Desde La Habana

La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña tiembla. Más de 400 mil personas caminaron, caminan y caminarán por la más grande edificación militar construida en el siglo XVIII por España en América, un cruce de caminos donde se realiza la Feria Internacional del Libro de La Habana. La ciudad mestiza, maravillosa, sensual, gozadora, sonriente, musical y bulliciosa cautiva a la psicoanalista y escritora rosarina Viviana Dujovne, que presentó en la feria Para no remar en la arena. Psicosis y autismo en la infancia: una clínica institucional (Letra Viva), libro en el que compila experiencias del psicoanálisis sobre el autismo infantil. “Siempre me han interesado los movimientos de luchas emancipatorias, sobre todo en América Latina. Cuba ha sido y es un ejemplo y un norte. Aun con todos los problemas que tienen, han resuelto o están en vías de resolver, a pesar del bloqueo de Estados Unidos y sus aliados”, plantea Dujovne a Página/12.

“Desde muy joven estudié y seguí la revolución cubana. Recuerdo los casetes clandestinos de Silvio Rodríguez que circulaban durante la dictadura cívico-militar”, cuenta la fundadora de “El Trampolín”, un centro educativo-terapéutico creado en la ciudad de Rosario en 1992 que asiste a niñas y niños de 4 a 14 años. La psicoanalista y escritora militó en organismos de Derechos Humanos en la década del 80 y participó en colectivos de apoyo a Nicaragua en 1979. “Actualmente me convoca el movimiento de mujeres por la potencia de nuestra lucha. Apoyo los movimientos populares y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para combatir el neoliberalismo, verdadero verdugo de los pueblos”, subraya Dujovne.

--¿Por qué el abordaje de la psicosis y el autismo en la infancia, más de una vez, implica “navegar en aguas oscuras”?

--Los autores de los artículos compilados en Para no remar en la arena sostenemos que “navegar en aguas oscuras” sería la alternativa a la imposibilidad que implica “remar en la arena”, como alude el título del libro. Implica soportar la incertidumbre y aceptar el desafío de tomar en tratamiento a un niño cuya estructura subjetiva es muy frágil o encuentra serios obstáculos para desplegarse. Sin embargo “navegar” es no retroceder ante el autismo y la psicosis sino poder esperar con distraída atención la aparición de un gesto, palabra, acto, en fin, el detalle que sitúe al niño como el sujeto que es, para desde allí poder ofrecerle aquellas herramientas de las que no dispone, permitirle acotar el goce/sufrimiento del que es objeto y de ese modo lograr ciertos artificios que le permitan estabilizarse. “Navegar en aguas oscuras” es también dejarnos interrogar por lo que este niño sufriente intenta inscribir, sin lograrlo, mediante sus actos “locos”. Supone atribuir subjetividad aunque este niño pareciera no estar inscripto en ningún discurso.

--A partir de la experiencia en el centro educativo-terapéutico “El Trampolín”, ¿qué avances han conseguido a partir del enfoque multidisciplinario?

--Partimos de la premisa de que se trata de patologías muy severas y por lo general crónicas. El objetivo es que los niños y sus familias encuentren el mejor modo de llevar adelante la crianza, aunque esta presente, a veces, ribetes dramáticos. No podemos saber a priori cuánto podrá mejorar esa niña o ese niño. Depende de los recursos de cada uno y de la disposición de la familia. No siempre el dispositivo terapéutico encuentra el modo posible de aliviar sus padecimientos y los de su familia. Sin embargo los padres encuentran un lugar donde su hijo es alojado, esperado, respetado en su singularidad y no tratado con métodos de adiestramiento que pueden resultar violatorios de los derechos que lo asisten en tanto niños.

--¿Cómo se trabaja con chicos que, en la mayoría de los casos, no están sujetos al lenguaje o tienen un lenguaje muy “rudimentario”?

--En principio siendo “desobedientes” del aparente sentido común para dirigirnos a ellos como lo haríamos con cualquier niño que habla; atribuirle preferencias, deseos, angustia, alegría, enojo, aunque no lo exprese con palabras. Los niños tienen muchos modos de decir su padecimiento, no solo con el lenguaje. El modo de abordar el tratamiento es mediante el juego, aunque muchos niños justamente no puedan, aún, jugar. Sostener escenas lúdicas en las que, un acto sin sentido, por ejemplo arrojar impulsivamente objetos, se convierta en un juego, que tenga un marco, una alternancia, que acote el acto interminable y repetido del arrojar, por ejemplo, tirando una pelota a un aro de básquet. Es el niño mismo quien nos guía en su tratamiento. La demanda del otro le resulta insoportable, por lo tanto deberá ser tangencial, sesgada. El niño responde a la demanda con mayor aislamiento cuando es directa. La habilidad del equipo consistirá en facilitar las condiciones para que el niño consienta el encuentro y logre salir de su aislamiento.

--¿Cuáles te parecen que son los principales desafíos en torno a la psicosis y el autismo en la infancia? El sistema educativo público, ¿está preparado para recibir y educar a chicos con autismo?

--Se habla mucho de la integración escolar y social de los niños “especiales”. Creo que es necesario diferenciar entre los niños que presentan retraso mental o discapacidades sensoriales, con los que es posible la integración escolar, con adaptaciones curriculares y maestra integradora que les facilite el acceso a los contenidos, al ritmo de cada uno. Pero con los chicos que tienen autismo, sobre todo los más comprometidos, la escolaridad produce el efecto contrario: no solo que no pueden socializar (ya que es el lazo con el otro lo afectado) sino que ante la demanda de los maestros responden con violencia o mayor aislamiento. Por eso sostenemos que no hay una fórmula universal: para algunos chicos la integración es posible y para muchos otros resulta directamente contraproducente. Entendemos que el niño con autismo actúa según una lógica muy particular, y no se trata de imponer otra lógica, lo que ocurre inexorablemente en la escuela, sino de acompañarlo como único modo de que advenga sujeto, un sujeto que desee aprender.