Máquinas que convierten tatuajes en músicas, o crean composiciones a base de la destrucción total de un celular; adminículos capaces de extraer sonidos de minerales o, por qué no, de la radioactividad. Apenas algunos de los experimentos del artista, ingeniero y científico loco Dmitry Morozov, moscovita que responde al alias ::vtol::, cuyos proyectos suelen dar que hablar. Por caso, el más reciente: Until I Die (en criollo, “Hasta que muera”), propuesta que hubiera hecho las delicias de la condesa Elizabeth Báthory, de haber sido esta damisela tan melómana como sangrienta. “Esta instalación funciona con baterías únicas que generan electricidad usando mi hemoglobina. La corriente eléctrica producida por las baterías acciona un pequeño sintetizador electrónico, módulo que crea una composición de sonido generativo que se reproduce a través de un pequeño altavoz”, explica el especialista en arte sonoro y robótica, expreso fan de los físicos italianos Luigi Galvani y Alessandro Volta, además de los experimentos de alto voltaje del siglo XIX.  “Este dispositivo usa mi vitalidad para crear sonidos electrónicos. A la vez, me convierto en mero observador, mirando mi propio funcionamiento a través de un mecanismo que existe por fuera de mi cuerpo, y es resultado de mis mejores esfuerzos. Así, por un corto período de tiempo, alcanzo mi existencia creativa a través de una instalación breve que luego es desmantelada ritualmente, simbolizando la fragilidad de la existencia”, anota el vampirizado señor, que se extrajo 4 litros y medio de sangre a lo largo de 18 meses (diluidos luego en 7 litros con cuidado de conservar las propiedades electroquímicas originales), amén de dar vida a su sonora criatura: un híbrido tecnobiológico que, según definición de Morozov, no deja de ser una extensión de sí mismo. Extensión muy musical, eso sí.