Junto con las estrategias de cuidado y atención de salud, también se presenta una visión sobre las transformaciones de las relaciones del tiempo y el espacio propias de nuestra época, trastornando tanto la esencia de los vínculos sociales como la función de la información misma.

A partir de la expansión de la herramienta virtual y las redes informáticas descentralizadas, la interconectividad permite habitar una territorialidad ingrávida e incorpórea, donde se pretende la sincronización de la emoción colectiva bajo la idea de inclusión, pero: ¿cómo anudamos el relato que antecede en esta vorágine si perdemos los orígenes y el proceso inmaterial? ¿Qué posibilidades tenemos de llegar a una conclusión que permita el corrimiento, cuando la idea de futuro es cada vez más abstracta y no hay parámetros que admitan la historicidad?

Esta insistencia provoca seres sin cuerpo, sin memoria, sin presente ni futuro, sin sensaciones propias, encerrados en la territorialidad virtual, donde no hay puertas, no hay ventanas, porque ya estamos adentro. El ambiente propicio para recrudecer las desigualdades históricas.

Antes de culminar el año 2019, se registraron los primeros casos SARS-COV-2, en la cuidad de Wuhan, China central. Fue éste el inicio de una consecutiva toma de decisiones a escala global. El aislamiento preventivo, como fórmula de control del virus, dio paso a variadas formas de sustitución de acciones experienciales por la idea encantadora del acceso ilimitado e inmediato; pero no comenzó en ese momento. Hace décadas estamos atrapados en la idea de que estamos atrapados. ¿Es posible derribar esta operatoria sin oposición?

Cuanto más insistimos en adecuarnos, la resistencia es pérdida. No sólo dejamos el cuerpo adentro, dejamos la experiencia inhabitable, sujetos a cualquier precio de esa transacción. Una entidad etérea impresa en caracteres binarios que nos otorga de momento la identidad de usuarios. Sobre qué suelo el peso. Sobre qué registro se permea el tiempo, qué fundamento propone el devenir donde no hay paso atrás ni plan B.

Lo que la peste agudizó es el mecanismo de asimilación que ya estaba operando.

Una manera de percibir y de estar cada vez más adentro, sin lugar a dudas.

La red no contiene corporeidades. No hay definiciones ni comienzos. Un efecto cáscara compartido, como si lo que sujetara fuera un hilo de fe que alimentamos entregando hasta el último rincón de lo privado. Sin sonido, sin pasión, sin saber en qué funda envolveremos nuestros restos.

Las ideas sin materialidad sólo llevan a la devaluación de cualquier proceso revolucionario, a una textura adormecida sobre un paisaje irreal.

La corporeidad virtual, intangible e inaccesible, es intrínseca a la aceleración impuesta por el sistema a escala planetaria. Con el mapa saturado de puntos rojos como una única imagen, cabe entonces preguntarnos, ¿cómo llegamos a la reclusión global en tiempo real?

*Poeta. Coordina el taller de producción poética Malverso, en la ciudad de La Plata.