"El color ese, indescriptible", escribía Pablo Bilsky en 2015. "Ahí estaba la clave de la crónica". La cita es de su libro Herodes, al que le siguieron China (2018), Sfruttatori (2018) y Taxi (2019). En febrero de 2020 la racha continuó al salir de imprenta Vietnam, publicado en Rosario (al igual que China) por Baltasara Editora. Las tapas de Vietnam son verde cemento y las de China, rojo bermellón, código cromático que los sitúa en poesía y narrativa, respectivamente. Prosa y poesía se confunden en la escritura de Bilsky, quien en la nueva obra alterna poemas extensos de versos cortos con el fluir de la prosa poética neobarroca que ya constituye su marca de estilo. Ambos libros se basan en viajes. Viajes críticos, que ponen algo en crisis, a saber: la noción colonial de lo exótico. 

China era un libro de viajes en el sentido que le dio Walter Benjamin en su ensayo "El narrador" a la figura de viajero de Marco Polo: alguien sale a experimentar la inmediatez en un lugar lejano y vuelve para contarlo, para transmitir a sus paisanos la experiencia directa de lo que para ellos sigue siendo una "lejanía". En Liverpool y en Varsovia, Bilsky recorrió los museos de la barbarie, estuvo presente ante documentos materiales del genocidio esclavista y del genocidio nazi. En una ciudad europea, vio la invisibilidad de una gitana. Los viajes narrados en China son salidas a la experiencia de lo desconocido. El lenguaje del autor expresaba la confusión y el caos multicolor de su inmersión en una globalidad babélica, políglota, inabarcable, que a la vez seducía y rechazaba al turista.

Cuando en 2018 Bilsky viajó a Vietnam, parece haber enfrentado en cambio otro tipo de experiencia, que también tiene su nombre en el atlas benjaminiano: "Demasiado cerca". Así se titula un breve ensayo de Benjamin sobre su visita a un sitio famoso, una catedral que le resultaba como invisible al estar de pie frente a ella; tanta es la acumulación de referencias previas con las que va munido, y de las que no logra desprenderse, que no termina de hallarse presente allí, no encuentra el aquí y el ahora. Hay una dislocación, un desencuentro en tiempo y espacio. Va por primera vez a un lugar donde ya estuvo.

Abrumado por las horas y horas de películas sobre la guerra de Vietnam que mamó su generación (Bilsky nació en 1963 en Rosario, fecha que lo sitúa en la generación de Malvinas, uno de cuyos cadáveres más extraños protagoniza su novela Herodes), el viajero se encuentra con que "el espacio funciona de una manera otra", con que las motos se apilan en un galpón que crece como las cárceles en los grabados de Piranesi, y donde el tiempo fluye 24x7 pero además abarca linajes de ancestros y descendientes. 

Es un vértigo casi al límite del mutismo el que le provoca esta verticalidad vietnamita. Los cuerpos se vuelven protagonistas (la levedad de bambú de los habitantes contra la paquidérmica enormidad de los turistas occidentales); la música opaca del idioma toma el espacio sonoro del poema, y las categorías se descolonizan e invierten. Lo anómalo, lo grotesco, no es el local sino el visitante. El capitalismo deja de ser vivido como progreso o normalización y pasa a ser leído geopolíticamente como invasión devoradora. Una lectura más que correcta, y sin embargo el narrador absorto de las primeras páginas ha enmudecido. Para recobrar la voz tiene que remitirse a las gastadas películas que vio. 

Y termina por contar lo que ya sabe, cantar la canción cuya letra creemos saber todos. La primera persona del soldado yanqui que se siente arquro zen y dispara contra todo lo que se mueve, bajo los efectos de un LSD "vencido" (vencido, en más de un sentido) funciona como experimento literario gracias a décadas de oficio, pero no recobra las cumbres de maravilla siniestra del relato "Max Estrella del canon pali": "Nguyen apila motos en un sucucho... Nunca descansan ni se detienen y el garage-sucucho-nave es una oquedad eterna. Las motos se apilan. Forman torres. Babeles. Y mutan. Son monstruos que bostezan diesel y Bardahl. Nunca se aquietan. Entran y salen con el furro del cadmio y la fiereza de un monzón mínimo, agazapado y felino". Max Estrella es el protagonista de Luces de bohemia, obra teatral de Ramón María del Valle-Inclán; "el canon pali" se refiere al idioma en que se presevaron las escrituras sagradas orientales.

El mejor texto del libro describe desde el lugar de tallerista los espacios infernales del encierro en la cárcel de menores de Rosario, a donde él llevó un poema del vencedor impensado de aquella guerra: Ho Chi Minh. Cuando Bilsky lee este poema, "Ho Chi Minh en Rosario", lleva a su público al encuentro de "los poetas condenados" que allí residen.