La prueba es sencilla. Escríbase “Nigeria” en el buscador de Netflix, y saltará más de una veintena de películas de ese origen. ¿Es que la plataforma de streaming más grande del mundo se volvió tercermundista de golpe? No, lo que pasa es que el cine nigeriano es una de las industrias cinematográficas más poderosas del planeta. El país africano está segundo en producción mundial, por debajo de la India y por encima de Estados Unidos. Y el número de realizaciones es creciente. Si se contemplan las cifras de recaudación, Nigeria está tercera en el concierto internacional, por debajo de aquellos dos países. Pero aquí hay que tener en cuenta que el cine de Hollywood exporta a todo el mundo, mientras que en Nigeria, como también sucede en la India, el cine es mayoritariamente de consumo local, dirigido a una población de 180 millones de habitantes. Al menos así fue hasta ahora, cuando asoma en el horizonte la posibilidad de coproducciones entre Nollywood (así se conoce a la industria cinematográfica de ese país) y Hollywood.

Aunque sólo los superespecialistas lo saben, comenzó a haber cine en Nigeria a fines del siglo XIX, contemporáneamente al nacimiento del cine mismo. Pero se trataba de proyecciones de películas extranjeras, cuya mudez ayudaba a que los espectadores locales pudieran comprenderlas. De 1926 es la primera película filmada en Nigeria, también muda, hecha por colonizadores ingleses y con actores nativos hablando en inglés. A mediados de los años 50 se crea la Nigeria Film Unit, organismo estatal que financiaba el costo total de las películas con base en Lagos. A partir de 1960, año de la independencia del colonizador inglés, la producción explotó, con apertura masiva de nuevas salas y cantidad de directores de teatro volcándose a filmar. A comienzos de la década siguiente se promulga el Decreto de Indigenización, que obliga a transferir las 300 salas existentes a manos nigerianas. A partir de ese momento se liquidan los últimos resabios coloniales, y el cine nigeriano pasa a estar enteramente en manos de locales. De allí en más y hasta hace poco se produjeron películas de bajo presupuesto, técnicamente más que precarias, cuyas ganancias multiplican sobradamente los costos.

En 1973 tiene lugar un boom petrolero, que genera los réditos suficientes para que más gente se lance al consumo, engrosando la venta de entradas. De 1984 es el primer “tanque” en recaudaciones, Papa Ajasko, una comedia basada en un comic que recauda 21 millones de dólares en tres días de exhibición. Al año siguiente, Mosebolatan ingresa más del doble que su antecesora. Las películas nigerianas comienzan a exportarse a países vecinos, generando resistencias por lo que se considera una “nigerización de África”. En los 90 hay un nuevo boom --basado sobre todo en películas dirigidas al video hogareño-- encabezado por la película Living in Bondage, en la que un ejecutivo venido a menos intenta levantar cabeza recurriendo a la brujería. A mediados de la primera década de este siglo el país empieza a producir más que los Estados Unidos. Actualmente las películas nigerianas siguen exportándose a los restantes países africanos --sus estrellas son celebridades en todo el continente--, así como a países del Caribe. Esto es posible debido a que buena parte de la producción se filma en inglés, único modo de llegar al conjunto de una población integrada por quinientas etnias, que hablan trescientos dialectos.

Nollywood/Hollywood

No todas las películas nigerianas son angloparlantes. Hay una industria del cine hablada en lengua Yoruba --una de las etnias más numerosas-- y de hecho la liminar Mosebolatan es de ese origen. Hay también una importante producción en lengua Hausa, un sector que cuenta nada menos que con dos mil compañías productoras. Tan importante que se ha ganado su propio apelativo: Kannywood. A mediados de los años 2000 la producción, constituida hasta entonces exclusivamente por films de género (comedias, melodramas románticos, dramas sobre una corrupción endémica) comienza a adquirir profesionalismo. The Figurine, thriller de ciencia ficción de 2009, exhibida en ese bastión del cine de arte que es el Festival de Rotterdam, se considera la primera muestra de un cine nigeriano “de calidad”.

