Desde Roma

Hay un Mundial y varios mundiales aparte. Italia juega el propio desde la prensa y la calle tratando de imponerle a Roberto Baggio en el equipo titular de Azeglio Vicini. Brasil se pelea con Pelé que dice que el equipo es un desastre. Robson se pelea con los periodistas ingleses que descubrieron o inventaron a una tal lsabeletta que se habría divertido una noche con tres jugadores del equipo de la reina. Y los soviéticos contra los arbitrajes, y Argentina con sus dudas y lesionados, y Uruguay contra Uruguay. Alemania, Checoslovaquia, Camerún y Egipto viven un idilio de la primera parte del torneo. La gente, en tanto, también juega su mundial, de acuerdo con los colores que lleve.

Agentes de la Securitate rumana, que no desaparecieron con Ceausescu sino que han encontrado cobijo bajo el ala "democrática" de Iliescu, visitaron discretamente varios albergues donde se encuentran los simpatizantes rumanos, en Télese Terme, cerca de la concentración del equipo de Erich Jenei. Casi un centenar de ciudadanos rumanos anunciaron sus pedidos de asilo político en Italia después de observar por televisión los episodios violentos registrados en Bucarest, la semana pasada.

El lunes, cientos de ellos se encaminaban disciplinadamente hacia el San Paolo, cada uno portando una bandera roja, amarilla y azul con un enorme agujero en la franja central. "No comunist", gritaban, algunos con cierta graduación alcohólica en la sangre descubierta a simple olfato, cuando alguien les preguntaba el motivo de la bandera rota. Le habían arrancado, a gajos, con las uñas, desesperadamente, los emblemas comunistas de la antigua bandera nacional. Los agentes de la Securitate están tras los 40 rumanos que gritaron a los cuatro vientos que no regresarán al país "de ninguna manera", aunque todavía no pudieron localizarlos. La mayoría de los rumanos que no desean el regreso, disidentes con Ceausescu, ahora también con lliescu, guardan un discreto silencio. Rumanos en el exilio intentaron una protesta en la embajada romana y fueron disueltos, no de buenas maneras, por los carabinieri. 

Italia, que tiene una secretaría que casi tiene los poderes de un ministerio por la cantidad y calidad de problemas diarios que debe enfrentar, discute cotidianamente el papel de los extranjeros en el país. Antes eran los sudamericanos, expulsados por las dictaduras latinoamericanas de los 70 quienes consiguieron cobijo. Luego los africanos "legales e ilegales" se quedaron en las grandes ciudades y ahora, el gobierno de Cossiga —que también vive en una revuelta interna por una carta que el presidente hizo pública criticando a los partidos políticos de obstaculizar su gestión— teme que el Mundial les deje de regalo rumanos exiliados y un conflicto diplomático con Bucarest.

En tanto, el ciudadano común italiano, más práctico y solidario, alojó a algunos simpatizantes rumanos en sus hogares campesinos, en las afueras de Napóles. Uno de ellos es Michele Jordanescou, quien combatió contra Ceausescu y ahora se pregunta si "¿esta es la libertad por la que luchamos? Yo peleé en la universidad y me abrieron un proceso. Combatí por una Rumania libre pero no soy libre, estoy en una lista negra. Después de siete meses de proceso me dijeron que estaba libre y pedí venir al Mundial. Me dieron el pasaporte y 75 dólares diarios. En Bucarest no tengo trabajo ni puedo estudiar. Ahora he visto a los agentes de Securitate en Italia. ¿Esto es ser libre?".

Por último, los jugadores de la Selección guardan un prudente silencio. Un representante gubernamental viajó especialmente desde Bucarest para explicarles que los sucesos de la capital eran producidos por "cuatro estudiantes marginales". Las imágenes de la televisión italiana, en cambio, lo desmentían en vivo y en directo.

Los futbolistas rumanos, más privilegiados respecto del resto de la población, temen por las familias que quedaron en el país pero no tanto por su futuro. Balint, Lacatus, Radiouciu tienen grandes posibilidades de jugar en equipos italianos. Gheorghe Hagi, a quien el hijo del dictador fusilado, Valentín Ceausescu, nunca le permitió dejar el Steaua Bucarest, seguirá en el Real Madrid. El resto espera que iliescu no tenga un pariente futbolero que se haga su hincha número uno y repita la historia de Hagi, quien podía andar en Mercedes Benz pero jamás abandonar la jaula de oro del Steaua, pese a las ofertas de cada año.

*Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia 90.