Un excelente artículo de Fernando Melillo (“Es siempre con el otro. Acerca de la resiliencia” https://www.pagina12.com.ar/252430-es-siempre-con-el-otro ) me dio la motivación necesaria para vincular tres conceptos que habitualmente no se ven relacionados: resiliencia, medios de comunicación y coronavirus. Ese texto presenta una reflexión importante para los trabajadores sociales y de la salud y para los educadores. También para los militantes o activistas en busca de un mundo mejor, más justo y más humano.

Según sostiene Melillo, en su acepción más amplia el término “resiliencia” alude a la capacidad de ciertas personas, así como también de comunidades, ecosistemas, organizaciones, etc., “de soportar presiones, adversidades, traumas, agresiones, catástrofes, incluso extremas, poder sobrevivir a ellas y a veces emerger transformadas para mejor, con nuevas fortalezas”.

Tanto en el ámbito individual como en el colectivo, la resiliencia se construye, no es congénita, puede promoverse o desalentarse a través de procesos vinculados a la intersubjetividad.

A nivel individual, lo que estimula y potencia la resiliencia en los niños es la presencia de un otro significativo que brinde cuidado y afecto incondicional, la presencia de una “figura de apego en disponiblidad” (J. Bowlby) y, en relación con su medio ambiente, la pertenencia e integración a grupos donde predomine el cuidado, la protección y la afectividad positiva entre sus miembros.

En relación con las comunidades, podemos preguntarnos cuáles son los colectivos humanos que resultan más resilientes, con más capacidad para resistir a los embates que le presenta su devenir, su historia. Y cómo se construyen este tipo de comunidades.

Este parece ser un tema claramente asociado con la pandemia actual. Podemos suponer que un grado superior de resiliencia de las comunidades ha de contribuir a un posible control más eficaz del coronavirus.

Atendiendo a investigaciones actuales una clave en la construcción de las comunidades resilientes es que en ellas prevalezca un sistema de valores donde se priorice la solidaridad, la comunicación, la creatividad, la inclusión, la igualdad, el desarrollo pleno de todas las personas, y una sensación de pertenencia generalizada. Lamentablemente, no son los rasgos predominantes en este momento en el mundo, dominado por un neoliberalismo globalizado que ha estimulado un feroz individualismo.

Pero se debe y se puede ir construyendo un mundo mejor. Además, hay amplios sectores de colectivos resistenciales dentro de las sociedades, donde se albergan las características de las comunidades resilientes.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en la construcción de un perfil más resiliente o menos resiliente en la sociedad? ¿Cuál es el mensaje, el estilo y las actitudes que deberían asumir los medios de comunicación en este momento particularmente crítico?

En un escenario complejo se abren diferentes interrogantes acerca del ejercicio del periodismo. Hay, entre otras, por lo menos dos vías de análisis y propuestas.

La primera tiene que ver con las condiciones generales para un ejercicio honesto, comprometido y, podríamos llamar, generoso, de la profesión, que implica asegurarse la veracidad de las informaciones que se trasmiten, no especular con un crecimiento de la convocatoria de público apelando a recursos espurios de “marketing”, intentar mantener la objetividad más allá de partidismos políticos sectarios, etc. etc.

La segunda vincula la resiliencia, los medios de comunicación y la lucha contra la pandemia. Hay dos grandes ámbitos importantes donde la prevención puede centrarse cuando se trata del compromiso de los individuos. Uno es el cuidado de sí mismo y otro es el cuidado de los otros. En la tarea de difusión se puede poner el énfasis en uno, en el otro, o en ambos a la vez.

En relación con este aspecto, una clave sería convocar desde los medios aquellos aspectos de la población asociados no sólo con la salud propia y de los seres más queridos, sino también inducir la motivación y el deseo de cuidar al otro en general, de preservarnos entre todos para evitar los contagios, de apreciar la salud como un bien común que debe ser cultivado en confraternidad con el otro, para el bienestar de todos.

Es probable que una parte de la población, acendradamente individualista, sea renuente a incorporar este planteo. Sin embargo este tipo de campaña puede estimular a las personas y los grupos más solidarios, con mayor potencial de resiliencia, a encontrar vías activas para la prevención comunitaria conjunta.

*Profesora en Filosofía