“Bueno, la banda ha dejado de tocar pero seguimos bailando. El mundo sigue girando, el mundo sigue girando…”

Tom Waits, The world keeps turning

La banda ha dejado de tocar. De eso no hay dudas. Hay un silencio espeso, una calma que precede a la tormenta. Nada va a ser igual. Y no lo decimos con melancolía. El rey está finalmente desnudo.

Poco sabemos hoy del virus covid-19 y sus mutaciones y mucha es información equivocada. Realizar un análisis específico resulta ya caduco al terminar de escribirlo.

Los momentos de crisis son episodios únicos, ventanas que permiten encontrar oportunidades donde lo viejo ya no está y lo nuevo aún no existe, son momentos donde pensar, y en esto nos detenemos: pensar colectivamente nos va a hacer mejores.

Siempre entendimos que una buena pregunta es mejor que la más brillante respuesta. Entonces: ¿Es la única solución para combatir a la covid-19 una fórmula (confusa) de densidad urbana, lo que llamamos distanciamiento social?

En los tiempos medievales, residentes europeos con dinero se retiraban de las ciudades durante los tiempos de plagas. Cientos de años más tarde, el patrón sigue siendo el mismo.

¿Es necesariamente la ciudad el terreno fértil de infección? No, absolutamente no. Lo que sí sabemos es que las ciudades son los lugares donde la injusticia social, la desigualdad económica, la concentración de poder en manos de una elite reducida, se expresa nítidamente. Los pocos y los muchos coexisten en los vagones del subte y en las calles. Se ignoran a veces piadosamente, otras con desprecio en esa convivencia.

La población urbana mundial crece a millón por semana. Más de la mitad del planeta vive en las ciudades y se espera que para mitad del siglo XXI esta tendencia se incremente y llegue al 75 por ciento, donde la mitad habita en la pobreza.

En la ciudad de Nueva York –donde vivimos– las muertes de ciudadanos con menos recursos económicos –hacinados en edificios y departamentos, necesitados de seguir yendo a trabajar– dobló a las de aquellos con mayor poder adquisitivo -que en muchos casos escaparon a segundas casas aisladas de la trama social. Y esto no es casualidad.

¿Qué herramienta tenemos para pensar una vida urbana diferente, más sana, equitativa, higiénica y saludable? Michael Sorkin decía que la única respuesta al terror es un exceso de democracia. Nada más acertado, nada mejor dicho, nada más contundente. ¿Qué es la democracia? Es una forma de organización social que reconoce el poder soberano del conjunto de la ciudadanía. Poder soberano. Poder para diseñar las ciudades para las personas, cualquiera sea su raza, su estrato social, su creencia religiosa. Ciudades inclusivas, ciudades sustentables, con escala humana, con espacios abiertos repartidos equitativamente en el territorio, amable, educada. Una ciudad que sepa utilizar sus recursos naturales y económicos para el bien de todos.

Poder soberano. Poder para utilizar la tecnología, el conocimiento y las inversiones para adelantarnos al problema. Pero también para ser humildes y reconocer que no siempre sabremos cuál conocimiento será el necesario.

Poder soberano. Poder para dejar hacer a los que saben, no necesariamente a los que más hablan, sino a los que están más informados. Al mismo tiempo que les pedimos que nos tengan en cuenta, que nos digan lo que piensan y sobre todo, que todos formemos parte de sus decisiones.

* Arquitecta egresada en la UNR, masters en Columbia University, vive en NYC desde 1999. 

** Sociólogo egresado en la UBA, doctorado en NYU, vive en NYC desde el 2000.

 

*** Arquitecto rosarino, masters en Washington University, vive en NYC desde 1999.