparece este pibito, Marito, al que él empieza a cuidar de manera más paternal. Su historia de amor es esa. No es que sólo opera para los villanos. Sería insoportable”, repasa el actor.
Entonces, además de mostrar el lado más sórdido del fútbol, el drama tiene la intención de enseñar personajes con contradicciones y opacidades. Mientras que Grimau representa al “viejo lobo que fue cediendo”, Juan Gil Navarro, por su parte, interpreta al elegante y oscuro tesorero de la institución. “No todos los tesoreros de los clubes tienen que ser así pero su función es clave. Él es primero fiel a sí mismo. Es de buenos modales pero execrable”, dice. No por nada es Santiago quien, en más de una ocasión, pronuncia la antológica frase de Julio Grondona. “El Todo Pasa condensa tanto. Sintetiza muy bien lo que es esta cosa nostra argentina en la que se volvió el fútbol”.
Martín Zimmerman, el creador de Puerta 7, cree que la serie juega a dos puntas. Contar una historia atrapante e indagar sobre las condiciones de violencia que se anidan y desarrollan en el deporte más convocante en la Argentina. “Para mí la serie empieza en el momento en que uno ve esas imágenes de violencia en una cancha y te preguntás, ¿cómo es que uno puede llegar a convertirse en eso? Hay que construir a fondo y de a poco ese mundo para entenderlo y hacérselo sentir al público”, asegura quien también escribió guiones para otras series ásperas de la señal de streaming como Narcos y Ozark. Caetano, por su parte, confiesa que usa la ficción para abordar temas que le causan espanto. “A mí la violencia me causa rechazo. En Puerta 7 inevitablemente va a haber referencias de la realidad, pero no hay un regodeo con los barrabravas, no son solamente asesinos, ni delincuentes por fuera de la sociedad, o mostramos que los pobres son unos boludos que son usados por los demás. Intentamos escapar de los estereotipos. No nos queremos quedar con la imagen de gente apuñalándose en la tribuna. A mí, ver como veinte tipos se la agarran con uno no me sirve de nada. La serie va por otro lado”, expresa el director. Zimmerman, hijo de una argentina pero formado en Estados Unidos, cree que jugar de visitante y local le ha servido para tener una mirada más amplia y extrañada, frente al ritual de lo habitual de las barras. “No es sólo para la audiencia argentina sino para el público internacional. Cuando estábamos trabajando en los guiones y había algo que no entendía, algo muy de código le decía a mis compañeros, 'pará, frená, explicámelo'. Quiero que este producto sea digerible para varios tipos de espectadores”, repasa. Caetano, en esa línea, confiesa que quería trascender lo folclórico. “Puerta 7 tiene frases antológicas que las va a captar el de acá: 'Todo pasa', 'vas a correr', 'embarrar la cancha'. Pero el desafío es que lo pueda ver mucha gente en todo el mundo”, puntualiza.
-En la serie, además de la temática, y el gancho de la violencia social, aparecen algunas referencias muy claras a películas mafiosas como El Padrino y Promesas del Este. ¿Esos homenajes están ahí para amoldarse a los códigos de ese subgénero o sirven para algo más?
Adrián Caetano: -A mí me parece que como sociedad primitiva que somos todavía no podemos salir de esa estructura mafiosa que tenemos para constituir espacios. Son espacios destructivos pero también de pertenencia. El hincha viejo te cuenta que los barras de antes te cuidaban. Será por añoranza del pasado pero es claro que hay un recrudecimiento de la violencia social. Lo notás. Lo hablamos mucho con Martín, este tipo de mafia no es la mafia de El Padrino o la de Érase una vez en América, no es la inglesa ni la de los yakuza. Es una mafia muy particular, muy nuestra, muy local, quizá en otras partes se replica pero acá aparece en el fútbol. Desde ahí se multiplica. No podemos salir de ahí. Estamos anclados lamentablemente en eso.
-¿Cómo fue la investigación en la preproducción, teniendo en cuenta que hubo muy poca distancia con otra entrega como Apache con la que es casi una hermana?
A.C.: -Somos rioplatenses, quieras o no el fútbol te marca como pasión única, a mí me gusta ir a la cancha, tengo futbolistas en la familia, no tuve que indagar mucho. Sí tuve que indagar en lo que me propusieron Martín y Patricio Vega. Esos guiones y personajes. Desconocer el mundo de los barras si sos de ir a la cancha…en algo le estás pifiando.
Martín Zimmerman: -Hablé con gente que conoce ese mundo. Pero quise usar mi ignorancia como herramienta. Porque estamos tratando de iluminar un sistema y una microsociedad pero sobre una historia, con su secuencia. Teníamos que lograr que fuera legible.
-¿Por qué cree que siendo un algo tan propio y extendido no es una temática que se haya abordado tanto desde el cine y la ficción?
A.C.: -Quizá porque la gente de lo audiovisual no es tan futbolera. Lo interesante del abordaje de Martín es que analiza estructuralmente cómo funcionan los barras aunque no es algo antropológico. Hay un club ya instalado, con los dirigentes operando, su vínculo con un barrio, unos barras que hacen guita y pueden llegar a vivir muy bien. Lo bueno es que te viene cine a la cabeza, no te vienen las imágenes de TN. Eso es un logro.