En tiempos en las que las fake news circulan con obscenidad y en los que la sociedad atraviesa una transición cultural que está empezando a dejar atrás viejas y discriminatorias expresiones, la regularización de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual es de por sí una grata y necesaria noticia. Tras un período en el que se la desarticuló, en el que el gobierno anterior la dejó acéfala por años y luego la intervino sin otra finalidad que desactivar sus funciones, el órgano que se encarga de defender los derechos de las audiencias encara una nueva etapa con la conducción de la periodista Miriam Lewin. “La Defensoría no solo puede sino que debe cumplir un rol fundamental en la circulación de informaciones y mensajes que fortalezcan la democracia y no la debiliten”, afirma la flamante defensora de las audiencias en la entrevista con Página/12.

Especializada en periodismo de investigación, la periodista que trabajó hasta hace meses en el Grupo Clarín, pero que supo hacerlo en diversos medios como Radio Nacional y El Mundo, decidió poner en suspenso el ejercicio del oficio para asumir un rol institucional como defensora del público. Una decisión que, cuenta, meditó largamente pero que aceptó porque sentía que tenía que ver con la búsqueda que tuvo a lo largo de toda su carrera. Así fue que le dio via libre a su candidatura, cuya designación fue aprobada hace poco más de un mes por la Comisión Bicameral de Promoción y Seguimiento Audiovisual, las Tecnologías de las Telecomunicaciones y la Digitalización.

“Siempre dije que había elegido el periodismo como oficio porque me permitía darle voz a quienes que no tenían voz, amplificar la voz de aquellos sectores que no tenían lugar en los medios, o a los que se les daba un lugar distorsionado. Por eso me dediqué al periodismo de investigación. Mi vocación, en cierta forma, es ayudar a reparar injusticias. Me parece que por eso acepté que me propusieran candidatearme para el cargo. Sentía que tenía que ver con aquello por lo que había abrazado al periodismo”, detalla Lewin, quien fue detenida desaparecida por la última dictadura militar en el centro clandestino de la ESMA.

La Defensoría del Público, organismo surgido a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tiene como misión promover, difundir y defender el derecho a la comunicación democrática de las audiencias, oficiando de intermediaria entre los productores y emisores de los mensajes que circulan en los medios y los receptores. Desde ese espacio, Lewin encara la titánica y compleja tarea de promover el debate democrático responsable, canalizando reclamos y denuncias del público sobre derechos violentados en televisión y radio. “La Defensoría no tiene funciones sancionatorias, no tiene funciones punitivas, pero sí cumple roles de mediación, funciones pedagógicas, tiene un área de capacitación muy fuerte, de análisis y monitoreo que estoy convencida que puede aportar a mejorar la relación entre las audiencias y los medios”, detalla la autora de Putas y Guerrilleras (junto a Olga Wornat) y Secretos Argentinos. La intimidad de los crímenes que conmovieron al país (con Marcelo Camaño).

-¿Con qué organismo te encontraste?

-Me encontré con una Defensoría paralizada. El mandato de la primera defensora, Cynthia Ottaviano, que puso en marcha esta nueva herramienta, finalizó en noviembre de 2016. Después hubo un período en el que María José Guembe se hizo cargo de la Defensoría, pero era de transición. Se intentó mantener vivas todas las líneas de acción, pero obviamente sin defensora a la cabeza el organismo perdió visibilidad. Y en el último año y medio del mandato del macrismo se decidió un interventor, Emilio Alonso. Este interventor no solo no venía del mundo de la comunicación, sino que intentó por distintos métodos desanimar al personal, desarticular programas y desmovilizar a un organismo en cuyo origen y espíritu está la ampliación de derechos, tal cual lo expresa la Ley de Servicios de Comunicación Audioviosual. Esa ley tiene como objetivo la divulgación de la comunicación como un derecho y no como una mercancía. La administración anterior estuvo muy lejos de la promoción de derechos.

-¿Las mismas funciones de la Defensoría entraban en contradicción con la política comunicacional de Cambiemos?

-Tal cual. Entonces, si bien no se produjeron despidos masivos como en el caso de la agencia estatal Télam, sí hubo una política de desánimo. Y es mérito de los y las trabajadoras de la Defensoría haber mantenido el organismo abierto y activo y evitar que se desarticulara totalmente. Fue una época muy desgastante, de sangría de recursos porque numerosos trabajadores y trabajadoras muy capacitados (con posgrados y maestrías en comunicación) dejaron de ser parte de la Defensoría. Hubo una política de desgaste: se presentaban proyectos y se aprobaban pero después no se ejecutaban, algunos no se aprobaban, o no se les daba respuestas a las denuncias de las audiencias... Ahora tenemos que dar vuelta la página.

