El contrato es un concepto central en la perspectiva liberal. Es el fundamento del Estado moderno. A través del contrato los sujetos que están en el estado de naturaleza pasan a ser ciudadanos y se dan su gobierno. Así nace la idea de representación política. Frente a quien rompen el pacto e infringen la ley, es el Estado quien debe desarrollar los mecanismos institucionales para prevenir o castigar. La corriente contractualista es la filosofía política que permitió el sustento del sistema capitalista y la conformación de las democracias modernas. El pensamiento liberal incentivó el desarrollo de la opinión pública y el periodismo. A tal punto que los medios fueron ubicados como el cuarto poder, una forma de control extra al balance entre los poderes. Para no caer en una visión idílica, hay que señalar que el discurso periodístico y de los medios de comunicación es una construcción cruzada por elementos ideológicos y subjetivos. En la génesis del contrato y del discurso periodístico está presente el conflicto político. También hay que indicar que, desde el nacimiento del Estado moderno, lo simbólico es una dimensión necesaria para la construcción de su legitimidad, la que permite ciertos consensos. A través de los mitos, discursos y símbolos, se complemente el poder generado a través de la dimensión jurídica - burocrática, lo que implica una efectividad mayor que la pura represión. En el contexto actual, las democracias liberales conviven con el desarrollo tecnológico en una etapa de hiper conectividad y sobre información. Al sistema político, conformado por sus poderes, instituciones, leyes, reglas, mitos, figuras y discursos, se le suma un nuevo desafío: la organización de un nuevo contrato simbólico. Frente a la multiplicidad de discursos que se producen minuto a minuto, a través de los medios tradiciones y las redes sociales, muy superior en cantidad y diversidad que en el siglo XX, y en el marco de una pandemia como la que estamos transitando, cabe reflexionar sobre la responsabilidad social y jurídica de estas expresiones. El planteo debe partir del reconocimiento del derecho a la libertad de expresión, como un derecho natural, es decir innato al hombre. Pero el liberalismo presente otros derechos naturales, como es el derecho a la vida. En esta situación estamos. El coronavirus puso de manifiesto las tensiones del contrato simbólico. Tensiones que siempre existieron, y que son saludables en el marco de un sistema democrático conformado por acuerdos y diferencias entre los actores políticos. La cuestión es que las expresiones a favor de la libertad de circulación, de encuentro, de trabajo, argumentadas por líderes de opinión, periodistas, dirigentes políticos y empresarios en todo el mundo afectan el derecho a la vida, no solo de ellos, sino al conjunto de la sociedad, afectando el contrato ¿Frente al contexto excepcional de pandemia pueden prevalecer los dos derechos de la misma manera, debe prevalecer uno sobre otro? Dejemos esa respuesta para los especialistas jurídicos. En términos simbólicos, desde el regreso a la democracia, el sistema político argentino se ha caracterizado por una serie de encuadres discursivos y valores centrales que permitieron en el marco de diferencias ideológicas, y con las tensiones naturales como parte del juego político, encaminar una suerte de contrato simbólico. La defensa al sistema democrático y el voto, la libertad de expresión, la legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, el nunca más, el juicio a las juntas y la política de defensa de los derechos humanos, más cerca en el tiempo, las políticas de igualdad de género y él ni una menos. Todas políticas públicas que sufren contradicciones y están en el marco del conflicto político, pero que en momentos de máxima tensión son defendidas por la mayoría de la sociedad civil, los actores políticos, empresariales y los medios de comunicación. ¿Qué ocurre con el derecho natural a la vida en el marco de la pandemia? Debería ser parte de ese contrato simbólico porque es un derecho central en pensamiento liberal y en la constitución del Estado moderno. Ocurre que el liberalismo nació con un pecado original, su tensión entre derecho a la propiedad privada y derecho a la vida. En contexto de pandemia, la centralidad mediática, y la permanencia frente a las múltiples pantallas, se hacen cada vez más importantes. En este sentido aumenta la responsabilidad de los discursos y sus efectos sobre la sociedad. Los individuos con mayor responsabilidad discursiva, dirigentes políticos, empresariales, sociales, periodistas, y sobre todo las líneas editoriales de los principales medios, la mayoría con una perspectiva liberal, deberían formular sus argumentaciones considerando su propio marco ideológico. Podría abordarse el análisis desde otras perspectivas que contengan, por ejemplo, el concepto de hegemonía o el de capital simbólico para comprender algunos mensajes irresponsables, pero parece más interesante frente a este desafío que tienen, y deben reconocer, de defender el derecho a la vida, hacerlo desde el marco de un contrato simbólico liberal que pueda contener el proceso democrático.

* Politólogo y docente