El periodismo gráfico pareciera siempre estar corriendo atrás de algo, que una vez alcanzado, estuviera hecho para desaparecer. Se escribe con la urgencia del cierre y dura poco, herido de la temporalidad efímera de las noticias. Sin embargo algunos periodistas logran eludir esa trampa del tiempo y permanecer con sus escritos más allá de una fecha de caducidad. Este es el caso de Ana Basualdo, argentina radicada en Barcelona desde hace cuarenta y cinco años, y El presente lo confirma. Se trata de una compilación de crónicas realizadas por ella a lo largo de muchos años: la primera es de 1973 y la última de 2020. En este recorrido se puede apreciar la exquisita prosa de alguien que se resiste a ser llamada “escritora”, pero que en vistas de lo que ocurre con sus textos, es difícil darle la razón. Basualdo es autora además de un mítico libro de cuentos, Oldsmobile 1962, aparecido por primera vez en Barcelona en 1985 y recuperado por Ricardo Piglia en 2012, para su colección de clásicos argentinos para el Fondo de Cultura Económica. El título del libro de reciente edición juega un poco con estas acepciones del periodismo como “pan para hoy”. Crónicas ancladas en la vorágine de un tiempo perdido, pero que al leerlas, vuelven a desplegar todo su esplendor. Una cantidad de voces, climas, espacios, reflexiones, nos traen aquel presente a éste en su enorme complejidad. No hay síntesis simplificadoras, no nos piden esa caridad que a veces necesitan los objetos culturales viejos para ser apreciados. En las páginas de El presente nos fascinamos con descubrimientos, enfoques y personajes, en un tiempo que es el ahora.

El libro está dividido – como la vida de Ana Basualdo-- en dos partes, que son a la vez dos ciudades: Buenos Aires y Barcelona. Las primeras crónicas fueron publicadas originalmente en el legendario semanario Panorama, donde la autora compartió redacción con otros grandes del periodismo y la escritura: Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Soriano, Enrique Raab, Miguel Ángel Bustos, Jorge Di Paola y Rodolfo Rabanal, entre otros. Abre con dos crónicas sobre Leonardo Favio, una antes del estreno de Juan Moreira y otra previa a Nazareno Cruz y el lobo. Son a la vez que registros de rodaje, pormenorizadas aproximaciones a la obra de un artista inmenso como lo fue Favio, entre el cine de culto y la música popular. La autora describe la filmación, a cada uno de los actores, los extras, introduce testimonios de los responsables de los principales rubros técnicos – directores de fotografía, vestuaristas—que le aportan relieve y profundidad a la observación. Cada detalle está puesto al servicio de un conjunto que indaga en la obra de este realizador, pero también de lo que el cine era o podía ser en ese momento. La visión de la cronista se apoya en la de los más importantes directores de ese momento: Mario Soffici, Fernando Solanas, Alberto Fischerman. Es un registro completo, con gran cantidad de información que se superpone en capas de expertise técnica, implicancia cultural y resonancia social.

Esta matriz se repite en los textos que siguen. Una hermosa crónica serrana acerca de Ada Falcón, aquella cantante de tangos de voz angelical que en lo mejor de su vida abandonó todo y se fue a Salsipuedes, Córdoba, a vivir una reclusión prácticamente de monja de clausura. Otra crónica tiene en su centro a la cantante y conductora de televisión Blackie, a quién escuchamos hablar con su ritmo frenético, casi como si estuviera frente a nosotros. Otra versa sobre las confiterías tradicionales de una lejana Buenos Aires – Florida Garden, Las violetas--, que hoy se vuelve casi un mapa de la nostalgia. Y otra, más sesuda, sobre la moda camp en Argentina, que tiene como guía y comentarista estelar a Manuel Puig.

Las últimas tres crónicas de esta primer sección analizan distintas aristas del movimiento peronista, el gran fenómeno en los 70 en Argentina. La primera es sobre la figura de Eva Duarte, veinte años después de su muerte. Un nombre que por aquellos días era retomado por los sectores de izquierda del peronismo, bajo una nueva luz. Basualdo indaga exhaustivamente en las dos caras históricas con que fue enfocada Eva – “la dama de la esperanza” versus “la resentida”—y analiza cómo esos arquetipos, en 1972, dan paso a otros diferentes. Nuevamente da voz a implicados cercanos a los hechos: desde sindicalistas a historiadores y sociólogos, que analizan el llamado evitismo, en el que se suman críticas desde todos lados. Es una crónica de apabullante lucidez, una puesta al día de una figura esmerilada y que siguió adquiriendo nuevos sentidos hasta la fecha. Continúa con un texto sobre la vuelta de Perón y su búsqueda de casa donde alojarse. Y por último, una reportaje sobre la logia espiritista Anael y su cercanía con el ala derecha del peronismo. Fue este texto el que le valió a su autora ser secuestrada por la Triple A. Una semana después Ana Basualdo se tuvo que exiliar en España, donde siguió viviendo hasta hoy.

La sección Barcelona comienza con crónicas publicadas originalmente en el periódico La Vanguardia, donde Basualdo trabajó en los años ochenta. Las primeras son entrevistas a escritores como Julio Cortázar, el chileno Enrique Lihn, Adolfo Bioy Casares y Antonio Di Benedetto. Son más breves que las de Panorama, da la sensación de que la autora se tiene que jugar por completo en pocas páginas. Y lo hace. Pese a su condensación, los textos están en las antípodas de cualquier superficialidad, señala las lecturas existentes sobre estos escritores, aporta nuevas y extrae frases extraordinarias de cada uno. Los hace hablar, además, de temas que a ella le interesan, a Cortázar de su novela 62 novela para armar, a Di Benedetto del exilio, a Bioy Casares de porqué no escribe sobre la clase alta. Son formas oblicuas de acercarse a estos próceres de la literatura, donde la conversación suena fresca y cercana.

Los últimos textos son de la revista dirigida por Josep Ramoneda La maleta de Portbou. Es allí donde se permite por primera vez, en todo el libro, escribir un texto en primera persona. Y lo hace sobre la cantante Amy Winehouse, porque necesita decir que su descubrimiento es tardío y que aún así no quiere perderse la oportunidad de pensar sobre esta cantante frágil y genial.

El presente tiene un epílogo, donde el escritor argentino radicado en Barcelona Edgardo Dobry la entrevista. De ese modo, luego de haber atravesado todo el recorrido, podemos enterarnos del contexto de escritura de cada crónica, datos que terminan de ubicarnos y a la vez permiten dimensionarlas. Así se clarifican algunos presupuestos que ya habíamos percibido: la importancia que para esta autora tiene la calle, la búsqueda de ese pulso que ocurría solamente ahí y que fue central para aquel periodismo que se formó en los años 70. Redacciones que reflejaban y a la vez eran parte de toda la ebullición y los cambios que ocurrían en esa época en todos los niveles. Periodistas como Ana Basualdo, dueña de un rigor y una escritura que es también una música urbana, que este libro nos permite vislumbrar.