Un hombre de nacionalidad china, dueño de un supermercado en la zona sudoeste de Rosario, murió ayer por la mañana, ejecutado a sangre fría por un hombre que lo visitó apenas había abierto su negocio, y lo liquidó de un tiro en la espalda para después alejarse caminando y sin preocuparse por la mirada atónita de varios testigos.

La víctima se llamaba Dai Wen Qing, pero en ese rincón del barrio Bolatti lo conocían como Enzo. Estaba al frente del supermercado Integración 100, en el pasaje 1847 (Garzón al 3800). Tenía 35 años, una esposa y una hija de 3, con quienes vivía en la planta alta del galpón donde funciona su supermercado, frente a una plazoleta.

El año pasado había sido baleado en una pierna, en un episodio nunca esclarecido. Y la violencia armada se le volvió encima ayer, de manera inesperada y letal. Las imágenes de las múltiples videocámaras que Qing tenía en su negocio lo muestran a las 9.05 fumando junto a la entrada del comercio recién abierto. Se lo ve hablar despreocupado con alguien –como si fuera un conocido suyo– que llega caminando por la vereda. Entonces aparece en escena un hombre robusto y petiso, morocho, y con rasgos no orientales. El desconocido camina un par de metros hacia la caja del súper, pero de inmediato voltea ya con una pistola en la mano. Qing descubre entonces el propósito criminal y huye a la carrera hacia el oeste. El sicario lo persigue y desde la vereda le descerraja al menos cinco balazos calibre 22. La imagen del arma y el detalle de que ningún vecino escuchó las detonaciones, llevan a la fiscal Georgina Pairola a inferir que el asesino le había puesto un silenciador a su pistola. Ese recaudo y el hecho de que no hubo robo pusieron el caso en el plano de los crímenes atribuidos a "la mafia china" que extorsiona a comerciantes asiáticos.

Uno de los disparos le acertó a Qing en la espalda. El hombre corrió una cuadra más y pretendió refugiarse en una casa en refacciones del pasaje 1854. Expiró allí mismo, ante el estupor de unos albañiles.

Al sicario lo vieron alejarse sin prisa, caminando hacia el bulevar Seguí, detrás del club Paulo VI. Una vecina contó a la prensa que a Qing "hacía tiempo que lo venían siguiendo, vigilando". El comercio tenía custodia de policía adicional, pero no estaba en el momento del crimen.