El economista británico John Maynard Keynes decía que el “estudio de la economía parece no requerir ninguna dote especializada de un orden desacostumbradamente superior. ¿No es, intelectualmente considerada, una materia verdaderamente fácil comparada con las ramas superiores de la filosofía y la ciencia pura? Sin embargo, los economistas, no ya buenos, sino sólo competentes, son auténticos mirlos blancos”.

Según el autor de la Teoría General, la explicación a esa aparente paradoja es que “el gran economista debe poseer una rara combinación de dotes. Tiene que llegar a mucho en diversas direcciones, y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo (en cierto grado)”.

Más allá de eso, la deficiente formación académica explica porque sobreabundan los graduados incompetentes, dejando a un lado el caso particular de los “hombres de negocios dedicados a la comercialización de información económica” (Zaiat dixit) que se mueven por otros intereses.

El diseño curricular de las carreras de Economía soslaya las fuertes controversias que atraviesan la economía política. La regla general es utilizar la síntesis neoclásica como sinónimo de “conocimiento científico”. En la Argentina, las excepciones son la UMET y las universidades del conurbano.

El sesgo académico ortodoxo dificulta/impide comprender complejos fenómenos económicos. Los enfoques divergentes con el mainstream neoclásico son relegados a instancias como, por ejemplo, el dictado de algunos cursos “críticos”. Ese “permitido” es una pátina de falso pluralismo.

Incluso esos escasos espacios alternativos son recortados como denunció el economista Andrés Asiain, luego de ser desplazado de una cátedra de la FCE-UBA con un cuestionado concurso. En la impugnación presentada, el colaborador de Cash señala que “los defectos de forma y de procedimiento no fueron el resultado de errores del jurado, sino fruto de la necesidad de ficcionar argumentos académicos para justificar el objetivo real: expulsarme de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires por motivos de mis ideas políticas y de mi visión sobre los contenidos que deben brindarse en la carrera”.

En esa línea, el actual titular de FIDE, Nicolás Zeolla, manifestó que “para que nuestra economía deje atrás los ciclos de sobreendeudamiento, fuga de capitales y crisis también hay que formar economistas que entiendan esta problemática estructural, pilar fundamental de las visiones económicas alternativas, como el enfoque de crecimiento restringido por el balance de pagos. Lugares como el curso de Andrés enseñaban esto y ahora ya no”.

La marginación académica del pensamiento heterodoxo es una consolidada tendencia mundial a pesar de los evidentes fracasos del paradigma económico dominante. Por caso, el Atlas de la Economía Crítica -publicación de Le Monde Diplomatique- sostiene que “en Francia, desde hace unos veinte años, los heterodoxos son excluidos de los altos cargos de la profesión. Los resultados de la investigación publicada por la Asociación Francesa de Economía Política (AFEP) son concluyentes: mientras que la heterodoxia aún se veía representada en torno al 18 por ciento en las nuevas contrataciones de profesores universitarios entre 200 y 2004, esta proporción cayó al 5 por ciento (6 heterodoxos para 120 puestos) en el período 2005-2011. El resultado: los heterodoxos desaparecen de las cátedras universitarias”. 

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@diegorubinzal