Decir Pichincha implica resonancias históricas, hay historias malditas y otras pintorescas. Pero una de ellas es urgente. Pichincha es sinónimo de ruidos molestos y falta de descanso. Una simbiosis que tomó por asalto al barrio, devenido ámbito bolichero que alberga cervecerías y centros culturales. Las luces adornan frentes, las mesas invaden veredas, la población noctámbula deambula hasta altas horas. La música se escucha desde los colectivos. Vivir allí no es risueño.

La manera adecuada que los vecinos encontraron es la de autoconvocarse, en la voz plural que denominan Vecinos de Pichincha, de reunión semanal y presencia en las redes (Facebook, Instagram, Twitter), donde visibilizan las denuncias que llevan adelante. El trabajo sostenido logró que el padecimiento cobrara agenda pública, aun cuando la respuesta del municipio fuese tibia o ninguna. De la gestión anterior hubo dos reuniones con la entonces intendenta Mónica Fein, pero “no conseguimos que se hiciera nada”. Actualmente, “iniciamos por vía judicial la ley 10.000, y el juez pidió ver qué se había actuado. De los 100 casos que debían revisar, sólo lo hicieron con 11. No actuaron con celeridad ni premura, tampoco revisaron ninguno de los lugares álgidos. Hicimos en su momento un relevamiento zonal, con 106 cervecerías –ahora hay más–, y distinguimos cuáles eran las que nos traían trastorno”, explican María y Flavia (cuyos apellidos prefieren evitar), integrantes del grupo vecinal.

Las anécdotas son muchas, ninguna graciosa. Falta de sueño, llamadas insistentes a la GUM, pedidos personales en plena vía pública, varios insultos por respuesta. “Previo a la reunión que tuvimos en diciembre con el actual gobierno, nos hemos reunimos con todos los concejales y con todos los candidatos a intendente”, dicen a Rosario/12 y aclaran: “Hablamos con todas las posiciones. Nosotros no tenemos ningún interés en esto más que descansar y poder vivir en nuestras casas como corresponde”.

El dato relevante fueron las reuniones suscitadas en diciembre pasado. En un primer momento con la presidenta del Concejo, María Eugenia Schmuck, y con el secretario de Gobierno, Gustavo Zignago. Luego, con Carolina Labayru y Rodolfo Gorosito, secretaria y subsecretario de Control y Convivencia. “Fue entre poca gente, así nos pidieron que fuese. A partir de allí se implementaron estos nuevos tipos de controles, que son tripartitos (Guardia Urbana Municipal, Tránsito, Control Urbano). Una primera reacción que nos resultó buena, porque no habíamos tenido ningún tipo de apoyo. Pareció que las cosas se movían y tuvimos acceso directo a los encargados, porque con el teléfono de la GUM te vas a quedar pegado por lo menos media hora, así como con Rosario Responde”, señala María.

Sandra: —Muchas veces no tienen personal, o llegan hora y media después, cuando el bar está cerrado y señalan que no se constata ningún ruido.

María: —El fin de semana pasado hubo picadas por calle Güemes, algo que ya veníamos denunciando. No le dieron mayor atención. Largan a las 4.30 de la mañana, a lo mejor duran 20 minutos. Se llamó a la GUM, pero cuando vinieron eran más de las 6, y te ponen que no hay problema. Lo hemos filmado. Si no fuera por eso parece que no te creen.

Al respecto, otro hecho reciente que renovó la discordia fue lo sucedido en el Centro Cultural Güemes (Güemes y Lagos), que califican como un “desmadre, entre música, ruidos, peleas. (Pablo) Javkin siempre nos dijo que tenía la convicción política de que haya convivencia. Estamos en un momento de transición y queremos dar un momento de espera. Pero el fin de semana pasado no pudimos esperar más y volvimos a salir en las redes”, explican.

A la espera de la nueva ordenanza sobre nocturnidad –para la cual los vecinos piden ser convocados, pero parece que no será así–, una de las medidas a tomar implicaría un cambio respecto de cómo viabilizar estos reclamos, ya no a través de la GUM; así como una ventanilla única donde solicitar los permisos de habilitación. “Pero mientras tanto, ¿qué? Somos nosotros quienes tenemos que salir, porque si no lo hacemos, no nos defiende nadie. Lo peor es que a veces no te creen”, agregan.

En los hechos referidos se percibe un efecto dominó o, como dice Ricardo, “un juego del gato y el ratón”; porque “cuando uno de los comercios prueba con pedirles a los vecinos que les cedan la vereda, los demás lo copian. Son cada vez más y abulonan las mesas a la vereda. Empezamos con las denuncias, la Municipalidad lo constata, multa a uno y a otro, y entonces se frena un poco”. María aclara que “existe un decreto que permite ceder la vereda, pero esto lleva el problema a un tercer vecino. Queremos que esto se normativice. Schmuck nos prometió que a ese decreto lo iban a derogar, pero hasta el momento no sucedió”.

Los vecinos destacan la voluntad de funcionarios como Carolina Labayru y Lorena Cuena: “Ellas nos piden en qué podemos mejorar y esto es lo bueno, pero con la coordinación del resto notamos que faltan muchas cosas. Existe gente bienintencionada, que pone el pellejo, pero no me alcanza con que un funcionario quiera hacer las cosas bien, porque las manos parecen estar atadas”.

Deforestación, veredas ampliadas, nuevas obras. Por ejemplo, agrega Gloria, “el lunes a la noche pasé por Plaza Pichincha porque quise ver qué hicieron. El factor ocupacional les permite mil personas, es una loza de cochera con tres niveles de terraza. Pero no se trata de un rooftop, sino de una planta alta. ¡Como si acá se habilitara una terraza! Eso es algo todavía no contemplado y esperamos que no salga en la nueva ordenanza de nocturnidad, porque ¿cómo insonorizar un patio, un centro de manzana, una terraza? Ahora bien, esto ya logro una habilitación similar en lo que antes era una cochera, en Alvear al 100. Otro ejemplo son los lugares que subalquilan para un día bailable. Si uno tiene éxito, el otro lo repite”. “A veces te quieren ganar por cansancio, hay vecinos con abogados, y las habilitaciones están tiradas de los pelos. No podés tener al lado de tu ventana un patio cervecero. ¿Cómo vivís? El ruido no empieza a la noche, sino a las 6 de la tarde y se prolonga después de cuando todo termina. Como con los camiones de bebidas, que no son ninguna traffic”, agregan María y Ricardo.

Hay principios que debieran respetarse; de hecho, están impresos, en letra. “Cuando hablamos con Pablo Javkin, él nos decía que ya el Código Civil señala que uno tiene derecho al descanso”, sintetizan.