-¿Cuáles serán los ejes de tu gestión?

-El prioritario es volver a poner de pie el organismo y sanar heridas por la inmovilización a la que fue objeto. Otro de los objetivos es visibilizar a la Defensoría del Público, porque mucha gente la confunde todavía con la Defensoría del Pueblo. El otro día en las redes una señora celebraba que “ahora alguien iba a controlar los precios porque la fruta y la verdura están muy caras”, u otro me reclamó por una factura de gas... La gente tiene que entender que nosotros defendemos y refrendamos los intereses de las audiencias en los medios. Queremos audiencias activas, que se apropien del instrumento que constituye la Defensoría. Pero que no solo denuncien, reclamen y consulten, sino que también hagan uso de todos aquellos instrumentos que la Defensoría pone a disposición de la población para fortalecer y defender el derecho a la comunicación, como cursos de capacitación, manuales de recomendaciones para profesionales de los medios, ideas para la elaboración de un código de ética y guías para el tratamiento mediático de diversos temas, como el de cuestiones relacionadas con adultos mayores, la violencia institucional, la identidad sexual...

-¿Qué pasa cuando esas guías o manuales no se ponen práctica? ¿Cuál es su diagnóstico? ¿Hay falta de capacitación o un falaz ejercicio del periodismo?

-Creo que hay una gran avidez de capacitarse por parte de los y las comunicadoras responsables. Muchas veces en el tratamiento de la información no existe una mala intención o una animosidad contra un grupo determinado, sino que lo que ocurre es que no se sabe cómo encarar determinadas temáticas. Me pasó ver en el medio que dejé de trabajar hace poco (el Grupo Clarín) que cuando se implementó un taller de capacitación en cuestiones de género el aula no dio abasto y se tuvieron que hacer dos turnos. Es decir, hay una impresionante avidez de capacitación periodística en Argentina sobre cómo tratar los femicidios, el abuso sexual contra la niñez, las distintas violencias, sobre los géneros y las diversidades... Hay muchas comunicadores y comunicadoras que necesitan conocer más para no vulnerar un derecho. Hay muchos que buscan respuestas a la pregunta sobre cómo no herir a otro cuando se comunica. La comunicación debe buscar siempre minimizar el daño. La información policial conlleva un daño. Hay que minimizarlo. Hay que preguntarse por qué comunico este tema de tal manera y no de tal otra, qué siente uno al comunicar tal cosa de un chico o chica abusado sexualmente, cómo procedería uno si fuera mi hijo o mi hija.... Hay una serie de preguntas que uno tiene que hacerse al momento de expresar un mensaje.

-Ese es el punto: no todos los comunicadores se hacen ese tipo de preguntas.

-Hay que lograr que todos los comunicadores se hagan preguntas antes de abordar una información. Cuando yo empecé a trabajar en Radio Nacional, en el 2006 y en un medio público, era una cuestión cotidiana escuchar chistes referidos a las travestis, o a la vestimenta de los conductores cuando se ponían una remera o suéter de color rosa, por ejemplo. Y todo el mundo se reía. Cuando digo “todo el mundo” también me incluyo e incluyo a otras mujeres. Hoy esos chistes no le hacen gracia a nadie, están deslegitimados, no son efectivos. Entonces, desde la Defensoría apuntamos a un cambio cultural en la comunicación. Este cambio cultural arrollador, que se gestó a partir de 2015 con Ni Una Menos, y que involucra a muchas temáticas que tienen que ver con las diversidades, con las mujeres y con los distintos tipos de familia, terminó por desligitimar los discursos discriminadores.

-¿Creés que ese interés profesional e individual por la capacitaciones en algunos temas es también acompañado institucionalmente por las empresas de medios? ¿Qué pasa cuando la búsqueda de impacto, rating o clicks se anteponen a la responsabilidad social?

-La mecánica de la Defensoría de acercar posiciones y ofrecer alternativas de acción reparatorias que ayuden a la convivencia social es muy efectiva.

-¿Si? ¿Lo creés?

-Creo que es efectivo y que hay posibilidades de ir fortaleciendo los vínculos con las empresas para que entiendan que comunicar responsablemente termina siendo negocio.

-¿Considerás que el público busca cada vez más esa comunicación responsable?