El término Nollywood surgió de un artículo publicado en The New York Times en 2002, y no refiere a todo el cine nigeriano, sino al que comienza con la mencionada Living in Bondage, filmada en video en lengua Igbu en 2002. Hay quienes protestan en contra del mote, considerándolo una creación imperialista. Sin embargo, fue adoptado hasta tal punto que en 2012 se celebraron los primeros veinte años de Nollywood. Hay un “Nollywood USA”, término que en realidad abarca todas las películas producidas por la diáspora nigeriana, fuera de los países africanos. Sobre todo en las ciudades de Nueva York, Londres y Toronto, que son las que cuentan con mayor índice de inmigrantes de ese origen. Hay censura oficial en Nigeria, hasta el punto de que sólo con que mencionar en un diálogo la palabra “prostituta”, la película será prohibida para menores de 18. En correspondencia con esto, una parte considerable de la producción es solventada por organizaciones cristianas, que exhiben las películas en las iglesias. Sin embargo, un número de otras películas exaltan a creencias y religiones tan diversas como el Islam, el animismo o la brujería.

Comienzan a avizorarse indicios de asociación entre Nollywood y Hollywood. Encabezada por el Ministro de Cultura, una delegación nigeriana fue invitada al American Film Market --uno de los eventos más importantes de la industria del cine en el mundo entero--, en vistas a interesar a inversionistas extranjeros, encarar coproducciones y abrir nuevos mercados para una posible globalización. Hasta ahora, de hecho, basándose en su consumo mayoritario puertas adentro algunos investigadores hablan del cine nigeriano como ejemplo de antiglobalización. Uno de los mayores problemas que afronta esa industria es la escasez de salas (muchas tuvieron que cerrar por episodios de vandalismo), motivo por el cual parte de la producción se sigue filmando en video. Actualmente hay apenas medio centenar de salas repartidas por todo el país.

A las puertas del Oscar

El apartado nigeriano de Netflix está integrado en su enorme mayoría por films populares, pero le da lugar a películas con mayores ambiciones. Todas ellas angloparlantes, se destaca Lionheart, ópera prima de la actriz Genevieve Nnaji, primera producción original de un film nigeriano por parte de la N. Una de las primeras películas feministas producidas en su país, Lionheart cuenta la historia de una mujer que ante la muerte de su padre decide asumir el mando de la empresa familiar, ante el recelo de los varones de la corporación. El año pasado Lionheart generó un escandalete a uno y otro lado del Atlántico, cuando la Academia de Hollywood la descalificó del rubro Mejor Película Internacional, por estar hablada mayormente en lengua inglesa. Es la primera de su país en llegar hasta las puertas del Oscar.

King of Boys

King of Boys también tiene por eje a una mujer tan empoderada como astuta --lo suficientemente despiadada como para asesinar de un martillazo a un sicario--, cuya carrera política se ve amenazada por sus conexiones con el bajo mundo. En pos de sumar condimentos que la hagan atractiva para todos los públicos, la película combina escenas de comedia con toques de humor negro y no poca violencia explícita. Con la mencionada Genevieve Nnagi por protagonista, Carretera hacia el ayer es una suerte de road movie de rematrimonio, que cuenta con la “sofisticación” formal de algunos flashbacks. Espeso melodrama social, En mi país --que incluye tomas cenitales y rodaje con drones-- iguala la violencia de una pandilla armada con la de la policía que los combate, repartiendo ejecuciones sumarias de ambos lados. En el medio, una mujer soltera que decide dar a luz a pesar del prejuicio que la rodea, y que sufre una ristra de pérdidas personales. Cierra con final aleccionador.

