Durante mucho tiempo, la intelectualidad literaria denostó a Howard Phillip Lovecraft. “Adjetivaba demasiado” era una crítica frecuente, entre otras. Y es cierto, el hombre de Providence adjetivaba en exceso. Pero criticar eso es entender mucho de técnica y poco de literatura. Parte del poderío de la prosa lovecraftiana radica, justamente, en la sobreadjetivación y el recurso a esos términos que sugieren más de lo que describen: “ominoso” parecía ser su favorito. Una crítica (casi desprecio) semejante oculta no sólo los efectos que sus cuentos aún generan en sus lectores sino también la cosmogonía oscura e irresistible, que casi un siglo después aún se adapta a cualquier región del planeta. Todo esto para hablar de la antología Descendientes. Los mitos argentinos de H.P.Lovecraft, publicada recientemente por PurpleBooks con la participación de 16 guionistas y dibujantes locales.

Como señala con agudeza la escritora y periodista Mariana Enríquez en su prólogo, en Lovecraft todo lo bello y terrible viene del mar. Lo curioso es que Buenos Aires se construyó simbólicamente de espaldas al puerto. Sí, los barcos cargados de inmigrantes atracaban allí, pero la vida se orientó hacia otro lado. ¿Cómo explicar, sino, que con tantos kilómetros de costa se consuma tan poca pesca local? Quizás por esa relación dual con la costa, entre reverente y desconfiada, Lovecraft pega tanto entre los lectores argentinos. Quizás por eso esta antología que reimagina los mitos de Cthulhu, antiguos y primigenios, se adapta tan bien a la pampa histórica.

Descendientes enhebra los mitos de Cthulhu y su cosmogonía en distintos puntos de la historia rioplatense. Y lo hace con mucha inteligencia. Porque, por ejemplo, evita referir directamente a las criaturas más características de esa cosmogonía. Sí, algunos cultistas mentan a Nyarlatoteph y el lector puede intuír a Cthulhu o los Profundos detrás de alguna trama, pero todos los relatos del volumen tienen la astucia de rescatar el espíritu de la literatura lovecraftiana antes que su decorado. En Descendientes, como en los buenos relatos de HPL, la muerte se antoja mejor destino que la locura que surge del atisbar las verdades del cosmos. Así llegan los frutos corruptos que ofrecen la salvación a la toldería hambrienta, las piedras inefables que atraen a seres paradimensionales al servicio del genocida general y presidente Roca, una Logia Lautaro bastate distinta a la que revelan los libros.

De los ocho relatos conviene destacar particularmente el segundo, ambientado ya en la época de la conquista española, en que Jazmín Beain (guionista) subvierte el costado machista y racista de Lovecraft junto a Hurón. El primero, en tanto, está ubicado en las tolderías prehispánicas (con guión de Martíni Renard y dibujos de Sergio Monjes). Sigue en tercer lugar Edgar Roggenbau con Patricio Delpeche (sobre las postrimerías de las invasiones inglesas), luego Ammiel Yaroslavsky y Rodrigo Luján reinventando la Logia Lautaro, para dar paso a la gráfica lírica de Carlos Dearmas (con guión de Ropencho). El tomo se completa con la búsqueda de Juani Roldán con Maximiliano Dall’O, la incursión antártica de Tomás Wortley y Sebastián Cabrol -quizás la más atada a la imaginería típicamente lovecraftiana- y cierra con un homenaje al Necronomicón de manos de Johanna garabello y Beto Ledes.


Lanzamientos

Capitán Muerte (Nahuel Amaya / Maten al mensajero)

El Capitán Muerte es un superhéroe raro. No es muy avispado. Y además, es torpe. No es una buena combinación para un enmascarado cuyo poder es un toque mortal. A veces, está clarísimo, la buena voluntad resulta contraproducente. Así Amaya construye no una historieta de superhéroes, sino una tira cómica que sorprende por las variaciones que encuentra el autor de la misma premisa: un “one-trick pony” de largo aliento. Además, Amaya exhibe una facilidad inusual para el humor negro y ácido.

