"Los humanos son las únicas criaturas vivientes que saben que van a morir… No todos ellos deben vivir hacia la muerte como afirmó Heidegger, pero todos viven sus vidas a la sombra de la muerte”. Zygmunt Bauman
San Francisco de Asís decía que había que comenzar haciendo lo necesario, después lo posible y que de pronto, sin darte cuenta, estarás haciendo lo imposible. La pandemia de covid 19 va a dejarnos una comunidad fragilizada. Lo frágil, según la Real Academia Española es algo quebradizo y que con facilidad se puede deteriorar. Es a los Estados de la Tierra, y al de Argentina en particular, que les toca ocuparse de ésa fragilidad de salud, social y económica. El cuerpo social va a quedar con muchas heridas y con mucha pobreza rayana en la miseria, es decir los pobres más pobres y los sectores medios más empobrecidos. La gestión pública de la fragilidad abarca la gestión de riesgo y también la profunda incertidumbre. Necesitamos una intensa intervención del Estado en todos los niveles societales. Dejarlo en manos del mercado sería de pleno caos. La ineptitud del mercado es palmaria. El mercado vino para quedarse aún desde antes del capitalismo, pero no para gobernar, sino y estrictamente para intercambiar distintas prestaciones. El Estado democrático, republicano, de equidad social y ambiental es el convocado a la gestión de fragilidad. El Estado de Argentina ya ha comenzado esta gestión. Nadie hubiera previsto que para salvar vidas, por la alta morbilidad y letalidad del coronavirus, se iba a lentificar por más de 80 días los movimientos del mercado, y cerrar todos lugares de potenciales y efectivos de contagios. Nadie lo hubiera pensado, porque era imposible. Sin embargo, fue un imposible convertido en posible: gestionar y gestar la protección de la fragilidad de la vida.
En la gripe española murieron 50 millones de personas. En ese momento, los países más desarrollados valorizaron las cuestiones económicas por sobre la salud pública. Muy por el contrario, en la actualidad algunos países priorizaron y priorizan la salud de las personas.
La gestión de fragilidades es mucho más que el Estado intervencionista. En la historia económica argentina la intervención estatal por la crisis de 1930, se iba a realizar a favor de la economía de mercado y de los sectores de la dominancia económica de ésa época. Una crisis inmersa en un sistema político corrupto, de fraude electoral y latrocinio económico. Así, se crearon las juntas reguladoras de carne, de granos, de algodón, mate y de vino. Con el objetivo, entre otros, de proteger la producción y sostener las ganancias del sector empresario. También en 1935, bajo el gobierno de Agustín Justo, se crea el Banco Central de la República Argentina. Es decir la autoridad monetaria del país con funciones, entre otras, de regulación de circulación y cambio monetario.
En 1929, bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen se estableció la ley 11.544 fijando la jornada de trabajo de 8 horas. Antes, este legítimo gobierno democrático apoyó la Reforma Universitaria de 1918 y va a establecer, entre otras tantas medidas, la caja de jubilaciones para los empleados públicos. En 1922 crearía la empresa estatal YPF.
El gobierno elegido democráticamente de Juan D. Perón, en el período que va de 1946 a 1955, tomó distintas resoluciones, entre ellas, promovió los derechos sociales, estableció el aguinaldo generalizado, garantizó el ingreso no arancelado a las universidades nacionales, el voto femenino y muchas medidas más que beneficiaron al conjunto de la población.
Podemos ver, entonces, tres intervenciones fuertes en la sociedad de parte del Estado. La primera que apoyó a la dominancia económica de otrora, y las otras dos de beneficio al conjunto de la población. La gestión de fragilidades sociales se identifica con las dos últimas intervenciones estatales.
El abordaje que han realizado las autoridades actuales respecto a la covid-19 ha sido desde la óptica de la gestión de fragilidades, en forma creativa y acertada. Ahora se le debe sumar la gestión a las fragilidades económicas de los vulnerables y de los sectores medios, en sentido amplio. Es el Estado el que deberá garantizar el trabajo y la presencialidad laboral para dejar de lado el trabajo virtual. Se va a requerir la creación de empresas públicas no estatales para mantener los empleos o para crearlos. Más de 300 mil puestos de trabajo en la Argentina están afectados y también hay impactos de distinta índole sobre el 81% de las 3.300 millones de personas empleadas en el mundo. Son los Estados que gestionan las fragilidades de las naciones los que pueden evitar el colapso de la comunidad mundial. Es en este contexto que nos debemos convocar a realizar un nuevo Pacto Social y Ambiental de la Humanidad, que plantee, entre otras cuestiones, lo sostenido por el Ágora de los Habitantes de la Tierra de Sezano (Verona) en su Manifiesto 2020: vacuna pública, gratuita y de bien común de covid-19 para todas y todos los habitantes de la Tierra. La vida no se debe pagar, se tiene que gozar. Es un derecho humano esencial. Desmercantilizar la existencia es darle certeza. Por eso, sin gestión pública de la fragilidad y del bien común, nada va a mejorar y se va a lamentar la violencia.
(*) Cientista Social y Doctor en Ciencias Jurídicas.