-Me parece que ahora hay más anticuerpos. Uno se da cuenta cuando se produce un ataque a una comunicadora mujer, sea por su apariencia o por su sexualidad, que masivamente en las redes acuden a respaldarla. En Twitter, Facebook o Instagram se suma el señalamiento sobre cómo debería haber sido una cobertura responsable cuando se produce un mal ejemplo alrededor de un femicidio o una violación, por ejemplo. El otro día un medio publicó “encuentros sexuales con adolescentes” para comunicar lo que era una red de trata. Instantáneamente se le señaló al medio que ese concepto era erróneo y el medio lo corrigió. Hay que educar para entender. El crecimiento de las editoras de género en los distintos medios es otra muestra del cambio.

-Pero también es cierto que determinados “discursos de odio” no solo forman parte cotidiana del ecosistema audiovisual argentino, sino que también se los “premia” con horarios centrales en radio o TV.

-Es evidente que siempre va a haber un público para ese tipo de mensaje. El caso de Baby Etchecopar, cuyo último incidente público estuvo relacionado con Cristina Fernández, a quien asoció a un “cáncer”, no aporta al discurso democrático. Llegaron denuncias a la Defensoría, no solo de senadoras y diputadas, sino también de particulares. Nosotros estamos trabajando en una nota. El equipo de la Defensoría enfocó la cuestión desde el punto de vista de la violencia política contra las mujeres. Porque se trata de un discurso que opera como disuasión de la participación política de las mujeres. Si se le dice algo así a la vicepresidenta de la Nación, que tiene recursos y un umbral de protección, cómo puede impactar tal cosa en alguien que quiera dedicarse a la política. Por eso tomamos el ejemplo de una activista social que pretende participar en política, candidatearse como concejala, y que escucha que se dice eso acerca de la vicepresidente de la Nación. Eso la desanima, eso no puede hacer otra cosa que atemorizarla. El daño, no solo personal sino colectivo, que tal discurso produce es inmenso.

-¿Y cómo se trabaja eso sin limitar la libertad de expresión?

-Nosotros nunca vamos a ir contra la libertad de expresión. Nosotros creemos que la libertad de expresión es un valor profundamente democrático. Pero entendemos que este tipo de discursos tienen un efecto muy perjudicial en la participación política de las mujeres y de las diversidades. Y en el caso de Baby, no es la primera vez. Hay que seguir trabajando para desterrar los discursos que atacan a las personas y no discuten o expresan ideas.

-¿Los discursos que circulan en el sistema audiovisual argentino representan a la heterogeneidad cultural del país?

-No, en lo absoluto. Tenemos que apuntar a que todos los sectores y culturas y naciones se sientan representadas. Necesitamos más presencia de las minorías y de las diversidades en la producción cultural. Para eso es necesario que también haya mayor producción cultural en las provincias. Por ejemplo, las ficciones deben también aportar lo suyo. La ficción argentina oscila entre la romantizacion y la demonización de algunas comunidades. Hay que salir de estos extremos y encontrar también puntos medios que reflejen realidad de todas las diversidades que conforman a la Argentina.

-¿En qué cuestiones el público es violentado en sus derechos en el ecosistema audiovisual argentino? ¿Qué te preocupa?

-Me preocupa que el habitante de La Quiaca o del valle de Calamuchita reciba constantemente información que no le involucra directamente, como un corte de calle en Corrientes y Callao. Me preocupa que haya poco contenido para niños, niñas y adolescentes, especialmente en este contexto de pandemia donde están encerrados en casa y necesitan contenidos, más allá del educativo de Seguimos Educando. Me preocupa que no haya suficiente contenido de producción nacional, en medio de la profunda crisis que enfrenta el sector audiovisual argentino. Me preocupa la vulnerabilidad de algunos sectores y comunidades que son estigmatizadas, como los extranjeros a los que se acusa de “venir a quitarnos el trabajo” en medio de la crisis. Me preocupa que esto se pueda potenciar en la post pandemia. Me preocupa que en algunas piezas audiovisuales se revictimice a las víctimas de femicidio, que se expongan a sus familias o a niños, niñas o adolescentes que son víctimas de abusos sexual. Me preocupa la infantilización de las personas adultas mayores, “nuestros viejos, nuestros abuelos, nuestros jubilados”, cuando sabemos que cada vez más la expectativa de vida se alarga y que hay distintas formas de transitar ese período de la vida. A los adultos mayores se los estereotipa, como el señor que sale con el bastón o a la señora que sale con la bolsa de hacer las compras. Me preocupa muchísimos que no haya accesibilidad para las personas que tienen cierta discapacidad, que no se respete la la regulación de lenguaje de señas o subtitulado.