El Mago (Ricardo Barreiro y Quique Alcatena / PurpleBooks)

El comienzo de El Mago está cerca (demasiado, incluso) de la saga de Terramar de Úrsula K. Le Guin. Es difícil decidir si gana o pierde cuando se despega de esa obvia influencia. Por un lado, gana en autonomía, pero al mismo tiempo deja de lado algunos de los elementos más interesantes de la producción leguiniana. En contrapartida, todo el libro es una excusa excelente para un Alcatena de imaginación desatada que recorre toda la iconografía del bestiario mágico tradicional.

Alienígena (Femimutancia / Hotel de las Ideas)

Alienígena no es un relato de autodescubrimiento y allí radica uno de sus rasgos más interesantes. No es una historieta que plantee la aceptación de la propia sexualidad disidente. En cambio, es la historia que viene después, de alguien que comprende su fuente de placer (y no tiene conflictos con ello), pero que igual se siente extrañe en el mundo y sus relaciones con otres no pueden escapar de eso. En este sentido Femimutancia propone una búsqueda del goce como modo de trascendencia.

La última invocación (Francisco Negrello / Clan de fomento)

Los tres magos invocan a un demonio y desatan una guerra mística en su ciudad. Pero Negrello no propone una épica fantástica ni un relato de terror, sino algo mucho más atractivo. En La última invocación hay pasos de comedia ñoña, momentos de amistad adolescente de la que se construye sobre hobbies, tardes y gaseosas compartidas. Si otros juntan estampillas, los protagonistas practican magia arcana. Eso los enfrenta con una orden mística y con un demonio en plena crisis existencial.


Viñetas

Coronacómic

La pandemia comienza a afectar también a la industria del cómic norteamericano en todos los niveles. Desde cadenas de comiquerías que cerrarán sus puertas hasta que pase la tormenta hasta lanzamientos postergados y cambios en el mercado. La distribuidora Diamond Comics, la más importante del mercado norteamericano, anunció que no recibirá más ejemplares de las editoriales en su depósito hasta que pase la crisis. Tampoco enviará los pedidos a las tiendas. Su decisión llega después de que otras editoriales anunciaran acciones en apoyo a las comiquerías. Marvel Comics anunció que ofrecerá a los locales de venta directa “profundos descuentos” para ayudarlas a atravesar el delicado momento. Estos se sumarán a los ya habituales para pedidos grandes. Entre las independientes, Image Comics, Oni Press y Aspen Comics impulsaron el régimen de consignación (es un mercado que suele vender en firme), lo mismo que Boom Studios!, que además prometió portadas especiales para impulsar las ventas y postergó lanzamientos para “no sobrecargar las finanzas de los pequeños negocios”. Incluso se sumaron esfuerzos particulares de asistencia a las comiquerías, como la subasta online que lleva adelante el dibujante y editor Jim Lee (uno de los más vendedores de lahistoria en EE.UU.). Pero la movida más llamativa de todo este movimiento es que Diamond podría perder el cuasi-monopolio que ostenta sobre el mercado. En EE.UU. las comiquerías representan el principal canal de venta del cómic. Ese sector está dominado por Diamond. Con sus puertas cerradas, la mayoría de los sellos se recuesta en las distribuidoras para librerías generalistas Ingram y Simon&Schuster, que ven su oportunidad de desembarcar en el mercado especializado. Sólo Image (The Walking Dead, entre otros) sostiene la exclusividad con Diamond. Incluso la poderosa DC Comics, propiedad de Warner Bros. salió a desmarcarse de la distribuidora. ¿El posible ganador? Penguin Random House Mondadori, que suena fuerte como posible comprador de Diamond. Por otro lado, se cancelaron cantidad de eventos en distintos puntos de Estados Unidos, incluso algunos descentralizados, como el Free Comic Book Day, en que editoriales y comiquerías regalan ejemplares. La movida se postergó “para más adelante en el verano” (del hemisferio norte).