Situación inédita ésta que vivimos, que ha irrumpido en nuestras vidas desacomodando todo cuanto imaginábamos como nuestra normalidad, a punto tal de no poder ya contar con ella. A partir de este caos, este desorden en el que no hay una causa y un efecto para todos iguales, cada quien busca darle un nuevo orden a su vida, pero no es en muchos casos sin angustia.

Hay un orden que se intenta con los protocolos desde la ciencia, que si bien son necesarios, indican un aislamiento que dejan al sujeto en un encierro que se hace intolerable para muchos, poniendo pautas de prevención que en muchas ocasiones fracasan y no ofrecen garantías de éxito.

Surgen infinidad de situaciones nuevas o que vienen de antes y que dada la indicación del “quédate en casa”, las complica: madres agobiadas que hacen de maestra de sus hijos con tareas que implican un previo aprendizaje a cargo de ellas, parejas que se plantean cómo no tomaron una decisión de separación antes de la pandemia porque se les hace insostenible la convivencia sin espacios propios, el compulsivo lavado de manos pasa a ser elogiable para la prevención del contagio, niños y padres aburridos y otros a quienes el aislamiento los tranquiliza, ya que les permite no tener que encontrarse con el otro, ya sea compañero de trabajo, familiar, amistades y muchos relatos más con angustia son los que se escuchan en las sesiones.

Debido al aislamiento de los cuerpos, el mal llamado distanciamiento social, los analistas hemos tenido que ajustarnos a los protocolos de la ciencia, en este período de pandemia, que nos ha imposibilitado el trabajo en el consultorio, aunque ahora esto se ha flexibilizado en algunos casos.

Confrontados a respetar los protocolos de la ciencia, el distanciamiento físico y la utilización de otros medios para continuar con las sesiones, buscando nuevos modos de llevar adelante la experiencia analítica, el uso de los medios virtuales o del teléfono, modos permitidos, pero con ausencia de la presencia física. Ello nos ha llevado a interrogarnos y nos deja una puerta abierta para seguir investigando esta experiencia nueva de la práctica analítica y su transitoriedad, ya que siempre ha sido pensada con la presencia del cuerpo tanto del analizante como del analista.

Eric Laurent plantea en el Primer principio de la práctica analítica: “El psicoanálisis es una práctica de la palabra. Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica”. ¿Algo del cuerpo puede ser tocado con una comunicación telefónica? Interrogante que surge cuando se escucha un… ¿estás ahí? o el relato de un sueño en el que una analizante le dice a su analista que soñó que la abrazaba.

Otra cuestión que interviene es el tiempo: ¿Cuándo termina esta pandemia? La respuesta es un no saber cuándo, que despierta incertidumbre. Otro factor en estos tiempos de la angustia. En relación con este momento también tenemos que considerar un antes y un después que grafica muy claramente Miquel Bassols utilizando la metáfora del túnel: “¿Qué nos podemos encontrar al final del túnel?” ¿Cómo será la salida? Consecuencias y efectos que a priori no se pueden responder.

*Analista practicante de la Red de la EOL Sección Rosario. Miembro de la EOL y de la AMP