Una mañana al despertar vio rayos de sol iluminando una naranja. Quedó fascinada, su pincel y su paleta no solían frecuentar los dorados. Saltó de la cama y así, como estaba, colocó el atril y demás elementos de trabajo y se puso a pintar. Hacía casi un mes que estaba encerrada y sin estímulos para producir. Sus ahorros adelgazaban. Es retratista callejera y -al revés de varias amigas que “quedaron en la calle” despedidas de sus trabajos- ella “quedó en su casa” despedida de su hábitat laboral. Desde el día de la naranja comenzó a pintar bodegones. Haber vuelto a sus pinceles la estimuló a volver a los retratos, pero sin calle. Los ofrece por internet, pinta a quien posa por telellamada y, por medios remotos, se concreta la operación.

Yayoi Kusama, la artista japonesa de noventa y un año -acuciada por la pandemia que asola al mundo- licenció unos instantes sus pinceles para expresarse mediante un poema. Al presentarlo dice “hoy, con el mundo entero enfrentado al covid-19, siento la necesidad de dirigirme a él con este mensaje”, pues nos encontramos en el lado oscuro y es indispensable fortalecer la esperanza.

No me arrepiento de este amor. Aunque me cueste el corazón. Amar es un milagro y yo te amé. Como nunca jamás lo imaginé. Las damas del cuarto, el grupo de mujeres cuarteteras cordobesas, homenajean a Gilda desde sus casas y se reúnen virtualmente para comunicarse con su público. Otras mujeres, las de la Sinfónica de UNCuyo, afinan desde sus hogares. Han producido una torsión en su repertorio rompiendo los prejuicios sobre elitismo y populismo. Interpretan “No me dejan salir” de Charly García con el objetivo de comunicar cuidado porque “¡tengo que volverte a ver!”.

Desde los trazos rupestres hasta la novena sinfonía, desde la maja desnuda al grafiti callejero no existe un valor estético indiscutible. La pandemia, que parecía congelar la creatividad, a poco de andar la incentivó. Por un lado, los grandes coros del mundo acoplan sus voces en conciertos digitales, por otro, La Mona Jiménez interpreta el Himno Nacional a su manera y con hidalguía. El placer estético llega por igual a todos los fieles. Quienes siguen a La Mona disfrutan tanto como quienes siguen la música académica. (¿O más?).

Al pianista Brad Mehldau la cuarentena lo dejó anclado en Holanda. Llenó el tiempo vacío componiendo bajo el influjo de la pandemia. Ya editó su álbum digital: Suite: Abril 2020. No es una excepción. Las actividades escénicas se despertaron del shock inicial y renacen con el streaming que llegó para quedarse. Podemos ver una tragedia isabelina emitida desde The Globe, en la cama y en calzones mojando vainillas en Nesquik.

Hay así mismo obras que además del formato ofrecen contenidos virtuales. Tramas donde los personajes se comunican, aman o pelean a través de Zoom (la industria televisiva también apeló a ese formato). Otra manera de interactuar -aunque por los mismo medios- es la propuesta feminista Aquí estamos. Charlas, debates, shows acústicos en vivo desde sus hogares comunicándose, interactuando y ampliando audiencia. Las artes escénicas se renuevan e investigan sus posibilidades. Si bien sigue pendiente el gran obstáculo de la falta de ingresos para el personal desocupado del dispositivo del arte. Quienes trabajaban entre cámaras o escenarios están a la intemperie, a pesar de estar en casa. Se han contemplado diferentes subsidios, pero no es fácil obtenerlos.

Ahora siento que no aguanto más. El cielo es una cruz en la ventana. Quisiera salir un rato a caminar. Sentirme libre, aunque no sea verdad (-) De lo malo que pasa, algo bueno quedará. He aquí un fragmento de “Pasará pasará”, la primera producción musical argentina compuesta durante -y sobre- la pandemia. Letra de Pablo Schanton y música de Leo García. Se plegaron León Gieco, Lito Vitale, Natalia Oreiro, Miss Bolivia y otras figuras musicales que, comunitariamente y a distancia, hacen palpitar corazones con chispazos de alegría.

La vida era tan hermosa que nos encerraron a todos. Sentite como un fantasma viviendo en una ciudad fantasma, se escucha en Living in a Ghost Town. Flamante tema de los Rolling Stones, que participaron de “One World Together at home”, un evento covidvirtual. Días más tarde, sorprendieron con la edición de esta canción (luego de ocho años sin nuevos lanzamientos). Mick Jagger cuenta que estaban preparando un álbum que quedó inconcluso por el aislamiento e incluía la de ciudades fantasmas. Era el momento de darla a conocer. El clip muestra las calles vacías de diferentes ciudades. “La mierda nos salpicó a todos, así que decidimos sacarla ya. ¡Manténganse a salvo!”, dice Keith Richards. El video oficial se está reproduciendo por cientos de miles.

Desde que comenzó la hecatombe numerosos artistas anónimos sintieron la necesidad de expresarse por las redes. Ante tanta producción que amenazaba con perderse, Irene Llorca, publicista catalana, se asoció con dos colegas. Rescataron las obras más valiosas y convocaron al envío de otras. La respuesta fue contundente. The Covid Art Museum (CAM), en Instagram, es un museo de arte creado durante el confinamiento. Las galerías y agrupaciones artísticas también les envían obras digitales. Lo más significativo de este museo global es que los materiales provenientes de los más diversos lugares comparten coincidencias de forma y contenido. Globalización digital. Fotos, pinturas, dibujos, videos, animaciones y parodias, conexiones entre heterogéneos que comparten espacialidades incorporales.

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Merodeamos por el laberinto sin salida certera de la peste. Hay mucho grito silencioso pidiendo socorro. Un intervalo, una emoción. Si una creación conmueve a quien la recibe, cumplió su misión. Si brindó un soplo de vida, se logró. La eficacia de una realización es la intensidad con la que llega a su destino. La cumbia villera para quien la ama es tan eficaz como la ópera para quien la aprecia. Por otro lado, habría que preguntar si se podría soportar una larga pandemia sin remansos sensibles proporcionados por el sexo, el arte o el espectáculo, en fin, por el deseo, como el que movilizó a quienes cantan: Pasará pasará, y yo dejaba de llorar tragándome la sal de los ojos. Ahora siento que no aguanto más. La puerta está apretándome la espalda. Quisiera invitar a cualquiera a entrar. Sentirme libre, aunque no sea verdad (-) Pasará pasará.