Termina la siesta en Santa Rosa, una pava de aluminio entibia el agua para el mate en la cocina de una casa tranquila, quien la retira del fuego es Edgar Morisoli. Tiene entonces 87 años. Es viernes 8 de diciembre de 2017. Hace casi un mes, el 16 de junio, él, uno de los poetas más notables de las letras argentinas, hacedor de más de treinta poemarios, se ha ido del mundo. Con su muerte, los fragmentos inéditos de una antigua conversación se vuelven nuevos o tal vez luminosos.

Morisoli busca la yerba, la bombilla. “Mi mujer era poeta y narradora, falleció en 2012.Yo me casé a los 21 años con mi profesora de inglés, me enamoré de mi profesora de inglés. Me reconoció hasta el final, celebramos los 60 años de casados una semana antes de que muriera. Al año siguiente, con los hijos le sacamos la obra reunida. Ese es un libro que yo siento muy próximo. El 2012 fue un año muy difícil para mí, discúlpeme la parte confesional”, dice y busca en su biblioteca el libro de Margarita Monges, su compañera. Ojea algunas páginas, con un gesto que mezcla la alegría y la nostalgia. 

Usted nació en Santa Fe, pero desde mediados de los 50 vive en la Pampa ¿qué lo cautivó del nuevo destino?

-Yo vivía y trabajaba en la ciudad de Campana. Una vez graduado en la Universidad del Litoral, tuve allí mi primer trabajo, de topografía industrial, dentro de una refinería de petróleo. Era a término. Cuando hubiera finalizado, me quedaba sin trabajo. Ya teníamos un hijo, el varón, y Margarita estaba nuevamente embarazada. Por lo tanto, buscar trabajo era urgente. Y un día, en un diario de Buenos Aires, encontré un aviso de la provincia de la Pampa. Por el programa de aprovechamiento del Río Colorado, necesitaban profesionales de distintas especialidades. Una de ellas era agrimensor. Así que escribí y me dijeron que viniera a conocer. De Campana fui a Buenos Aires en el ferrocarril, de Buenos Aires a Bahía Blanca, de Bahía Blanca tomé el tren a Neuquén y bajé en la estación Río Colorado, sobre el Colorado, pero de la margen derecha -o sea , provincia de Río Negro- . Crucé el río y me presenté en La Arena, provincia de la Pampa, la margen izquierda del Colorado. Son dos pueblitos conectados por el río. Me mostraron la zona de trabajo, muy grande, muy extensa. Y no puedo usar otra palabra, aunque a lo mejor la hay, la gente y el paisaje del monte me hechizaron. Traté de transferirle a Margarita esa sensación. Por otra parte, era la única posibilidad de trabajo hasta ese momento. No tenía otra alternativa. Hice un viaje a San Luis para buscar otra opción, gobernaba Domeniconi y era Ministro el poeta Antonio Esteban Agüero, que me ofreció trabajo.

¿Entonces cómo llegó la decisión final?

-Cuando volví, Margarita me preguntó: "¿qué elegís vos?”. La Pampa, le contesté. Y aquí nos vinimos. El primero de junio de 1956 tomé servicios en La Arena. Es decir, conocí la Pampa sin pasar por Santa Rosa. Eso fue lo importante. A los cuatro o cinco meses de estar en La Arena, me mandaron en una comisión, aguas arriba, 500 kilómetros, a Casa de Piedra. A mediados del 57, me trasladaron a Colonia 25 de Mayo. Bien arriba, en el Colorado, donde hoy vive mi hija. Tengo nietos y bisnietos ahí. Yo conocí la Pampa remontando el Colorado. Y eso ha sido de mucha importancia para mí.

¿Por qué?

-Y, porque me dio otra visión del paisaje. Y sobre todo, del paisaje hecho gente, que es el que interesa. Mientras no haya una criatura, sólo humana, que lo mire y lo sienta, un paisaje es pura geografía. Recién se hace paisaje, se gradúa de paisaje, cuando alguna criatura lo habita y lo siente.Los  pampeanos, sobre todo los del sur y del Oeste, la Pampa más desconocida, la Pampa más castigada, son gente muy particular. Toda la provincia tiene sus particularidades, que provienen de tantos años de minusvalía política al ser territorio nacional. Tal vez al resto de los argentinos no les resulta fácil entender eso. 

La historia aparece de manera palpable en sus versos. ¿Por qué cree que la política cruza su obra?

Los griegos decían que el hombre es una criatura política. Y yo no soy diferente, ni del lugar ni del tiempo en que me toca vivir. Hay muchas cosas que me duelen y muchas cosas que alimentan mi esperanza. Entre las últimas, están los pueblos de América. Y entre los dolores, la grieta grande, que se polifurca en muchas que no alcanzo a contar.

¿Qué recuerdos tiene de Juan Carlos Bustriazo Ortiz?

Juan Carlos era un hombre bueno. Como diría Antonio Machado, en el buen sentido de la palabra bueno. Muy sencillo, de pueblo. Fue policía, estuvo casi diez años como radio -operador, primero se formó en el manejo del Morse, con antiguos telegrafistas ferroviarios y después ingresó a la policía, donde llegó al grado de oficial ayudante. Finalmente, un día renunció. Él prestó servicios en más de veinte pueblos. Así que tengo la idea de correlacionar su foja de servicios , que guardo, con su poesía . Vamos a ver qué sale. Él fue un gran creador de neologismos pero, al mismo tiempo que su obra -después de que se casó con Hilda Hernández- empezó a forjar su leyenda. Las dos cosas son obra de Bustriazo. Aquel Bustriazo que yo conocí, militante comunista en la década del 50, le afirmó a la gente de En Danza, que toda su obra se la había dictado Dios y que él sentía que venía de otra dimensión el texto completo, que no había nada que tocar. Toda esta leyenda aparece en Herejía Bermeja

Ustedes sostuvieron una gran amistad.

-Sí, fuimos muy amigos. Cuando apareció esta gente de la academia –de la editorial- , Juan Carlos ya se había casado con Hilda Hernández, la enfermera que lo cuidaba en el hospital. La aparición de esta señora hizo que Juan Carlos se alejara o lo hicieran alejar de todos sus antiguos amigos, incluido yo. No obstante, creo que es una de las voces poéticas más importantes que ha dado La Pampa en el Siglo XX, junto con Olga Orozco y Horacio Armani. La obra de Bustriazo la tiene ella, son 79 libros, solo cinco están editados e incluso los demás no se sabe dónde están. Ella los conserva, no los cede y exige cifras a mi juicio disparatadas. Es complejo.

Menciona a Olga Orozco y a Horacio Armani ¿qué autores pampeanos de hoy le llaman la atención?

-En este momento se encuentran escribiendo no menos de cinco promociones de poetas pampeanos. Todos en actividad creativa. A la promoción mayo pertenecemos Ana María Lasalle y yo, lo que se llamó “la joven poesía 1”, que nació en 1956. Después vino “la joven poesía 2”, podría nombrar a Miguel de la Cruz, entre otros tantos. Y ahora hay talleres en la Asociación Pampeana de Escritores, en la Universidad, en distintas bibliotecas. En esos talleres, están escribiendo nuevos poetas, mucho más jóvenes. Así que son cuatro, sino cinco promociones. Las cinco promociones tienen voces válidas, importantes. Son poetas serios, son voces que hay que tener muy en cuenta. Acá hay un florecimiento de poetas, pienso que en toda la Argentina interior. Lo que ha de ser Buenos Aires, que es un mundo.