El proyecto en el que está embarcada Gabriela Halac empezó cuando se reunió con el artista Tomás Alzogaray. “El se enteró que yo estaba trabajando tangencialmente con la quema de la biblioteca que hizo mi padre en el año 63. Tomás me contó que sus papás habían enterrado una biblioteca en 1976, antes de exiliarse. Sus padres eran historiadores y enterraron los libros que consideraban peligrosos, eran libros marxistas; por eso al principio hablábamos del proyecto como ‘la biblioteca roja’”, cuenta Halac. En 2014 entrevistaron a los padres de Alzogaray y diseñaron un proyecto que se llama Brevísima relación de la destrucción de los libros –jugando con el título Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de las Casas–, en el que incluyeron a Agustín Berti, un becario del Conicet que estudia materialidad e inscripción. “Entre los tres contactamos al Equipo de Antropología Forense y le preguntamos si se podía pensar una biblioteca como una fosa común también. Queríamos saber si no les parecía muy descabellado nuestro planteamiento”.

–¿Y qué les dijeron? 

–Nos dijeron que sí, que les parecía una buena propuesta y que nos iban ayudar. El 7 de enero hicimos la excavación. No teníamos ninguna esperanza de encontrar los libros porque pensábamos que después de 40 años no había nada. Seguíamos trabajando con la idea de vacío. Estuvimos dos días cavando sin encontrarlos, a pesar de que es el patio de una casa. Y volvimos a los testimonios y en un momento la madre da un testimonio mucho más concreto y encontramos el pozo de cal donde estaban enterrados los libros, después de una semana de búsqueda y con 45 grados de calor a la sombra, con ocho personas cavando y un fotógrafo registrando todo. Empezamos esto como niños que buscan un tesoro y cuando vimos una cantidad de libros acostados sobre la tierra, que habían soportado más de 40 años el peso de un metro de tierra por encima de ellos, envueltos en materiales de plástico de distintos colores, fue un shock. 

–¿Cómo están los libros?

–Mucho del material mutó su composición, estuvimos consultando especialistas de distintas áreas y el paleontólogo nos dijo que era un material meteorizado que perdió su condición inicial. La otra mitad se puede abrir, pero la pregunta que nos hacemos es si tratar de recuperar la condición inicial de esos libros no estaría destruyendo el testimonio de lo que vivieron esos libros debajo de la tierra. Es increíble todo lo que apareció a partir de ahí y de la pregunta qué es lo que se puede leer en esos libros hoy. Nos estamos convirtiendo en lectores de esa biblioteca fantasma. Lo que se podía leer en estos libros ya no está, pero la pregunta es qué otras cosas se pueden leer. ¿Cuál es el texto que surge a partir de esto? Somos muy delirantes y queremos ser los desenterradores de bibliotecas en el país.