-¿Y las fake news?

-Me preocupan las fake news porque en el marco de la pandemia una noticia falsa puede costar vidas. Es un tema que deberá estudiarse y tenemos intención en ocuparnos y trabajarlo conjuntamente con los y las comunicadores, las empresas y las audiencias. La Defensoría es una guía, una herramienta, pero el cambio cultural debe ser encarado por todos los actores de la comunicación argentina.

-Una de las cuestiones más injustas y visibles en los medios de comunicación es la inequidad de género existente, sobre todo en ciertos espacios de decisión. Esta semana se expuso esa cuestión a partir de un aviso de un canal que sólo incluyó a los conductores hombres, eliminando incluso a la única conductora mujer.

-Me parece también que tiene que haber más mujeres en los medios. En la pantalla, en los micrófonos, abordando los temas “duros” que están capacitadas para desarrollar. En general, las mujeres ocupan lugares en los medios pero no en los lugares de decisión. Hay pocas mujeres analistas de política o de economía. Las mujeres siguen estando relegadas. No se les permite abordar temas en los que las voces autorizadas fueron tradicionalmente, en esta sociedad patriarcal, masculinas. No hay muchas mujeres que hablen de política. Esto es especialmente flagrante en las radios. Hay radios progresistas que en sus grillas están absolutamente aisladas las mujeres conductoras. Las mujeres conductoras suenen a rara avis. ¡Como si no hubiera mujeres capacitadas!

-¿Cuál será el aporte de la Defensoría en este tema?

-Desde la Defensoría estamos apoyando fuertemente la sanción de una Ley de Equidad en los medios de comunicación. El equipo de la Defensoría trabaja en este tema. Tuvimos esta semana una reunión con el colectivo Periodistas Argentinas y vamos a participar de una reunión con la Bicameral y expondremos en el Senado y Diputados cada vez que se nos convoquen en las distintas comisiones. Apoyamos el el proyecto presentado por la senadora Norma Durango (Frente Para la Victoria) y la diputada Mónica Macha (Unidad Ciudadana) también está elaborando otro.

-¿Con que cosas logradas te sentirías satisfecha al final de tu gestión?

-Con que las audiencias se apropien de la Defensoría como una herramienta. De la misma manera que se tiene apropiado el Inadi, pero en el ámbito de los medios. Tenemos como aspiración que las audiencias recurran a la Defensoría para la produccion de contenidos, ya sea para capacitarse o ser guiados en la adquisición de equipamiento adecuado, como las radios barriales, comunitarias, de los pueblos originarios, las escolares o universitarias. Y por último, si en algunos en los temas que intervenimos -como discapacidad, mujeres, diversidad sexual, policiales- podemos lograr un cambio cultural, me daría por satisfecha. Es un camino largo pero interesante.

La era digital

En las últimas décadas, el proceso de digitalización de la comunicación audiovisual condicionó no solo la producción periodística, su comercialización y distribución. También la era digital modificó comportamientos de las audiencias y sus formas de consumo. Esa accesibilidad de ciertos sectores de la sociedad a la comunicación, ¿está beneficiando a las audiencias o, por el contrario, la lógica del “último momento”, la urgencia y la premura la afectó en sus derechos? Lewin cree que se trata de una cuestión que no tiene respuestas absolutas. “No se puede generalizar”, ensaya la periodista. “En 1994, antes del lanzamiento del Windows ‘95, entrevisté a Bill Gates, y allí él me dijo que Internet tenía un enorme potencial democratizante. Y yo coincido. En un sentido tuvo un gran potencial democratizante, pero también sabemos que tuvo y tiene sus problemas. Y hoy hay una enorme orfandad en el marco legislativo de la red. En Brasil, ahora, se está debatiendo sobre la regulación de lo digital, abriendo la discusión sobre hasta qué punto una regulación limitaría la libertad de expresión. En lo digital hay mucho efecto auto regulador, por esto del cruzamiento de mensajes erróneos o con informaciones maliciosas, con cuentas o desarrollos que verifican fake news y salen a desmentirlo. La pregunta es si la autoregulación es suficiente. ¿Tenemos que asumir la postura del Laissez faire et laissez passer (“dejar hacer y dejar pasar”) o habría que llevar adelante una regulación? Es un tema en discusión en el mundo, que no está dentro de las competencias de la Defensoría regularlo. Será la sociedad y el Congreso los que deban debatirlo”, analiza Lewin.