“A-wop-bop-a-loo-bop-a-wop-bam-boom!”. Pocas frases tienen tan poco sentido por sí mismas pero guardan tantos sentidos como la que grabara Little Richard en 1955. Con ese canto desenfrenado y a capella empieza entonces una de las canciones más representativas, presagiosas e inoxidables del rock and roll. La historia se divulgó cargada de mitos y versiones, cuyos únicos verdaderos testimonios fueron los que estaban reunidos ese día en el estudio J&M de Nueva Orleans, donde Richard Wayne Penniman (su nombre real) intentaba grabar algo que realmente impactara.

Ahí estaban también Art Rupe (titular de Speciality Records), la compositora Dorothy LaBostrie y la banda de Fats Domino, intentando dar con un resultado. Durante un corte, Richard habría empezado a tararear vagamente una melodía de ritmo electrizante, con fragmentos de letra: “Tutti Frutti, buen botín / Si no entra, no lo fuerces / Podés engrasarlo, así es más fácil”. Una seguidilla con carga sexual que invitó a LaBostrie a readecuarla para la industria. Richard terminaría cantando sobre chicas con las que supuestamente había salido.

Esta mañana, el hijo del músico le confirmó a la revista Rolling Stone que su padre había muerto, en Nashville, a los 87 años, de causas aún no develadas. No todos los fenómenos necesitan tener un padre para explicar su génesis. Al menos no uno solo. Little Richard fue parte esencial de un colectivo de personalidades que edificaron la historia más primitiva del rock and roll, como resultado de una hibridación de otros géneros presentes en la cultura popular estadounidense por entonces, como el blues, el rythm and blues, el gospel, el jazz, o el country. Junto con Fats Domino, Chuck Berry, y los blancos Elvis Presley, Bill Haley o Jerry Lee Lewis, dominó los charts de su país en la segunda mitad de los ’50. Se conformaba uno de los pilares de lo que el sociólogo Paul Yonnet bautizaría como “nuevo continente social de la adolescencia”.

Richard se inspiró en la sonoridad de un rulo de batería para crear ese aquel grito primal de “Tutti Frutti”. Un suave shuffle acompaña toda la canción, dominada por la potencia vocal y la firmeza de los dedos del músico sobre el piano. La “broma sexual” no era casual: Richard era bisexual. Tercero entre doce hermanos, aprendió piano junto a su madre y canto en la iglesia pentecostal, hasta que a los 13 años su padre lo echó de la casa, escandalizado por sus preferencias eróticas. El músico buscó sin éxito espacio en el ambiente artístico, hasta que el éxito de “Tutti Frutti” salvó su vida, y mejoró la de millones. Más tarde aparecerían otros clásicos, como Long Tall Sally”, o “Lucille.

Aunque las miradas no pudieran resistirse a la blanca y sugerente pelvis de Elvis Presley, la extravagante y multicromática presencia de Little Richard fue otro puntal esencial para la autoproclamada desfachatez del rock, cuando los jóvenes se independizaban por primera vez de los hábitos de consumo de sus padres, hasta administrar por sí mismos su propio placer. En 2005, le decía al diario El País, de España: “No tenés más que escuchar a Paul McCartney, Mick Jagger, Jimi Hendrix o James Brown. Todos ellos provienen de mí”. En efecto, fue una influencia declarada de la generación de músicos que una década más tarde abonarían el mito de la “cultura rock”. The Beatles versionaban “Long Tall Sally”, Deep Purple hacía lo propio con “Lucille”. En 1986, estuvo entre las primeras incorporaciones del Salón de la Fama del Rock and Roll.

Como pasó con muchos de sus contemporáneos, la presencia artística de Little Richard se fue apagando incluso desde la década del ’60. Elogiado por los nuevos héroes, que además de intérpretes eran compositores integrales de un repertorio más abierto y menos reiterativo, no hubo adaptación posible a los tiempos modernos de entonces. Ganó preponderancia la actividad espiritual, y su lugar en la cultura pop lo tuvo más como influencia que como protagonista activo. “No hay Jimi, no hay Beatles, no hay Bowie, no hay Bolan, no hay glam, no hay Freddie, no hay Prince, no hay Elton, no hay Preston, no hay Sly, no hay Stevie, sin Little Richard”, tuiteó inmediatamente el guitarrista de Living Colour, Vernon Reid. Al igual que Stephen King, Jimmy Page, Spike Lee o Jon Bon Jovi, Ringo Starr lo despidió por el mismo medio: “Dios bendiga a Little Richard. Uno de mis héroes musicales de todos los tiempos”. 

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