Históricamente las familias se hicieron responsables por las tareas de cuidado, especialmente las mujeres, a quienes la división del trabajo por género les asignó la responsabilidad del sostenimiento del modelo familiar.

Las distintas etapas históricas de reconocimiento y de redistribución de derechos laborales, así como las luchas feministas que habilitaron a las mujeres la ocupación de más y mejores espacios, desafiaron la interacción habitual entre las esferas laboral y familiar, generando cuestionamientos legítimos sobre las formas tradicionales de la organización del cuidado, especialmente porque vuelven invisible el trabajo de quienes cuidan.

A pesar de la importante salida al trabajo remunerado de la mujer, lo que se observa es que se fortalece la pauta según la cual la responsabilidad sobre el cuidado del hogar y los hijos sigue recayendo más fuertemente sobre las mujeres que sobre los varones. A pesar de que estén ocupadas en el mercado formal e informal de trabajo, las mujeres siguen destinando casi el doble de tiempo a este tipo de trabajo que los varones.

Al mismo tiempo las estrategias que surgen en el ámbito privado en pos de cubrir estas tareas no cuentan con un marco institucional apropiado y siguen siendo absorbidas en un mayor porcentaje por mujeres, es decir que se profundizan dos tendencias hacia la desigualdad: la feminización de las tareas y la informalidad laboral de las mujeres. Sumado a esto la normativa de licencias y la falta de políticas orientadas a garantizar el cuidado abonan a la reproducción cultural de determinados roles donde se perpetúa la imagen de la mujer cuidadora y el varón proveedor, y no se estimula una división del trabajo más equitativa al interior de los hogares, sin contemplar las nuevas composiciones familiares, por ejemplo aquellas parejas del mismo sexo que tienen hijos/as y sus derechos no están equiparados a los de una pareja heterosexual.

Todo lo anterior, nos lleva a entender que en el ámbito privado, en tanto y en cuanto el Estado no intervenga, para responsabilizarse por las tareas de cuidado es necesario tener dinero y tiempo. Por eso el desafío de construir un sistema de cuidados, que integre virtuosa y solidariamente a las familias con el Estado, la sociedad y el mercado, supone dos desafíos fundamentales la valorización económica de un trabajo y la garantía al Derecho del cual nadie puede prescindir: el derecho a ser cuidados, garantizando la igualdad de derechos y oportunidades a todas las personas del territorio, sin discriminación de ningún tipo.

Diputada provincial