No hay tiempo para abandonar las búsquedas. No hay espacio para bajar los brazos. No hay dictaduras que puedan arrasar con la memoria, la verdad y la justicia. Bien lo sabe Sara Méndez, la maestra uruguaya y militante de izquierda que sobrevivió al secuestro ilegal, a las sesiones de tortura, a las mentiras, a la indiferencia social y al dolor que la acompañó durante 26 años hasta poder reencontrarse con su hijo, que en 1976 le arrebató la dictadura argentina a solo 20 días de haber nacido. Esa historia, esa victoria de la memoria por sobre el horror y el silencio, es la que se pudo ver en Sara Méndez, el documental que la TV Pública estrenó el domingo a las 22. El trabajo, dirigido por Sara Kochen, contó detalladamente la búsqueda de una madre de su hijo desaparecido durante más de un cuarto de siglo, a la vez que desnudó la maquinaria que las distintas dictaduras de la región pusieron en marcha en el marco del “Plan Cóndor”.

En la historia de Sara Méndez y de su hijo Simón bien puede comprenderse el calvario -social, humano, jurídico- que las dictaduras latinoamericanas instauraron en la región con pretensión totalizadora y asesina. El relato se construye con la voz de Sara Méndez, a través de su testimonio en los Juicios por los Derechos Humanos, pero también de su compañero de vida, de la Directora del Sitio de la Memoria de Montevideo, del periodista Roger Rodríguez y del ex Senador uruguayo Rafael Michelini. Con material de archivo audiovisual, fotográfico y periodístico inédito o pocas veces difundido en los medios, todos ellos cuentan cómo se llevaron adelante las distintas operaciones coordinadas entre los servicios de inteligencia de cada país para capturar, secuestrar y luego desaparecer a los militantes y dirigentes señalados como "subversivos" por su accionar en contra de las dictaduras.

Sara Méndez contó la vida de la militante uruguaya y su reencuentro en 2002 con su hijo secuestrado en 1976, tras un larga búsqueda plagada de frustraciones, pistas falsas y puertas que se cerraban una y otra vez. Militante gremial en el magisterio uruguayo, Méndez se exilió en Argentina en 1973, huyendo de la dictadura de su país que la había “marcado”. En el país continuó militando en la clandestinidad, junto a su pareja Mauricio, con quien tuvo a Simón el 22 de junio de 1976, en una clínica privada y con documentación falsa porque los militares ya habían ido a preguntar por ella al hospital. El 13 de julio, tras darle de amamantar, Sara fue secuestrada por una patota argentino-uruguaya y la separaron de su hijo recién nacido. “Esta guerra no es contra los niños. No te preocupes por él”, le dijeron esa noche. A ella la trasladaron al centro clandestino "Automotores Orletti", en Floresta, donde la torturaron durante 15 días en condiciones infrahumanas. “Fue una orgía del horror”, recuerda en el documental. “Por el tono y la forma, eran uruguayos los que hacían las preguntas en los interrogatorios”, subraya.

Como parte del “Plan Cóndor”, Méndez fue trasladada en forma ilegal junto a otros compañeros a Montevideo, donde en un primer momento permaneció en un centro de detención conocido como “Chalet Susy”, para ser exhibida ante la prensa como integrante de un grupo subversivo capturado. Una falsa detención. Tras ser condenada por la Justicia Militar, Méndez fue ubicada en la cárcel de Punta Rieles, donde en la primera visita de familiares comprobó una sospecha: Simón seguía desaparecido. Al recuperar la libertad en mayo de 1981, Méndez comenzó la búsqueda de su hijo, acompañada por una parte de la sociedad uruguaya, pero cuyo reclamo no contó con el apoyo de los distintos gobiernos uruguayos de entonces. Los gobernantes le dieron la espalda durante años.

La investigación para saber el paradero de su hijo llevó a Méndez a atravesar todo tipo de situaciones. Desde supuesta “información” que señalaba que su hijo estaba muerto hasta pistas falsas: durante casi 10 años le hicieron creer que un joven de nombre Gerardo, que vivía en Montevideo, era en realidad Simón, pero las pruebas de ADN eran retrasadas una y otra vez. “Le hacíamos llegar regalitos de un amigo invisible pensando que era Simón”, rememora Méndez. Finalmente, los resultados genéticos desecharon la idea de que ese chico fuera su hijo. Fue un golpe tremendo para Sara.

“Fue una gran indignación cuando finalmente se hace el examen el muchacho que Sara durante más de una década creyó que era su hijo y el resultado fue negativo”, cuenta Virginia Martínez, Directora del Sitio de Memoria en Montevideo, y quien acompañó a Sara en la búsqueda. “La indignación -detalla- era de saber que todo el tiempo los militares uruguayos sabían que Sara estaba tras una pista falsa. Eso me pareció siempre una prueba superlativa de la impunidad, y de las consecuencias a largo plazo de la impunidad: saber que hay una mujer que está buscando a su hijo, saber que está tras una pista equivocada, y que el Estado no la haya ayudado. Hubo una especie de regocijo finalmente cuando el examen dio de negativo”.

Lejos de bajar los brazos, Sara siguió buscando e inició una campaña internacional de difusión “Simon Org”. “Tuve la convicción -cuenta Meléndez en el documental- de que de este tema no salíamos si no era a través de una gran presión política, de una gran campaña que pasase las fronteras de este paisito maravilloso que los demás creen, de la Suiza de América y todo eso que se creó desde el extranjero y que le pesa mucho mantenerlo. Había que mostrar la otra realidad del país de la impunidad”.

Con la ayuda del ex canciller Rafael Bielsa y con la colaboración de Rodríguez y Michelini, en 2002 la historia dio el giro tan deseado. Un dato conseguido en insólitas circunstancias llevó la investigación hacia un subcomisario, que en 1976 se había apropiado de un bebé al que había llamado Aníbal. El examen de ADN de ese chico, en marzo de 2002, confirmó que Aníbal era en realidad Simón, y que siempre había vivido en Buenos Aires. Veintiséis años después, Sara se reencontró con su hijo, al que sólo había conocido en sus primeros 20 días de vida. El horror no pudo con ellos.