“Era música popular. Y las canciones que recuperamos nosotros son de las que eran de salir de boliche”, dice Rocío Katz, una de las integrantes de Miau Trío, que se presentará este jueves y el próximo a las 21 en el Galpón de Guevara (Guevara 326), mientras que el 6 lo hará en Rosario. Katz, su tocaya Iturralde y Mariana Michi arrancan reflexionando sobre la imagen del jazz como un género serio. “Es raaaaara esa idea”, dispara Michi, alargando las sílabas. “Supongo que cuando dicen que hacemos jazz para divertirse es una forma amable de invitar a la gente que aún no se acercó”, agrega.

Las tres trabajan como trío de cantantes y en ocasiones se acompañan con algo de percusión, una guitarra o un ukelele, aunque también supieron probar con formatos más instrumentales. Su fuerte está en la propuesta vocal –que es superlativa- y en una ingeniosa puesta en escena que pone al día el sentido de clásicos de la década del '30 y se combinan saludablemente con temas de su propia pluma.

-¿Cómo hacen el laburo de recuperación de ese repertorio?

Rocío Iturralde: -Estamos escuchando mucho todo el tiempo; a las Boswell Sisters, por ejemplo. Ahora hicimos una desgrabación de “Crazy People”. Y es escuchar durante horas las tres voces, desgrabarlas y escribirlas aparte. Es difícil porque son grabaciones viejas y a veces cuesta mucho. No es un tema de los Beatles, donde tenés todas las voces muy nítidas. Muchas veces eran grabaciones en vinilo con un solo micrófono y una de las voces no se entiende. Pero después de tantos años buscando y rastreando ya sabemos las armonizaciones típicas que usan.

-¿Buscan recuperar el sentido original a través de lo teatral del espectáculo?

Rocío Katz: -A las tres nos gusta mucho entrar en el mundo de las letras. Obviamente que la musicalidad de las canciones muchas veces es lo primero que nos atrapa y después buscamos en las letras para ver qué está pasando, qué están diciendo, para ver si son cosas a las cuales nosotras también podemos adherir, o incluso si no adherimos a esas ideas, cómo vamos a cantarlas o representarlas.

-¿A cuáles no adhieren?

R. K.: -Últimamente adherimos a todas, pero hubo alguna como “Coffee in the Morning (and Kisses in the Night)” que no.

R. I.: -Nos importa mucho lo que decimos; entonces, si una letra no nos representa, le buscamos la vuelta para que lo haga o la cantamos irónicamente. Incluso, de algunas sospechamos que ya eran un poco irónicas o pícaras, de amor romántico, a lo que no adherimos. Esa cosa del “te sirvo” o “soy para vos”. Esas cosas las tomamos para el lado de la ironía. Nos reímos de la idea del amor romántico con la que nos criamos y que tratamos de deconstruir.

-También hay una actualización del sentido, ¿no? Hay un tema que lo traducen con carteles al castellano cotidiano.

R. K.: -¡Es literal lo que dice la letra! (ríen todas)

Mariana Michi: -En otro tema, “Was That the Human Thing to Do?”, por ejemplo, en vivo decimos que para nosotras habla de la responsabilidad afectiva. La persona que canta le dice a otra “che, esta no es la manera de tratar a un ser humano. No podés irte y no hablarme nunca más". Y todas estas letras siempre vuelven desde nuestro filtro. Es nuestra manera de que sigan vivas.

-¿Cómo trabajan la cuestión del idioma para sostener el sentido?

R. K.: -Lo que nos pasa es que por cómo lo llevamos a escena, aunque no sepas inglés o no entiendas la letra, entendés qué está pasando. Para nosotras tampoco el inglés es nuestra lengua materna. Entonces, cuando empezamos a laburar una letra nos la vamos contando, vamos charlando qué estamos diciendo. De alguna manera, todo eso llega a escena. Nos ha pasado bajarnos del escenario y que nos digan “no entiendo nada de inglés, pero qué picante tal canción”. La música es un lenguaje, la corporalidad también, y hay maneras de llevar esos mensajes.

M. M.: -También termina de cerrar el mensaje general cuando se intercalan nuestras propias canciones, que salvo una en italiano y otra en un idioma inventado, son en castellano. Eso genera puntos de referencia para que todo lo que está alrededor cobre un sentido más claro. “Ácaro”, “Un encuentro fatal”, son temas nuestros en español.

-¿La puesta en escena cómo la piensan?

R. I.: -Tenemos una escenográfa que trabaja con nosotros, Eli Itovich, que es lo más del mundo. Vamos pensado con ella distintas atmósferas para los shows. Como queremos que los mensajes queden claros para la gente, es como contar una historia. Y ahora también ensayamos con Juan Parodi, que es director de teatro.

M. M.: -Es un desarrollo que venimos haciendo, probando cosas, todas las formas de poder captar estos temas a tres voces, jugar con la plasticidad de poder estar juntas o muy separadas en la escena. Lo que tiene el Galpón de Guevara es que tiene mucha flexibilidad, mucho espacio, se pueden hacer muchas cosas en ese lugar, y lo tomamos como espcio de improvisación. Hasta ahora todos nuestros shows ahí fueron distintos, y los dos que vienen ahora también van a ser distintos de lo anterior y entre sí. La unión con Juan Parodi es muy interesante porque es la primera vez que empezamos a trabajar con alguien del teatro.

R. I.: -Para estos dos shows quisimos profundizar en cosas que quizá surgen desde la intuición, pero que profundizarlas lleva un paso más, con lo que alguien que viene específicamente de la escena te puede dar una mano re copada.

-Alternan entre funciones con una banda y otras sólo ustedes. ¿Cuál es el plan para estas fechas?

R. K.: -Minimalista. Nosotras tres en escena. Nos pasa que vamos por algo, sumar instrumentos y después vemos cómo lo sintetizamos. A veces cuanto más sintético es, más potente.