¿Es posible aprovechar la baja de la inflación que se registró en los últimos meses para modificar la dinámica de los precios de forma más permanente? La anormalidad del contexto económico, con reducciones del 25 por ciento en el salario de bolsillo de un enorme grupo de trabajadores, desplome del consumo, listas de precios máximos y fuertes controles oficiales, congelamiento de servicios públicos y de otros servicios que prestan privados, suba del déficit fiscal para financiar la ayuda a hogares y a empresas y renegociación de la deuda externa se combina con otra situación atípica: luego de más de dos años, la inflación se ubicó dos meses seguidos por debajo del 2 por ciento mensual. El Indec midió incrementos del 1,5 por ciento para abril y mayo y en junio se espera que a grandes rasgos esta dinámica continúe. Ante la consulta de Página/12, especialistas analizan bajo qué condiciones se puede mantener la reducción de la inflación.

Diego Coatz, economista jefe de la UIA, explica que “en este contexto hay dos elementos que pueden considerarse como oportunidades: la baja de la inflación y el superávit comercial. La moderación de la inflación se explica por la recesión, la caída del precio del petróleo, tipo de cambio que se desliza muy poco, tarifas congeladas y mucha menos presión sindical porque la prioridad es mantener los puestos de trabajo. En paralelo, hay superávit comercial a causa de la prolongada recesión, que lleva más de dos años. Ambas cosas se complementan pero hay toda otra serie de cosas que tienen que suceder para que esta situación de oportunidad no se evapore rápidamente”.

“La renegociación de la deuda es clave, porque podría permitir normalizar el mercado cambiario, frenar la brecha y hacer gobernable el tipo de cambio, sobre todo pensando en que cuando la economía se recupere, también aumentará la presión de las importaciones y se van a acelerar las paritarias. El déficit fiscal, con recesión y superávit comercial, no tiene incidencia en la inflación. Lo que sí es importante es la política de tasas para atraer inversión en pesos y reducir la presión cambiaria. Se transita un sendero muy fino, pero hay una coyuntura que se podría aprovechar”, agrega.

Victoria Giarrizo, doctora en Economía (UBA) y autora del libro “Atrápame si puedes. El secreto de la inflación argentina” considera que para que el freno en la inflación se extienda en el tiempo, “el gobierno tendría que tomar algunos controles y decisiones. Por el lado de los controles, seguir de cerca la cadena de remarcaciones en los sectores donde se va activando la demanda. Por ejemplo, en el textil, las telas nacionales están subiendo sin explicación, mientras que en electrónicos incorporaron anticipadamente los precios por los nuevos esquemas de compras de dólares de los importadores. Hoy la tecnología permite detectar todas las irregularidades, incluso controlar que las empresas fabricantes de insumos de uso difundido cuyos productos cotizan en dólares vendan efectivamente a dólar oficial. Hay que alentar no solo a los consumidores a denunciar mediante aplicaciones en celulares especiales, sino también a los comercios y proveedores”. También sugiere “crear una especie de scoring donde se le dé puntaje a las empresas según como se comportan con sus precios. A las empresas que muestren responsabilidad con los precios, se les podría bajar el impuesto el cheque”, agrega.

El Centro CEPA calcula que “en junio la variación de precios sería similar o levemente mayor a la de mayo, dado que se mantiene el congelamiento de tarifas de servicios públicos, alquileres, transporte y comunicaciones, hay un dólar mayorista relativamente estable y salarios a la baja”. Sin embargo, advierte que hubo subas en el rubro salud y que el comportamiento que tuvo en mayo el rubro de prendas de vestir (fuertes subas a pesar del desplome del consumo) podría darse en otros sectores. “La historia argentina nos enseña que las aceleraciones inflacionarias se dan con las grandes devaluaciones. Por eso es importante mantener la estabilidad y previsibilidad del tipo de cambio, y es importante que la brecha entre el tipo de cambio oficial y paralelo no se dispare”, indica Eva Sacco, economista del CEPA. También pide "mirar con atención la deuda cuasifiscal, que son los pasivos del BCRA, ya que no es lo mismo emitir para pagar el IFE que emitir para pagar las Lelics, que tienen impacto directo en la presión sobre el dólar".

La consultora Ecolatina resalta que "la cuarentena funcionó como política antiinflacionaria: tras más de dos años, la suba de precios perforó el 2 por ciento mensual en abril y mayo". Entre los factores que pueden contribuir a que se mantengan estos niveles de inflación, Ecolatina ubica la "dinámica acotada" que se espera en los servicios públicos favorecida por la baja en el precio internacional del petróleo. Por otro lado, la cuarentena aminoró las tensiones salariales, aunque con un costo altísimo en términos de empleo y poder adquisitivo. Sin embargo, el informe advierte que la dinámica de los salarios se va a recuperar una vez superada la pandemia, mientras que las restricciones cambiarias aumentan el impacto del dólar paralelo sobre los precios. Por eso, proyecta  una inflación del 45 por ciento para este año. En una línea similar, Martín Vauthier, de EcoGo, plantea que la mayor dinámica de precios volverá "una vez que se levanten todas las palancas de la economía. Va a tener especial importancia la renegociación de la deuda como señal hacia el mercado cambiario local". 

Para Andres Asiain, economista director del Centro de Estudios Scalabrini Ortíz (CESO), "la clave es transitar la salida de la cuarentena con estabilidad cambiaria". "Si eso sucede, el piso logrado por efecto de las regulaciones y por el hecho de que muchos sectores no esenciales no estaban funcionando y por ello no aumentaron los precios, puede servir para dar un margen de estabilidad. Pero si la corrida sobre el paralelo se va trasladando al oficial, en poco tiempo la estabilidad lograda se va a perder", analiza.