Desde París

 La última vez que gobernaron juntos fue entre 1997 y 2002, durante el gobierno del ex primer ministro socialista Lionel Jospin. Bajo la atractiva definición de “izquierda plural”, o con el adjetivo “arcoíris”, los ecologistas, los comunistas y los socialistas pactaron una suerte de formula que les permitió acceder al poder. No había una síntesis sino un reparto de roles. Desde entonces, nunca más lograron ponerse de acuerdo ni formar una alianza. El terremoto sanitario, político, financiero y social provocado por la pandemia del coronavirus renovó, en las izquierdas y los verdes, el deseo de una apuesta en común. Llevan varias semanas puliendo asperezas y ocupando las retóricas públicas con la idea de que una convergencia de los progresimos es de nuevo posible. Una lenta filigrana emerge del magma de la crisis con notables diferencias con respecto al pasado.

 Los aparatos políticos están siendo desbordados por las iniciativas de la sociedad civil y sus reclamos de una propuesta coherente y unitaria basada en una dinámica colectiva y profundamente humanista. La otra diferencia radica también en el contenido de los términos que se emplean, las categorías sociales que engloban y la impugnación de esa izquierda productivista que gobernó en Francia con las banderas del partido socialista (2012-2017).

Una de las figuras emergentes de este nuevo pensamiento es actual intendente de la ciudad de Grenoble, en el sureste del país, Eric Piolle, miembro de Europa Ecología Los Verdes. Su trayectoria define un poco lo que está ocurriendo hoy. Piolle ganó las elecciones municipales de 2014 gracias a una alianza con el Partido de Izquierda, Los Alternativos, La Izquierda anticapitalista y algunas asociaciones locales. Eric Piolle traduce muy bien en sus declaraciones la sensibilidad que envuelve en estas semanas los pensamientos progresistas. El dirigente promueve la idea de un “arco humanista” que englobe a la izquierda y a los ecologistas porque, según declara en las páginas de Le Nouvel Observateur, ”entramos en el mundo del con”, es decir, el mundo con y para los demás en el cual se trata de “cuidar nuestros lazos”. 

Por primera vez en muchos anos empieza a despuntar en la retórica progresista la figura del otro, de los otros como ingrediente central de un renacimiento a la vez cultural y colectivo. Es exactamente en esta línea que se inscribe la tribuna colectiva firmada por casi todo lo que Francia cuenta como figura sindical, de izquierda y ecologista y publicada este 14 de mayo por varios diarios y semanarios franceses. Los firmantes interpelan a la dirigencia política y a la sociedad a poner en marcha una iniciativa común, inaugurar la gran transformación ecológica y social mediante la construcción de una plataforma para salir de la crisis. Hay ideas conocidas y otras más novedosas. El programa presentado es una articulación inteligente entre los conceptos fundamentales de la izquierda, los valores ineludibles del ecologismo y las propuestas que emanan desde más abajo, es decir, desde las asociaciones que lucha, contra la pobreza. En el texto aparece, por ejemplo, la figura de los seres humanos sin domicilio mientras que reaparece el término de “trabajadores” en lugar del de “asalariado” que se usaba hasta ahora. La gente en la calle y el trabajador han sido las dos imágenes más crudas y permanentes con la que el país se encontró cada día durante los 55 días que duró el confinamiento.

Hubo, en 2018 y 2019, el descubrimiento de la “Francia invisible” a través del movimiento de los chalecos amarillos. 2020 trajo al primer plano otra realidad: la alucinante cantidad de seres humanos que no tenían otro domicilio que no fuera la calle, y ese ejército anónimo que, desde las seis y media de la mañana hasta las 9 de la noche, atravesaba las ciudades vacías para ir a trabajar y mantener vivos los pocos e indispensables polos de actividad en funcionamiento. El coronavirus fue como una suerte de marea baja que dejó la playa expuesta a su propia desolación. El texto firmado por las personalidades evoca la urgencia social que consiste en sacar de la calle a miles y miles de personas, la instauración de un nuevo modelo social, una jubilación decente, la revalorización de los salarios de los “trabajadores del alba y de la tarde”, una nueva ley para los asilos de ancianos, la reorganización de la economía, la instauración de una “prima del clima”, la renovación energética, las ayudas a las empresas bajo condiciones, la introducción plena del impuesto a las grandes fortunas (Macron lo vacío de su contenido), una aporte masivo de Europa llamado “contribución anti crisis”, a la cual se sumarían los aportes de las personas más ricas.

El llamado, al que no se sumó el partido de izquierda radical Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, tiene rasgos inéditos, el primero de ellos es la amplitud de las personalidades que lo firman y la extensión del arco político que representan. Lideres del PS, del PC, ecologistas, exministros, sindicalistas o economistas como Thomas Piketty forman este compacto llamado que carece de precedentes. Christian Paul, ex diputado socialista al origen de esta iniciativa, reconoce que “es la primera vez que una coalición de ideas semejante se expresa para construir un programa común”. Francia Insumisa no sumó su firma porque este partido híper personalizado en torno a Mélenchon no cree en esos “tamborileos” y apuesta por su propia dinámica forjada en torno a la “federación popular”. La izquierda de este llamado común no se posiciona desde la visión de un partido sino desde las duras lecciones que dejó y dejara la pandemia.

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