La creación de un Instituto Nacional del Libro (INLA) es una cuenta pendiente del Estado. Un proyecto –el que presentó el entonces diputado Daniel Filmus en abril de 2019- espera su tratamiento para que no pierda estado parlamentario a fin de año. La escritora cordobesa Eugenia Almeida subraya la importancia de contar con una institución pública que promueva, proteja y sostenga el trabajo de escritores, traductores y editores. “Que hace poco tiempo se haya discutido si la escritura es o no un trabajo (una situación difícil de creer por lo anacrónica y clasista) pone en evidencia cuánto necesitamos instituciones que se ocupen del mundo del libro. Desdibujar el trabajo en la escritura nos condena, como comunidad, a leer solamente lo que escriban aquellos que tienen una posición económica que les permita regalar su tiempo. Se pierden muchas voces así, especialmente las de quienes están en situaciones más vulnerables. Y esa es una pérdida enorme para todos”, plantea Almeida a horas de participar de la asamblea virtual por Zoom “El instituto del libro es necesario”, junto a Claudia Piñeiro, Alejandro Dujovne (investigador del Conicet), el traductor Pablo Ingberg, la escritora Silvina Rocha (del Colectivo LIJ), Gabriel Súnico (presidente del PEN) y Marcelo Guerrieri, presidente de la UEE (Unión de Escritoras y Escritores).

El proyecto “podría permitir un acceso más democrático; es abrir un camino para los escritores más jóvenes, decirles que hay un lugar para ellos y que vamos a poder leerlos”, agrega Almeida. El traductor Pablo Ingberg precisa que la industria editorial es una industria cultural que da trabajo a mucho personas en diversos rubros, entre otros para las y los que se dedican a la traducción. “En un país de economía tan inestable como el nuestro, un INLA contribuiría a políticas públicas anticíclicas para el sostenimiento y el crecimiento constante del sector”, explica Ingberg. “El gremio traductor argentino, de larga y rica tradición, también cuenta con ‘capacidad humana instalada’ para contribuir a un gran aumento de la producción editorial nacional. Una producción que, además de dar trabajo local, sustituye importaciones y produce exportaciones. Un INLA sería una piedra fundamental para el crecimiento sostenido de nuestra industria editorial, incluyendo la traducción”.

Marcelo Guerrieri, presidente de la Unión de Escritoras y Escritores, recuerda que a diferencia del cine con el INCAA, el teatro con el INT y la música con el INAMU, el libro no tiene un organismo propio para el desarrollo de políticas públicas. “Al no existir un Instituto del libro que piense a la industria del libro de forma integral, cada uno de los actores del sector editorial busca salvarse como puede –advierte Guerrieri-. Y asistimos a falta de ayudas específicas para el sector, vulneración de los derechos autorales en formatos pdfs compartidos sin ningún control, librerías que cierran, editoriales que no pueden distribuir o cumplir con su plan editorial, autores sin posibilidad de pedir ningún tipo de ayuda al estado en tanto trabajadores. De cara a la salida de la crisis generada por el coronavirus, se torna imprescindible la existencia de un Instituto del libro que, con mirada de largo y mediano plazo, dinamice a la industria editorial pensada como un todo. Y cuando decimos industria editorial, nos referimos tanto a la producción material del libro, como a su producción autoral, el trabajo de escritores literarios, de no ficción, traductores, ilustradores, ensayistas, técnicos, investigadores, fotógrafos, que somos quienes producimos los contenidos de la industria editorial”.