Supongo el modo. Una hilera de patitos formando un espiral. Me pierdo. Vuelvo a comenzar. Todavía no sé cómo piensa una mujer.

El tango habla de eso. Un extravío escrito por hombres perdidos. Condición de género: dejar la puerta abierta para que vuelva. Ella que quiere salir y él, unos años después, en la boca de otro dice sí, "mi vida fue un engaño". Ellos y el resto de los hombres siguen acomodados en la misma silla, siguen dispuestos a preguntarse qué quiere ella. No es un problema de abandono sino de afirmación. Ella se fue.

¿Con ese infeliz te fuiste a enganchar?

El tango aclama el deseo femenino, pero no lo entiende. Por eso la traición, porque no hay otro modo de componer sobre ese deseo si no lo es desde un piso moral. Cultura judeo‑cristiana. ¿Escuchaste sobre el asunto? Voluntad de apropiación de lo que no se abarca, de lo que no se abraza. La fuga femenina es la cara de Judas Iscariote. Y el hombre, pobre, apenas un Cristo que espera la resurrección de un amor. "Me dijiste al besar el Cristo aquel"; "Y hoy que vivo enloquecido porque no te olvidé..." (1).

La mujer, duerme buena parte del tango en su mano. Es el único lugar con propiedad. La pluma llora, se revuelca, le grita a Dios para que lo salve de un amor deshonesto. Y la debilidad masculina aparece en la vidriera de cualquier café. Ya pasó la tarde. Pero el alcohol la trae de nuevo. Pura venganza y espejo de una impotencia. Por qué, viejita querida, dame una mano en esta. Ya no lo reconoce, el tango odia a la madre, porque ama demasiado a la mujer. Y la vieja es amparo, un vientre a punto de estallar, no cualquier mina. No.

Traidora. ¿A quién escribirle ahora? Manzi primero, después Discépolo. Uno y otro, dos metros bajo tierra.

Ella sigue, como si nada. Aparece desatando la luna en sangre. Desmayando a una estrella con el brillo de sus ojos. "Hay una estrella desmayada, junto a la luz de tu mirada...". (2). "Te até a mi guitarra como una oración" (3), dice Cátulo, porque ella es silencio y él la busca y no está. La belleza también es fuga. Y después un recuerdo. Siempre. Inalcanzable.

Cómo no perderse...

Pero yo, yo soy un poco más moderno. Soy el que levanta los altares a tu bombachita roja.

 

(1) Tango "Gricel" ‑ José María Contursi

(2) Tango "Como aquella princesa" ‑ Osvaldo Fresedo

(3) Tango "Se muere de amor" ‑ Cátulo Castillo