“Cuando me enteré que iba a ser ella me costó un tiempo terminar de creerlo”, confiesa Leandro Fernández. “Ella” es Charlize Theron, quien protagoniza –y produce- La vieja guardia, una película de acción que Netflix estrenará este viernes 10, basada en la historieta homónima que el dibujante argentino realizó junto al guionista norteamericano Greg Rucka. La vieja guardia presenta a un grupo de guerreros inmortales que se enfrentan a un científico dispuesto a descubrir el secreto de su inmortalidad y sacarle buen rédito económico.

El film llevó a Fernández de su Santa Fe natal a los sets cinematográficos y sus manos, habituadas a la intimidad del tablero de dibujante, tienen incluso su propio cameo en la película. “En la película se respetó la esencia del comic y hubo un vínculo de respeto muy grande, sumado a la visión y el aporte de toda la producción y la directora Gina Prince-Bythewood”, señala en diálogo con Página/12. Fernández además participó de la producción de la película aportando algunos dibujos y “cosas vinculadas al arte que me encargaron”, señala.

“Cuando empecé a desarrollar los personajes, con Greg tuvimos algunas charlas acerca de cómo él iba a vender la historia, pero siempre fueron muy informales porque él es de empezar con una idea y que luego cobre forma según lo que íbamos haciendo los dos”, cuenta sobre el comic que dio origen al film. Como dibujante, su principal dificultad fue lograr que cada personaje fuera perfectamente reconocible para el lector más allá de la época histórica en que se ambientara cada pasaje particular. “Siempre con diferentes atuendos, cortes de pelo, la moda que cambia y al ser guerreros, en situaciones muy diversas: heridos, con sangre, cascos, en trincheras todos sucios”, plantea. Al hablar como dibujante, es fácil advertir la influencia de su maestro Eduardo Risso, de quien fue asistente: se refiere al plantado de página y al balance de negros y blancos en la página del mismo modo. Además, elogia a la colorista del comic original por su “estética maravillosa”.

Un desafío clave de su tarea como dibujante en La vieja guardia fue la creación de los personajes. “Mi intención fue lograr que al verlos el lector escuchara una voz diferente cuando hablaban”, cuenta. “Por eso a propósito hice que no fueran clásicamente bellos, porque el lenguaje de la historieta pide determinadas cosas para mi dibujo que luego el cine muestra de otra forma”, explica. “Así que ni de casualidad pensé que fuera a protagonizarla Charlize, quizás sino hubiera ido para otro lado gráficamente”, reconoce. “Charlize tiene un tremendo poder dramático y es una actriz de acción que se la banca, pero en la historieta los recursos son otros”.

Esa construcción diferente que tienen ambos lenguajes aparece en la entrevista con Fernández. Sobre todo al destacarse que últimamente las películas basadas en comics suelen incluir escenas enteras tomadas directamente de las páginas originales. “A mí me gusta ver eso como lector, pero tendría que analizar si es por amor a la historieta o por el hecho de verlo en pantalla grande”, reflexiona el dibujante. “La imagen más patente que tengo de eso es la primera vez que vi el Batman de Tim Burton, que evocaba mucho la historieta y me emocionó”.

“Historieta y cine están relacionados y se alimentan el uno del otro, pero son distintos aunque ambos son maneras de contar cosas mediante imágenes”, advierte. “Es inevitable que nos apoyemos uno en el otro medio, eso pasó siempre, pero cada medio tiene sus limitaciones”.

Lo que rechaza Fernández es la idea de concebir la historieta como un mero storyboard del cine. “He visto y analizado storyboards de cine, aunque no tengo gran experiencia con ellos, sí con los de publicidad, y definitivamente son medios y trabajos muy distintos”, dictamina. “El storyboard es una referencia para un director, una guía de manejo de cámara y por eso no hace falta que el arte tenga un trabajo final, porque no lo ve el público”, explica. “La historieta en cambio no sólo tiene que ser el arte final, tiene que tener gracia para ser disfrutado como tal, pero además tiene otras posibilidades, como no tenemos cámaras para manejar podemos proponer planos que en un medio físico pondría en aprietos a los camarógrafos para imitarlo”.

Con todo, el cine es uno de sus principales estímulos de toda la vida, confiesa. “De chico si veía una película quería contar mi película yo”, recuerda. “Tenía un amigo y colega, Carlos Meglia, que decía que los dibujantes de historieta éramos como directores de cine frustrados, y hay algo de eso en usar lo que tenemos a mano para contar la película, pero al mismo tiempo también sin límites, porque ponemos lo que queremos, todo a nuestro antojo”.