Los ataques racistas que se producen en diversas partes del mundo, por ejemplo en localidades de Alemania, no son otra cosa que la emergencia más patética de un fenómeno de mayor magnitud.

En efecto, el odio racial por lo general es la expresión superestructural de la lucha de clases. A quien dude acerca de la afirmación precedente la/lo invitamos a observar imágenes de hechos represivos entre personas de la misma etnia en las más diferentes latitudes.

¿Acaso quienes cazaban personas en África para venderlas como esclavas y esclavos no eran nativos como sus prisioneras y prisioneros? ¿Las sometedoras y sometedores, explotadoras y explotadores son siempre "distintas/os" de quienes se hallan en situación subalterna?

Como señala la ibérica Adela Cortina, la aparofobia o miedo a los pobres es un factor que estimula la violencia racista, aunque señalamos nosotros que no es el único.

El sistema capitalista precisa para perpetuarse de dispositivos y sistemas que impongan el terror para justificar el control social y que éste sea admitido casi "voluntariamente" por parte de la población.

Como explicaba Gilles Deleuze, el sistema establecido despliega una multiplicidad de recursos para esa captación de voluntades, algunos son sutiles, otros explícitos.

 

Carlos A. Solero