La cosecha de yerba mate fue vista históricamente como una labor masculina, a pesar de la gran cantidad de mujeres que se desempeña en la actividad, a la par de sus compañeros hombres. Es por eso que la licenciada en Historia de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) y becaria doctoral del CONICET Diana Haugg buscó revalorizar el trabajo de estas mujeres, que son conocidas regionalmente como “tareferas”.

Haugg estudió la trayectoria de estas trabajadoras en la cosecha de yerba mate, analizó las desigualdades de género que debieron enfrentar y reflejó la manera en que su labor fue invisibilizada. Para esto, repasó documentos históricos y entrevistó a cosecheras de yerba mate que se desempeñan en el norte de la provincia de Misiones, así como en las ciudades de Posadas y Oberá.

- ¿Cómo surgió la investigación?

- En 2014, el marco de mi licenciatura de grado, cuando me empecé a preguntar sobre la participación femenina en la cosecha de yerba mate. Noté que las mujeres han estado presentes desde la génesis misma del mercado de trabajo yerbatero, pero que en los trabajos académicos, antropológicos e históricos aparecen poco o nada. Comencé indagando eso y se me presentó un mercado laboral bastante complejo. Hasta la década del ‘90, la labor de las mujeres en la tarefa no era identificado como un trabajo en sí, sino como una “ayuda familiar”. Entonces, las mujeres no cobraban, sino que el varón cobraba por todos los kilos que se cosechaban en el grupo familiar. Esto marginó a las mujeres e hizo que se configuraran ciertos tipos de masculinidades hegemónicas y femineidades subordinadas, en las que predomina la representación del cuerpo del varón y su masculinidad en todos los procesos organizativos de la tarefa.

- ¿El trabajo de las tareferas es visto aún hoy como una ayuda?

- No, a partir de la década del '90 se modificó paulatinamente la categoría de "ayuda familiar", pero lo que no cambió fueron las masculinidades hegemónicas. En la actualidad, la mayoría de los capataces y contratistas son varones.

Además, en el imaginario social se presenta a los cosecheros como masculinos y se piensa a la cosecha de yerba mate como un trabajo de varones. Esto es porque es una actividad en la que se necesita fuerza muscular, destreza y se tienen que realizar trabajos definidos como “rudos”. Incluso las tareferas me han planteado en alguna ocasión que ellas no pueden trabajar como empleadas domésticas, que es un trabajo “femenino”, porque tienen “manos de hombre”... cuando en realidad no hay actividades propiamente masculinas o propiamente femeninas.

- ¿Existe alguna diferencia entre las rutinas de trabajo de las mujeres y de los hombres en la cosecha de yerba mate?

- Sí, hoy en día las mujeres tienen que interrumpir constantemente su trabajo en el yerbal para el cuidado de los niños y las niñas: deben amamantarlos, vigilarlos, darles agua, cuidar que no les pique ningún insecto y demás. Eso hace que los varones puedan cosechar y ganar un número mayor que las mujeres, porque el salario es a destajo, es decir, se calcula por los kilos que se cosechan por día.

También, las mujeres son las encargadas de bañar a los hijos y a las hijas, lavar la ropa, realizar el fuego, preparar y servir el almuerzo y la cena, limpiar y preparar a los hijos y las hijas para dormir. Si hacemos un cálculo, las mujeres realizan como ocho horas más de trabajo por día que los varones.

- ¿Se podrían impulsar políticas públicas para cambiar las desigualdades de género que hay en la actividad?

- Claro que sí. Yo no podría plantear una solución en sí, pero sí me creo autorizada para decir a qué deberíamos apuntar, y es a entender de qué manera y bajo qué condiciones se proporcionan los cuidados infantiles. Los niños a veces tienen que dejar la escuela para ir a cosechar con sus padres, principalmente con sus madres, porque (las familias) no pueden terciarizar el cuidado. Estamos hablando de zonas rurales, alejadas de los centros urbanos de Misiones, donde de por sí las condiciones de trabajo son insalubres. Ni hablar de que pueda aparecer una guardería o una sala maternal o paternal en estos lugares.

También, tenemos que pensar en los embarazos. Muchas veces, las mujeres tienen que ir a tarefear con embarazos avanzados. Conocí a una mujer que tenía dos hijos pero había tenido cinco abortos. Embarazada de siete u ocho meses, levantaba 100 kilos de yerba para subirlos a los camiones para el pesaje. Hacía mucha fuerza y terminaba teniendo el aborto en el mismo yerbal. Son casos realmente impactantes. Además, hay mujeres que han parido en los yerbales y, a partir del 2000, también quedó al descubierto el alto índice de maternidad infantil.

- ¿De qué manera el trabajo de las tareferas fue invisibilizado en la historiografía regional?

- En los documentos históricos del siglo XIX y XX, las tareferas aparecen como “prostitutas”, “madres” o “ayudantes”, pero nunca como trabajadoras. Los varones, en cambio, aparecen como borrachos y tal vez malgastadores, pero siempre como trabajadores. Es muy importante poder rastrear y dar cuenta de que el trabajo de las obreras rurales fue mistificado como un servicio personal, natural o de ayuda. Esa misma mistificación fabricó una hegemonía espuria, que no reconoció la producción y reproducción del trabajo femenino. Es necesario reconocer que estas mujeres son trabajadoras y devolverles el lugar en la historia que se les ha negado.