El llamado mundo del deporte depara de vez en cuando alguna sorpresa.

En efecto, hace algunos años el tenista Boris Becker declaró con vehemencia que las circunstancias en las que podía ganar o perder formaban parte de las contingencias de la vida.

"No soy una máquina –dijo Becker– y por lo tanto no estoy dispuesto a consumir anabólicos destruyendo mi salud a cambio de dinero".

Además de estos claros conceptos puso al desnudo la sórdida trama mercantil en torno a las prácticas de alta competencia. La respuesta del establishment mediático fue contundente, repudiar a Becker.

Por su parte Boris Becker se mantuvo en sus fuertes críticas anticapitalistas denunciando la devastación imparable de los ecosistemas naturales.

En el presente, en la liga británica de fútbol está la pretensión de retomar la actividad en plena pandemia de covid-19. Múltiples exámenes a jugadores detectan que están infectados y entonces emergió una voz disonante, la de Danny Rose.

El defensor del Newcastle dijo que no están dispuestos a ser ratas de laboratorio. Agregó: "Me pregunto si merece la pena arriesgar mi salud para entretener a la gente y, siendo sincero no lo deseo".

Más allá que los macro y micropoderes y sus operadores lo pretendan.

No todas las personas estamos dispuestas a ser marionetas manipulables a su antojo. Ah! La digna rebeldía.

 

Carlos A. Solero