Perteneciente al popular “género” anticorrupción, Merry Men: the Real Yoruba Demons tiene por protagonistas a cuatro tipos ricos que además de tener sexo con las mujeres más ardientes del país son una especie de Robin Hoods. Terminan luchando contra un político poderoso, que planea derrumbar un pueblo para construir un shopping. Último vuelo a Abuya se toma una hora para llegar a la catástrofe aérea que le da sentido, anticipándola con flash forwards previos tanto como para mantener el interés de la audiencia. El lote incluye la comedia The Wedding Party, de 2016 y la más recaudadora en la historia del cine nigeriano, así como su exitosa secuela, The Wedding Party 2. Dirigidas por el mismo realizador de King of Boys, ambas transcurren en ambientes de clase alta de Lagos y parecen sitcoms que saltaron de la televisión al cine, manteniendo la iluminación a giorno y con todo el elenco hablando a los gritos.

The Wedding Party

 

Dando un paso más con su pata nigeriana, Netlix llegó recientemente a un acuerdo con EbonyLife --la compañía que produjo los mayores éxitos de su país-- para la realización de dos series originales. Además de Death and the King’s Horseman, basada en una novela del Premio Nobel Wole Soyinka. Sin embargo, la crisis desatada por el coronavirus llevó a paralizar todos los planes, a la espera de la nueva normalidad.

¿Y Bollywood?

Queen

Por cierto que Nollywood no es la única cinematografía periférica a la que Netflix le hace lugar en su grilla. Otra es la de Bollywood, que es el nombre que se le da al cine de la India. El apelativo, surgido en los años 70, debe su inicial a la ciudad de Bombay, donde se asienta la mayor parte de la producción del segundo país más poblado del mundo después de la China. El cine es por lejos el entretenimiento más popular de la India, de allí que se produzcan actualmente mil películas al año, con ingresos estimados en dos mil millones de dólares anuales. A diferencia del cine nigeriano, el de la India no tiene por lengua mayoritaria el del la metrópolis colonial sino el hindi, lengua dominante de un territorio que cuenta con dieciséis dialectos regionales. Las escenas musicales, sin embargo, se presentan dobladas al inglés, así como también se doblan a ese idioma las películas de exportación. La utilización del hindi se debe entre otras cosas al alto índice de analfabetismo del país, evitando la lectura de subtítulos. 

Si bien el cine de la India hunde sus raíces a las primeras décadas del siglo XX, la edad de oro de Bollywood se da en las décadas del 70 y el 80 del siglo pasado, produciendo películas maratónicas, con un mínimo de tres horas de duración. Los géneros favoritos desde los años 30 son la comedia romántica, la comedia familiar y el melodrama, incluyendo invariablemente números musicales exuberantes y multicoloridos, sello más reconocible del cine de ese origen. Incluso los dramas suelen contar con ellos. En esas décadas se suman films de gangsters, de acción y thrillers, estableciendo el modelo que predomina hasta la actualidad. 

La plantilla que presenta Netflix incluye películas de producción propia y representa estas tendencias, con mayoría de comedias románticas (con los consabidos números musicales), pero también otras que demuestran el interés de Bollywood por alcanzar a públicos occidentales. Las más llamativas, por su carácter de novedad, son las que presentan temáticas afines al feminismo. Es el caso de Queen, cuya protagonista viaja sola de luna de miel cuando su matrimonio queda cancelado, Pad Man, sobre el caso real de un médico aplicado a proveer a la población femenina de toallitas menstruales, Culpable, donde una estudiante universitaria investiga la acusación de violación hecha a su novio (se conoce a Nueva Dehli como la capital internacional de la violación), Badla, donde una mujer se defiende de la acusación de haber asesinado a su marido, Dangal, sobre un peleador de lucha libre que se presenta en un torneo mundial junto a sus hijas, que practican el mismo deporte, o la delirante Sra. asesina serial, donde su protagonista, para demostrar que su marido es inocente de una acusación de asesinato, mata por su cuenta a un inocente.